I. ¿Te acuerdas de mí?

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Después de diez años en un país prácticamente desconocido, por fin volvía a estar en aquel país que me vio nacer y me vio crecer.

El avión aterrizó y después de unos minutos las puertas estaban abiertas y las azafatas nos pedían amablemente que saliéramos por ellas.

- Vamos, Travis – zarandeé a mi hermano –. Ya hemos llegado – continué diciendo.

- Aún es de noche – contestó adormilado.

- Y lo seguirá siendo hasta mañana – contesté zarandeándolo de nuevo.

- Cinco minutos más… – dijo antes de intentar volverse a dormir.

- Como te duermas te quedas aquí y vuelves a Italia, majo – dije cogiendo la pequeña mochila negra que estaba depositada en los compartimientos de arriba.

- ¡Ya estoy despierto! – dijo incorporándose rápidamente poniéndose la chaqueta de cuero negra que tenía en su regazo. A ambos nos gustaba Italia pero lo veíamos más un país para visitar que para vivir.

Minutos después cogimos nuestras maletas, que no eran pocas, y fuimos a donde mis abuelos maternos nos esperaban.

- ¡Chicos, aquí estamos! – gritó una voz de anciano frente nosotros a unos metros de distancia.

Estuve unos segundos apoyándome sobre las punteras de las converse para poder ver de quien era la voz. Segundos más tarde identifiqué la mano de mi abuelo alzada y nos dirigimos, mi hermano y yo corriendo, a aquel punto del aeropuerto donde nos esperaban ellos.

- Travis, Clarissa, mis pequeños – nos saludó nuestra abuela dándonos un abrazo de aquellos que solo ella daba.

- ¡Cuánto tiempo y cuánto habéis crecido! – prosiguió mi abuelo abrazándonos cuando mi abuela nos soltó. Alguna que otra navidad venían a Italia a visitarnos pero no todas ya que era imposible -. Vamos, os llevaremos a vuestra nueva casa.

***

La casa era enorme.

Bueno, ese adjetivo se quedaba pequeño…

Habían dos pisos, el primero: tenía una cocina enorme, mi madre iba a disfrutar cocinando en aquella cocina, que la podías juntar con el también enorme salón, también había dos baños y un ventanal enorme que daba a un jardín inmenso decorado por césped natural, una piscina grandísima y un altísimo árbol; en el segundo piso estaban los dormitorios, cuatro para ser exactos, un baño ya que todas las habitaciones tenían uno en su interior y una pequeña salita.

- Estaréis cansados del viaje, será mejor que descanséis y mañana hablaremos – dijo mi abuelo antes de marcharse con mi abuela en su Toyota Land Cruiser gris oscuro a Doncaster.

- Subir a las habitaciones y dormir, mañana tendremos una mañana movidita – dijo mi madre, y mi hermano y yo trotamos por la amplia escalera para llegar a nuestros futuros cuartos.

Me adentré en el cuarto donde mis maletas descansaban en el suelo de éste. Tiré la mochila al suelo y me tumbé en la amplia cama de matrimonio con colchas y sábanas lilas y cremas. Todo en aquella habitación era bonito, había un escritorio blanco con una silla también blanca que parecía muy cómoda al lado de un tocador con un espejo con pequeños decorados en los bordes.

Me levanté de la cama y me dispuse a quitarme mis converse, mis pantalones negros estrechos y la camiseta de tirantes anchos, rota por la zona de las axilas donde las había hecho mucho más amplias dejando ver un poco el sujetador, blanca de ‘THE RAMONES’.

Me puse el pijama rojo y negro que había sacado de una de las maletas y me metí en la cama. A los pocos minutos caí en un profundo sueño.

***

The afraid of falling in love ➳ z.m. punk [finalizada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora