Diego.
Sus brazos continúan rodeando mi cuerpo entero, haciéndome suspirar de satisfacción y enterrar mi cabeza entre su cuello y hombros. Pero, a pesar de eso, no pasa desapercibido lo último que me ha dicho, lo que ha causado que la aprete con más fuerza en el silencio de mi apartamento.
Su respiración, pausada, cae sobre mi nuca y me provoca una sensación de confort que hacía tiempo que no sentía. El saber que la vuelvo a tener a mi lado me hace sentirme como en casa de nuevo.
Esther se remueve un poco sobre mi regazo, haciendo más fuerte el abrazo sin despegarse de mí. Y yo no me opongo ante eso, ya que su contacto me hace sentir mejor y no sé qué sería de mí sin él.
–¿Estás mejor? —susurro, paseando mis manos sobre su espalda.
Ella asiente con la cabeza, separándose unos centímetros para verme el rostro.
–Eres lo único que me queda —con voz rota, acaricia una de mis mejillas con su mano—. Mi padre ha muerto, Fran está fuera y mi madre... tiene cáncer.
Y, cuando escucho esto último, el mundo se me para al instante y dejo de ser consciente de que se ha vuelto a poner a llorar, ocultando su rostro para que yo no lo vea.
Me quedo mudo, sin reacción alguna, ante las palabras dichas por la joven de la cual estoy enamorado. Lo primero en lo que pienso es en Virginia, quien probablemente debe estar destrozada por toda la situación.
No sé cómo reaccionar, así que lo que decido hacer es arropar de nuevo a mi pareja entre mis brazos y darle todo el consuelo que pueda mientras yo sigo sin asimilar la situación de que mi mejor amiga tenga cáncer.
Y supongo que será el choque de la situación o porque nadie que haya conocido hasta ahora lo haya padecido, pero me ha descolocado por completo la situación.
Abrazo con fuerza a la preciosa mujer que está sobre mi regazo, escondiendo mi cabeza en su pecho mientras no paro de pensar en ello, llevándome a llorar sin parar ante la situación de que, probablemente, pierda a mi mejor amiga.
Entonces, comprendo por qué ella se encuentra así y ha estado tan cortante en los mensajes. Me siento, al instante, patético debido a que no sé cómo gestionar la situación y no he podido estar durante todo el tiempo en el que ella me ha necesitado.
–Lo siento por no haber estado a tu lado desde que lo sabes, Esther.
–No lo sientas, Diego, no lo hagas —se separa unos escasos centímetros, acunando mi rostro entre sus manos mientras sus ojos miran a los míos llorosos—. Necesitaba unos días a solas con mi madre, alejarme de todo y poder dedicarme a ella.
Rodeo su cintura con mis brazos, acariciando su espalda a la vez.
–Pero yo... ¿Qué voy a hacer ahora? Quiero ayudaros pero no sé cómo.
–Yo solo te necesito a mi lado, y ella también en el suyo —acaricia mi mejilla, mirándome con aquellos ojos tan bonitos que tiene, los cuales me tienen por completo embelesado.
–Prometo estar ahí siempre, solo tienes que decírmelo.
–Te quiero.
Y, entonces, dice esas palabras que hacía bastante tiempo que no oía, provocándome una alegría instantánea que hace que sonría de una manera bastante inusual en mí. Me acerco a su rostro y, cerrando los ojos y acariciando su mejilla, la beso.
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Lo último que recuerdes.
RomantizmEsther nunca ha querido u amado a alguna de sus parejas, pero Diego sí. Él ha entregado su corazón ocasionando que se lo rompan, y ella ha roto el de los demás. Pero... ¿Qué pasaría si un día tuvieses sentimientos por el mejor amigo de tu madre? ...