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Esa noche, Jungkook se quedó a dormir en su casa. Solo en el sofá, porque Jimin no le permite acercarse a la habitación, y entre refunfuños el menor obedece. De cualquier forma, no es como si fuese algo nuevo.

A la mañana siguiente Jimin va al trabajo, y Jungkook se queda en su casa hasta que el chico termina su turno. Porque no tiene nada que hacer; de hecho, lo único que hace en el día es responderle los mensajes a Jin -porque el mayor es como una piña entre las nalgas-, y pasar tiempo con Jimin.

(A veces piensa en Tae, y recuerda sus momentos juntos. Pero cada día duele menos, se ha esforzado tanto en no pensar en eso que, cuando lo hace, no siente esa constante opresión en el pecho.

En ocasiones lo ve en la universidad, charlando con tantas personas, y los celos que antes eran tan peligrosos se han ido evaporando hasta ser solo una amarga molestia de ver lo que le solía pertenecer.

También lo ve cuando se reúne con Jin y los idiotas de sus amigos. Ve cómo está tan feliz al lado de Hoseok, pero no duele tanto. Está demasiado concentrado en lanzarse miradas con Jimin, rogando que nadie se de cuenta de los roces discretos que se dan por accidente.)

Jimin guarda sus cosas en el bolso que siempre lleva. Aquel día tenía turno completo, son las seis de la tarde y siente que su cuerpo está molido. Lo primero que quiere hacer es lanzarse a una cama y dormir, pero le prometió a Jungkook dejarse dar la extraña sorpresa que el menor le tenía, y él es un chico de palabra.

De cualquier forma, está feliz. Esa mañana habló con Chanyeol, quien acaba de conseguir un ascenso y su relación con Baek va de viento en popa. Sigue sintiéndose mal por no conocerlo, pero eso no es lo más importante.

Una vez pone un pie fuera del café, allí está Jungkook en su auto, de brazos cruzados y mirando para ambos lados porque se nota que no tiene más nada que hacer. Viste como un delincuente, nada nuevo, con camisetas blancas, jeans negros, chaqueta de jean y timberlands... cómo siempre.

Solo espera que el lugar no sea lujoso ni nada por el estilo, porque solo viste una simple sudadera gris que le cubre hasta las manos y un jean claro con botas negras. Se pasa una mano por su cabello, arreglándolo sin fijarse mucho para luego acercarse al más alto con una muy pequeña sonrisa.

-Bú -dice una vez está frente a él, y ahí es cuando Jungkook repara en su presencia. Parpadea por un segundo, para luego regalarle una de sus media sonrisas de siempre.

-Hasta que apareces. Para la próxima, te vas a pata -el pelinegro le guiña un ojo, subiéndose al auto mientras Jimin se apresura hacia el asiento del copiloto.

Realmente, lo que tiene con Jungkook es extraño. No es una amistad común, pero pueden considerarse amigos. Las acciones del otro le lastiman, pero no es como si fuese un chico rencoroso, y generalmente actúa como si nada hubiese pasado y recién se conocieran en esa noche que pasaron escondidos.

Discuten, a veces se tratan con frialdad, y la verdad es que no le importa. Su sensibilidad se ha visto endurecida cuando está con Jungkook, y eso para él es una buena señal.

-¿Estás seguro de que no me vas a prostituir? -suspira tras un minuto de silencio, porque Jungkook está muy ocupado en conducir como para hablar, y de por sí el chico es reservado-. Te digo de una que no voy a gustarle a nadie, el papel de sumiso no me va, y los clientes te demandarían si los muerdo y--

-No voy a prostituirte -una risa algo infantil sale de los labios de Jungkook, y para Jimin es extrañamente adorable-. Estás más abierto que una cañería industrial, ningún cliente te querría.

Le da un manotazo, y ambos ríen como dos mocosos de doce años hablando de culos por primera vez en su vida. Es extraño, sin duda, el hecho de que han tenido sexo y no les afecta mucho en sus interacciones.

JUEGO TÓXICO | kookmin.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora