Capítulo 12.

2.2K 108 2
                                    

Diego.

Miro por el ventanal entrar el sol en grandes cantidades y llevo la taza de té a mis labios, cerrando los ojos mientras bebo.

Relájate.

No me he acabado de acostumbrar al ritmo de la ciudad; y no me refiero a que sea otro mundo en comparación con mi ciudad natal, si no que es extraño, y en parte me gusta.

Aún así, echo de menos el cálido sol que te lleva a un equilibrio diferente y a mi familia. Sé que es un trabajo a corto plazo y que después volveré a la misma oficina en la que llevo trabajando hace poco, pero quiero que el tiempo corra rápido.

Cuando he acabado de beber, me voy directo a por la bandolera y la cuelgo sobre mi hombro. Apago la televisión y cierro con llave la puerta de mi piso.

Nada más salir a la calle, noto que hace más calor que los últimos días y me doy cuenta de que el verano está a la vuelta de la esquina. Y mientras me acerco al coche, pienso en Esther.

Nada más acabar de hablar, intenté relajarme durante el descanso que tenía en el trabajo, pero no pude. Su voz sigue resonando desde entonces en mi cabeza y no paro de pensar en ella.

A veces llego a pensar que esto es una obsesión o que está mal.

En las noticias siempre suelen salir casos en los que un hombre de mi edad abusa de una de la suya o situaciones parecidas, y tengo miedo de que ella piense así de mí. O que al menos lo llegue a barajar como posibilidad.

Quizá sea mi carácter o tal vez la medida que debo de tomar al estar así por ella, pero soy más frío de lo normal cuando hablo con Esther.

Cuando la vi por última vez en el restaurante antes de irme y rozamos nuestras manos, llegué a pensar durante un corto periodo de tiempo que cabía la posibilidad de que ella sintiese algo por mí, pero es imposible.

Esther es una chica joven y muy atractiva, al menos para mí, y lo más probable es que tenga a varias personas a sus pies y que sean de su edad; no uno de los mejores amigos de su madre.

Desde que lo dejé años atrás con mi antigua ex pareja, no he vuelto a sentir nada así hasta ahora; y no es que haya sido cosa de un día.

No he mantenido ningún tipo de contacto femenino desde entonces y es algo que me llega a irritar a veces, el no poder encontrar a alguien con el que mantener una relación. Y no es que no sea difícil, que no lo es, pero siempre acabo pensando en ella.

Soy consciente de que me arriesgo a que Esther no me corresponda y salga dolido de la posible película que me esté montando en mi mente, pero aquel día en que rozamos las manos creí por unos segundos que fue algo real.

Concéntrate en la carretera.

Me he tenido que ir controlando a lo largo de este tiempo para no lanzarme a sus labios y confesarle lo que yo siento por ella para después pedirle si quiere que la lleve a mi casa, y cuando creo que tengo el coraje de hacerlo, me rehúso.

Siento por momentos que está bien, que es lo correcto y adecuado, pero luego veo que no. No tengo miedo al qué dirán, si no a la reacción de Virginia y lo que sucederá en el futuro.

Ella ha sido una de las personas más importantes que he tenido en toda mi vida y que un día se dé cuenta de que estoy enamorado de su hija, me hace temblar por completo.

Porque no es lo correcto.

Porque tendría que ser de otra manera, pero no lo es.

[...]

Lo último que recuerdes.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora