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Acababa de sentir la presencia del menor justo cuando terminaba de lavar los platos de la cena, este había desaparecido por todo el día a Dios sabe dónde, manteniéndolo agobiado y preocupado. Lo último que deseaba era ver a Jungkook metido en problemas nuevamente, menos si estos estaban relacionados de alguna manera a Yugyeom. Sentía aquella necesidad de cuidar de él a pesar de todo.

Temía que no regresara, que se fuera a su departamento y no le respondiera las llamadas. Pero esperó, le dio su espacio, y Jungkook había vuelto a su casa, acostándose en la cama con la mirada perdida en la estrellas que Jimin había pegado en el techo para que iluminaran en la noche. Infantiles, pero muy útiles.

Se recostó en el marco de la puerta, sus pies cruzados al igual que sus brazos. Vestía un simple pantalón de pijama de algodón gris junto a una sudadera del mismo color, mientras Jungkook estaba envuelto en cuero y chaquetas de jean, signo de haber estado en la calle todo el día.

-¿Sabes algo de cuándo será el funeral? -era bizarro hablar del tema, pero necesitaba saberlo. No quería a Jungkook ahí, por muy egoísta y rastrero que sonara. Lo quería lejos de todo aquello que lo convertía en una persona completamente diferente.

-Seokjin me dijo que me escribiría cuando lo supiera -fue su seca respuesta.

Apreciaba a su primo, pero de igual forma prefería alejar a Jungkook de él. No era nada personal, solo su instinto jugándole en contra para mantener a su pareja -¿todavía lo eran?- estable, sin nadie que pudiese recordarle a Taehyung, y por ende, romper su calma.

Se acercó a él, sus manos viajando a sus pies para quitarle los zapatos negros que tenía. Él le ayudó, y una vez estuvo descalzo, se subió a gatas sobre su cuerpo tentativamente, temeroso de recibir una mala respuesta o peor, un golpe que fuese a dejarle marca como aquellas rojizas que estaban en su cuello.

Pero Jungkook no hizo nada de eso, lo apretujó contra su pecho, dejando que el otro recostara su mejilla sobre su corazón en una lejana armonía. Se sentía bien tener su peso sobre él, el calor de su cuerpo cerniéndose contra sí y su pequeña y cálida respiración golpeando su piel bajo la ropa.

-¿Sigues molesto? -preguntó Jimin, sus ojos de cordero elevándose hasta su rostro repleto de inexpresividad y cansancio.

Negó silenciosamente con la cabeza, poco dispuesto a musitar cualquier palabra. No estaba de ánimos para hablar, no tras aquel pesado día. Había pasado toda la mañana caminando sin rumbo, fumando cigarrillo tras cigarrillo sin probar comida alguna hasta el mediodía, cuando terminó llamando a Yugyeom, necesitaba charlar con alguien que no fuese Jimin.

Y, por supuesto, su amigo no le dijo nada que no hubiese pensado antes.

-Le haces daño y te haces daño tú. Estás enamorado de Taehyung, y es una herida que necesitas sanar por tu cuenta antes de involucrarte con alguien más -había dicho Yugyeom tras invitarle unas cervezas en lata-. Jimin no es a quien amas y él cree que te ama porque eres el único que está con él. Hazme caso.

Pero no quería darle muchas vueltas a todo eso, prefería distraerse y llenarse de algo de paz en la turbulencia que se estaba formando en su desastrosa vida. Aferró sus manos a la cintura del rubio, dirigiendo su boca hasta su suave y oloroso cuello, su colonia irrumpiendo en su nariz sutilmente de forma placentera.

Mordisqueó su clavícula, sacándole un gemido al mayor, quien dibujaba círculos con las yemas de sus dedos en su cabello, una suave y frágil caricia que le derritió, solo un poco.

-No creo que sea l-lo mejor, Jungkook. Tengo s-sueño -balbuceó, tartamudeando cuando la escurridiza lengua se centraba en los huecos de su clavícula, enviando un golpe de sangre a su entrepierna.

JUEGO TÓXICO | kookmin.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora