Capítulo 50.

501 38 3
                                    


Bajo del avión nada más haber cogido la maleta, pasando por una especie de pasillo hasta llegar al aeropuerto de la capital. Me encuentro rodeada de personas corriendo a cualquier parte del aeropuerto mientras yo me encuentro muy perdida al no saber a dónde ir. 

Poco después, decido encender  el teléfono y marco el número de Fran, esperando a que me coja la llamada.

-¿Si? —contesta.

Sonrío.

-¡Adivina quién acaba de llegar! —exclamo, haciendo que varias personas se giren a verme.

-¡No jodas! ¿Ya? —escucho de fondo mover unos papeles—-. Vale, pues sal y espérame fuera. Vamos a por el coche y te vamos a buscar, ¿de acuerdo?

Tras colgar, me guío por las indicaciones del aeropuerto para llegar hasta la salida y, cuando estoy y veo que aún no han llegado, decido llamar a mi madre. En esa llamada, su voz muestra un alivio bastante notorio al ver que he podido llegar bien y todo va a salir bien.

El aire frío me azota en toda la cara y empiezo a temblar, pensando en que hubiese sido una buena idea haberme puesto algún abrigo más grueso para no pasar el frío que tengo, ya que no creía que fuese a hacer este tipo de tiempo en pleno mes de abril.

Al rato, veo un coche rojo aparcar a menos de 10 metros de mí. De él,  sale disparado del coche  mi hermano y corre hacia mí, levantándome del suelo con un abrazo fuerte mientras me besa toda la cara.

-Te echaba mucho de menos, niña.

A continuación, me deja en el suelo y me deposita un beso en la frente. Seguidamente, se hace a un lado y veo a un hombre y una mujer, de unos 50 años, esperar pacientemente a menos de 5 metros de nosotros con una gran sonrisa en la cara.

-Ven, Esther, que te los presento — posa su mano en mi espalda y me empuja levemente hacia ellos mientras cojo mis maletas. Y, hablando en un bieloruso muy fluido, me presenta —. Ella es Esther, mi hermana. Tenía muchísimas ganas de que la pudieseis conocer.

Los ojos de ambos se posan sobre mí, haciéndome que me enrojezca levemente y les dedique una sonrisa. Después, y de la mejor manera que puedo, les saludo en inglés y hablamos durante varios minutos, ayudándome a colocar las maletas en la parte trasera del coche.

Durante todo el trayecto, sus padres no paran de interesarse sobre mí: mis estudios, mis amistades, mi relación con mi hermano... Hablan de una manera muy cálida y con mucho tacto, haciéndome sentir bastante cómoda y querida.

Al llegar a su casa, me quedo fascinada al ver la pequeña casa de campo que tienen. Se trata de una antigua casa de piedra rodeada de campo y, a lo lejos, una granja. Observo cada detalle del lugar, quedándome prendada del sitio mientras escucho de fondo a Fran hablar con sus padres y sacan mis maletas del coche.

-Fran, por favor, enseñale a tu hermana cuál será su habitación durante este tiempo —le dice su padre.

Junto con él, entramos en la casa y observo todo su interior. Se siguen manteniendo las paredes de piedra junto a un suelo oscuro de parqué, resaltando por encima el exquisito gusto de los muebles escogidos por la familia, habiendo una combinación entre las tonalidad de blanco, beige y gris claro.

Cuando llegamos a mi cuarto, Fran decide dejarme sola para instalarme y me tomo un tiempo para observar la habitación. Se trata de un cuarto algo grande con paredes blancas y mucho espacio, con una cama de matrimonio colocada junto a la pared y una enorme ventana que da a la granja que hay detrás de la casa.

Lentamente, me acerco a esa ventana y me pongo a observar la zona, viendo más casas a kilómetros de la nuestra. También vislumbro un pequeño río cerca de la zona, que probablemente se encuentre congelado debido a las temperaturas que suele haber en este país.

Lo último que recuerdes.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora