Capítulo 10.

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                La primera vez que me besé con alguien fue a los once años con un chico que iba a mi campamento; y, sinceramente, ni me acuerdo cómo sucedió ni qué sentí. Desde entonces, todas las personas con las que me he besado no me han hecho sentir lo que noto ahora mismo, besando a Cristian.

Hace cosa de unos segundos nos hemos separado para tomar aire, y en esos segundos, me ha mirado para decirme: "No busco nada serio, Esther", a lo que yo le he respondido con un: "Yo tampoco".

-¡Viva el alcohol! – escucho gritar a Saray.

Me separo del chico de ojos azules, quien acaricia mi mejilla poco después y nos quedamos mirando fijamente por unos instantes. Tal vez sea la oscuridad de la madrugada o el estar a contraluz de una farola, pero le veo más atractivo de lo que creía.

Paso la yema de mi dedo índice por su mandíbula, y al hacer eso, viajo completamente a otro lugar. Pienso por primera vez en Diego desde que me he ido de fiesta y el cuerpo se me hiela pero el corazón aumenta su ritmo cuando recuerdo sus ojos puestos en mí y el tacto de su mano al lado de la mía.

Él se va en unos días a otro continente con una diferencia horaria y miles de kilómetros de distancia. Tres meses. Y cuando pienso en la cantidad de tiempo, el estrés se instala en mi sistema y deseo con todas mis fuerzas que los días del calendario pasen lo más rápido posible.

-No me ves – la voz de Cristian me saca de mi ensoñación.

-¿Perdón?

Él me dedica una media sonrisa mientras baja su mirada, tomándome la mano y provocando que frunza mi ceño.

-Me miras pero no me ves, Esther – sus ojos escanean mi mirada y yo, completamente aturdida a lo que dice, frunzo más mi ceño. Él vuelve a sonreír -. Ni el alcohol ni mis besos van a sacarte a esa persona de tu cabeza.

-¿Pero qué dices?

-Sé que estás enamorada de otra persona, y si no te has dado cuenta, ya te lo digo yo – él hace una mueca y se aparta un poco de mí, pero su lejanía no me afecta -. Puedes besarme, sonreírme y todo lo que quieras, pero al mirarme parece que no me ves a mí, Esther. Estás en otra parte.

Se queda sentado ahí, ladeando su cabeza y yo mientras procesando la información. ¿Y todo esto que he sentido? No puede ser una imaginación mía...

-Eres una chica encantadora – me toma la mano de nuevo y la aprieta -. No me enfadaré ni me sentiré ofendido por esto porque puedo ponerme en tu lugar...

-No estoy enamorada de nadie, Cristian – le corto, mirándole sin entender.

¿A este chico le ha subido el alcohol a la cabeza?

-Porque aún no te has dado cuenta, Esther.

***

Abro la puerta de casa de mi padre y dejo las maletas en el suelo. Un hombre de metro setenta aparece por el pasillo, y nada más verme, sonríe causando que alrededor de sus ojos salgan patas de gallo.

-¡Papá!

Dejo las maletas frente a la puerta, que ahora está cerrada, y me apresuro a ir entre sus brazos. Cuando estoy ahí, siendo arropada por él, me besa repetidas veces la mejilla a la vez que sus brazos ejercen más y más presión, estrechándome.

-¿Cómo estás, gatita?

Me separo y ruedo los ojos. Sabe que odio que me llame así.

-Bien, ¿y tú?

Mi padre me mira con sus ojos azules y vuelve a sonreír, por lo que no hace falta que conteste. Con ayuda de Fran y de él, me instalo en mi habitación y empiezo a colocar la ropa.

-¿Qué tal te va la universidad? – pregunta, sentado sobre mi cama mientras me va dando la ropa que hay en la maleta.

-Bien, bien – sonrío y cuelgo un pantalón -. Algo estresante pero bien.

-Si es por el trabajo, déjalo, ya es suficiente con que trabajes en verano.

Me acerco a él.

-Sabes que no quiero estar pidiéndoos dinero cada dos por tres, papá – beso su mejilla -. No sé por qué me dices que lo deje, por más que lo digas sabes que no lo haré.

Él ríe y yo me dirijo al armario, sonriendo.

-No serás hija mía de sangre, pero la cabezonería la has sacado de tu madre.

Y cuando menciona a mi madre en la conversación, me giro para mirarle y sus ojos están puestos en otro punto de la habitación. Sé que a pesar del tiempo no la olvida, y no es que no haya tenido parejas, pero no puede dejar de quererla a pesar de todo, al igual que mi madre.

-¿Y tú qué tal en el trabajo?

Me mira de nuevo y se encoge de hombros. Después de ayudarme a instalarme, preparamos entre los tres la cena y nos sentamos en la barra americana que hay en la cocina de mi padre. Fran empieza a hablar sobre su novia, Sara, mientras mi padre y yo le escuchamos atentamente, y cuando acaba, me miran a mí.

-¿Y tú? – me pregunta mi padre - ¿Algún novio?

Me da gracia cuando lo dice en castellano, ya que siempre hablamos en francés, de donde él viene. Niego con la cabeza y continúo comiendo bajo sus atentas miradas.

-Después de Víctor ha pasado a vivir la vida de soltera – Fran me guiña el ojo – y la verdad es que la veo mejor.

-Lo que a ti te pasa es que no te prestaba tanta atención y te ponías celoso.

Mi hermano mayor me saca la lengua y yo le correspondo a la vez que nuestro padre nos contempla divertido. Después de cenar, nos quedamos viendo la televisión y me quedo dormida a la media hora, así que opto por irme a dormir.

Al haberme lavado los dientes y desmaquillado, me he despejado por completo, así que en vez de volver al salón cojo mi portátil y lo enciendo. Un mensaje me salta nada más entrar en el Messenger, y es procedente de T.

T: Hola, Esther.

Me lo había enviado hacía día y medio.

E: Hey

E: creo q llego un poco tarde

E: Jajajaja

Pero se encuentra conectado y me responde rápidamente.

T: Nunca es tarde para tus mensajes

T: Lo siento yo también por no hablarte

T: He tenido unos días ajetreados.

E: Jjajaja

E: DW*

T: Echaba de menos hablar contigo

*DW: Don't worry (Inglés). En castellano: No te preocupes.

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