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Look what you made me do...

Aquel día, Seúl veía a Park Jimin llegar, lleno de sueños e ilusiones.

Desde Busan con un tumulto de emociones arremolinándose en su estómago y asentándose profundamente, indisponiendole de cierta forma, pero incapaz de apagar el espíritu que lo embargaba.

La despedida con su hermano ChanYeol había sido dura, realmente dolorosa, pero después de todo era lo mejor para él. Jimin necesitaba nuevos aires, nuevas amistades, una nueva vida por completo.

Habían pasado dos meses desde la última vez que intentó suicidarse con somníferos. El brillante xanax que aliviaba su ansiedad se había convertido en su verdugo, pero eso había quedado en el pasado. O eso quería pensar.

Nuevas oportunidades se alzaban ante él... Sí.

Una llamada se hizo presente de parte de Seokjin, su primo político que también vivía en la ciudad. Era mayor que él, y no eran tan cercanos -solo se habían visto unas tres o cuatro veces en su vida, si contaban el funeral de su tía abuela-, pero se ofreció a ayudarle en su llegada a Seúl. Jin era un alma dulce y caritativa.

En las pocas veces que lo había visto, siempre se comportó bastante paternal y amable, preguntándole sobre la escuela, aus intereses, entre otras cosas. Lo recordaba como un chico extremadamente guapo, de cabello castaño oscuro y ojos saltones y expresivos, además de labios gruesos en forma de corazón natural.

Una belleza, toda la familia tenía de qué hablar cada vez que les visitaba -muy poco, pero lo hacía.

(De alguna forma, siempre deseó ser así de guapo.

La gente guapa tiene la vida hecha en muchos sentidos, ¿No?)

-¿Jimin? ¿Llegaste?

-Ya llegué al apartamento, hyung -sonrió a pesar de que el mayor no podía verlo, quizás de una forma de auto-animarse. Quería estar bien, después de todo sus últimos años habían sido un infierno total, entre estadías en la clínica y noches llorando contra la almohada, con el profundo hedor a sangre y a vómitos en el suelo, también entre dolores de estómago y aullidos de dolor-. Quería saber si querías venir a ayudarme con mis cosas...

(No quiere quedar como un urgido, pero en serio desea tener algo de compañía.

Se siente tan sólo que duele.)

-¡Claro que sí! Dame unos quince minutos, vivo cerca de allí -habló Jin, mientras él terminaba dejando una caja sobre la encimera.

-De acuerdo.

Colgó, preguntándose cómo Jin sabría llegar. Luego recordó que él fue el encargado de mirar las condiciones del apartamento antes de la venta. Detestaba el hecho de pedir ayuda, pero Jin era de esas personas que disfrutaban de ayudar a los demás, y ciertamente necesitaba de una mano.

El apartamento era agradable, de paredes blancas y una que otra de un tono rojo mate elegante, como el color de una cereza envejecida. Tenía lindas decoraciones en yeso, y al venir semi-amoblado ya tenía muebles blancos en la sala, una mesita de cristal y ciertas decoraciones. La cocina también estaba completa y bastante fina, incluso podía definirse como algo moderna.

Era un departamento de ensueño, y no era para menos si había gastado la mayor parte de su dinero para la universidad en el, aunque le doliera admitirlo en voz alta.

Se dedicó a ojear en su teléfono algunos ebooks, pero se sentía incapaz de concentrarse en una lectura. Solo podía pensar en la problemática y ruda despedida que tuvo con sus padres -No, no quería pensar en eso. Estaría bien.

JUEGO TÓXICO | kookmin.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora