CAPÍTULO 11: "Basta"

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Narra Mar:

La mayoría de los chicos ya se habían ido a casa. Con Nico y Malvina. Nachito había también vuelto a su hogar. En la sala de espera del hospital, tan solo quedábamos Thiago, Tina, Bruno y yo:

— Mar, regresen a casa — dice Tina —. Son las 9 de la noche, Brunito tiene que dormir.

— Bruno puede dormir acá — señalo a mis brazos con la mirada —. Ambos tenemos que estar con Thiago, no nos podemos ir a casa dejándolo así.

Thiago ni siquiera habla. Solo tiene a Bruno agarrado en brazos y mira al infinito.

— Bueno, lo puedo llevar al hogar y vos te quedas con Thiago.

— No, Tina. Los tres tenemos que estar unidos.

— ¿Cuando me van a dejar volver a verlo? — pregunta Thiago. Ha hablado por primera vez en dos horas. Ha estado dos veces con él, en las dos horas de visita. A las 12 y a las 6 de la tarde. Tengo miedo de decirle que el doctor no le dejará visitarlo hasta mañana. La verdad es que el accidente de Barto le ha afectado más de lo que yo esperaba.

— En un rato igual viene y te deja verlo mi amor — miento. Miro a Tina, y la digo que me siga la mentira tan solo moviendo los labios.

— ¿De verdad? — me pregunta clavándome la mirada.

— Sí, ¿querés que busquemos a una enfermera y le preguntemos como está?

— Sí.

Tina se acerca a Bruno y lo agarra en brazos:

— Me llevo a ratoncito a la calle. A ver si puedo hacerlo dormir.

Le doy la bolsa con las cosas de Bruno a Tina:

— Tiene adentro su mantita. Enrollalo con eso, igual afuera hace frío, y no quiero que se resfríe.

— Claro Mar. He criado a un bebé — Tina tuerce el gesto y sale de la sala sin decir ni una sola palabra más.

Thiago se levanta y me abraza.

— Se va a morir.

— Mi amor, no se va a morir Barto.

— ¡Sí se va a morir! — exclama poniéndose a llorar.

— No Thiago, tranquilo, no llores — le seco las lágrimas, pero él sigue llorando, inundando sus lindos ojos. Oh... Se me parte el corazón cuando lo veo en ese estado. Pobrecito —. Vamos a buscar a la enfermera, ella te va a asegurar de que no se va a morir, ¿de acuerdo? — le agarro de la mano, y juntos vamos a buscar a Roberta, la enfermera con la que hablé hace unas horas, que parecía muy buena y seguramente que iba a darle ánimos a Thiago.

Ella al vernos sonríe:

— ¿Qué te pasa, Thiago?

— Dice que Barto se va a morir.

Ella niega con la cabeza:

— Esta menos grave dentro de su estado. El coma no significa la muerte, mi amor. Seguramente despierta. Muchas personas despiertan del coma.

       

— No me mientan. Me están mintiendo — dice Thiago mientras sigue llorando.

— Yo no te he mentido nunca, Thiago. Si te hubiera mentido ahora mismo no estaríamos acá. Yo estaría con Bruno en otro lugar del mundo, muy lejos de acá. Pero no, estamos los tres juntos, luchando, por hacer que nuestra familia esté unida.

— Pero dice que puede pasarse años en coma — argumenta él. Es muy terco —. El doctor lo dijo.

— Pero hay personas que despiertan del coma a los dos días — dice la enfermera —. Una anciana de 83 años, entró en coma y a los dos días despertó en perfecto estado. Ahora mismo ella está haciendo la misma vida de antes.

— ¿A mi papá le puede pasar eso?

— Claro que sí. Nada es imposible, Thiago. Pero hasta que tengamos noticias, tenés que estar tranquilo, ¿si?

— Bueno.

— Vuelvan a la sala de espera. Les aviso con cualquier cosa.

       

— Gracias enfermera — Thiago y yo volvemos a la sala de espera. Ahora si que estamos completamente solos.

— ¿Y Tefi? — Tefi, por fin me pregunta por ella. Estaba tan enojada que ni quiso venir al hospital cuando nos avisaron de lo del accidente, así que seguirá en el hogar.

— Estará en el hogar.

— Como te haga algo, voy a tener que hablar con ella seriamente.

Sonrío:

— Ese es el Thiago que yo quería ver — lo abrazo fuerte y él me sigue el abrazo. Así esta mejor.

-...-

Narra Nico:

En el hogar, todos los nenes están dispersos. Los más chiquititos están saltando por los sillones, Tefi y Jaz se están peleando y Rama y Tacho tan solo hablan y pasan de hacer las tareas que les puse para hacer.

Sin duda, en el hogar necesitan un padre responsable que les diga que hacer. Comenzaré con los chiquitos:

— Alelí, Monito, a cenar.

— No tenemos hambre — me responde Alelí mientras se desliza por la parte de atrás del sillón. ¡NO! La agarro en brazos.

— ¡NO HAGAS ESO MÁS! ¡PODÉS MATARTE! Y vos Monito, a cenar

Me llevo a los dos más chiquitos ara la cocina y miro a Rama y a Tacho:

— Pongan la mesa. La cena la traerán dentro de poco — apenas se cocinar, y Malvina menos, así que hemos pedido unas pizzas por teléfono.

— Que la pongan las mujeres — me responde Tacho.

— ¡NO! ¡NO QUIERO MACHISMO! La ponen ustedes, y no me hagan enojar.

Rama y Tacho suspiran, pero por fin comienzan a poner la mesa. Camino hacia el salón y agarro a Tefi por un brazo para separarla de Jaz.

— ¡ES UNA GRASA! — grita Tefi señalando a Jaz.

— No se insulten.

— Me dijo grasa y puta, Nico.

— Eso no se dice. Son chiquitas para insultar de esa manera, ¡por Dios!

Tefi la pega una cachetada a Jaz y vuelven a pelearse.

No, ya está. No puedo más, y necesito gritar porque sino me va a dar un infarto:

— ¡BAAAAASTAAAAA!

Padres Adolescentes 2 - Continúan los problemasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora