Capítulo 20.

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Diego.

Me tiro sobre la cama, agotado tanto físicamente como mentalmente y suspiro mirando el techo de mi habitación mientras recuerdo la última vez que la vi, hace poco más de una hora. No me ha mirado durante aquellos breves minutos, pero han bastado lo suficiente para sentir el pulso de mi corazón lanzarse a aumentar las pulsaciones nada más ver su pelo rubio aparecer.

Tengo grabado en mi mente el tono de su voz, y por más que me conciencio de que no debo de sentir esto y que está mal, solo me hace desearla más. Me he tenido que reprimir tantas veces para no besarla sin ningún pudor que ya he perdido la cuenta.

Muchas noches, cuando no puedo dormir, me imagino como será su cuerpo desnudo en la oscuridad de mi habitación o tal vez sus ‟te quiero" susurrados levemente en mi oído tras yo haberle dicho por décima vez lo que la amo.

Un sonido en mi ordenador me hace salir de ese trance y es cuando entro en el chat de Messenger para ver el mensaje que me acaba de enviar Esther:

E: Hola :)

Inevitablemente sonrío, imaginándomela con sus preciosos ojos fijos en la pantalla mientras espera una respuesta, la cual escribo rápidamente.

T: Hey, ¿cómo estás?

E: Vamos tirando, ¿y tú?

T: Ahora mucho mejor

Y no estoy mintiendo.

E: ¿Ah, sí?

T: Ajá. Jajajaja.

E: ¿Y eso?

T: Porque tú estás aquí, hablando conmigo

T: Y eso me hace sentir privilegiado

Tarda bastante en responder, pero no me preocupo demasiado ya que lo más probable es que esté contestando a otra persona, y de nuevo vuelvo a pensar en ella.

No puedo imaginarme por el calvario que debe de estar pasando durante estas casi dos semanas después de que su padre muriese, lo que me teletransporta al funeral, justo en el momento en que estuvo entre mis brazos.

Desde que la conozco nunca la había visto así, tan... rota. Y hoy, nada más ver sus ojos rojos por el alcohol e igual de vacíos que el día del funeral, quería tan solo levantarme y decirle que todo iría bien, que yo estaría ahí, pero me he quedado sentado porque es lo correcto.

E: Vaya... No sabría qué decir

T: Mientras tú estés cómoda hablando conmigo me basta

E: Siempre lo he estado, creéme

Y me gustaría que esto me lo dijeses mí y no a una cuenta anónima.

E: Mañana a las siete de la tarde en la plaza España???

E: Te apetece quedar?? si puedes claro

Me quedo mirando fijamente su propuesta, algo tan tentador que me hace querer decirle solamente que sí, que igualmente iría a donde ella quisieses, pero después reparo en el hecho de que no soy el joven que ella se piensa, si no el mejor amigo de su madre.

Suspiro y paso ambas palmas de mis manos sobre mi rostro, pensando en qué contestar. Finalmente, opto por hacer una cosa.

T: Sí, claro :)

T: Ganas de verme?

E: Maybe*

T: Porque tan dura conmigo...?

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