XX. Sorpresas y más sorpresas

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- ¡Marmota! – estaba durmiendo cuando oí a Travis gritar en su habitación y me asusté, así que corrí hasta él.

A ver, Travis siempre estaba gritando por toda la casa – hasta cuando hablaba solo – el muy gilipollas y ya me tenía acostumbrada pero aquel grito parecía que estaba sufriendo y encima el sueño que había tenido esa misma noche no había sido realmente tranquilo, así que más que correr para saber que pasaba corrí por su vida.

- ¿Qué pasa? – pregunté recuperando el aliento.

- ¡Hay una araña enorme en mi armario! – volvió a gritar de pie de la cama como si así estuviera más protegido.

Él siempre había odiado las arañas desde pequeño, creo que hasta le venía de serie al pobre – reí para mis adentros – así que con la mirada de pánico que tenía, caminé hasta el armario abriéndolo de par en par.

- ¡Ni se te ocurra matarla encima de mi ropa! – volvió a gritar, intenté no reír.

- No la veo – le contesté rebuscando delicadamente entre su ropa.

- Dentro de la caja blanca – contestó en un susurro a mi lado mientras me cogía los hombros, sus manos temblaban incluso más que un flan.

Busqué dicha caja con mis ojos y la vislumbré en una esquena del armario, la cogí y vi que pesaba bastante. La dejé en el suelo, haciendo que Travis se alejara rápidamente, y la abrí con cuidado para que la araña no se fuera y la pudiese atrapar.

- Santa madre de Dios­ – dije al abrirla completamente y ver un pequeño cachorrito un poco sucio en su interior.

Rápidamente lo cogí y lo puse en mi regazo abrazándolo suavemente mientras me daba pequeños lametones en el rostro.

- Aww, me haces cosquillas – reí.

- ¿Te gusta? – preguntó Travis en mi oído acariciando suavemente la bolita en la que se había convertido el cachorro – Feliz cumpleaños, marmota – besó mi mejilla.

- ¿Te he dicho alguna vez lo gilipollas que eres? – soltó una gran carcajada.

-  Soy el mejor hermano del planeta y lo sabes – besé su mejilla sonoramente.

- ¿De dónde lo has sacado?

- El otro día estábamos en el taller y lo vi, recordé que siempre habías querido un perrito de pequeña y me dijo Stephen que me lo podía quedar – confesó mientras jugaba con él en el suelo al dejarlo en él anteriormente –. Iba a bañarlo pero pensé que a ti te haría ilusión así que solo lo metí en la caja y empecé a gritar cuando lo escondí.

- La próxima araña la matas tú solo – le amenacé mientras cogía al perrito y me encaminaba al baño; oí su risa detrás de mí.

- Aquí tienes – me pasó una botellita de champú para perros. Parecía que lo había preparado todo.

Llené el lavabo con agua tibia y con cuidado empecé a lavar al perrito con cuidado quitando toda la suciedad posible antes de echarle el champú. Cuando vi que ya no podía quitarle más suciedad con las manos, le eché el champú en la cabeza y le fui restregando. Pensé que era gris pero en realidad, era un bichón maltés blanco con el hocico y las orejitas de un tono canela que llevaba más suciedad de la que pensaba.

- Estáis para haceros una foto – rió mientras sujetaba al cachorro para que no se moviera mucho mientras le aclaraba la espuma.

- Pero… ¿no será de alguien? – le pregunté un poco triste.

- Los del taller me dijeron que muchos perros que han encontrado por allí son abandonados por sus familias y que siempre llevan a perreras a los que no pueden cuidar ellos mismos – contestó sacándolo del agua y después lo envolvía yo en una toalla.

The afraid of falling in love ➳ z.m. punk [finalizada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora