Capítulo 51.

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Miro a través de la ventana mientras me llevo la taza de café a la boca, dándole un breve sorbo. Hoy, después de muchos días, llueve por primera vez.

Nunca he sido una persona fanática de la lluvia; de hecho, no me gusta. Pero hoy me encuentro especialmente complacida por el tiempo, viendo como todo el suelo que rodea la finca se humedece por el agua y, a lo lejos, como los animales buscan refugio para no mojarse.

Dejo la taza sobre la mesilla de noche que hay al lado y me cruzo de brazos, intentando proporcionarme algo más de calor. Seguidamente, tomo asiento en la cama y llamo a mi madre.

Ya han pasado casi 2 semanas desde que me marché de España y en 3 días vuelvo aunque, desde mi punto de vista, parece que ha pasado un siglo. Mi madre y yo hablamos sobre su estado de salud y cosas banales como el tiempo que hace en Minsk y cómo está Fran.

El tema del cáncer lo tocamos por encima porque no me apetece comentar sobre él y, si lo hablamos menos, me autoconvenzo de que es algo lejano y no tiene mucha importancia, pero la tiene.

Tras haber hablado con ella, decido bajar y unirme a la familia en la cocina, donde están preparando un plato típico del país: Draniki. Se trata de un plato popular basado en patatas ralladas y cebollas que se sirve con una crema agria, que en este caso la han hecho vegana para que yo pueda comer.

Tomo asiento en el taburete que hay en la isla de la cocina y observo a mi hermano ayudar a su madre y padre. Parece que se conociesen de toda la vida y es algo que me enorgullece. Poder ver a mi hermano estar cómodo y aprender de sus raíces junto a las personas que le dieron la vida, me llena el corazón.

Al rato, decido levantarme y voy a lavarme las manos en el fregadero, queriendo ayudarles y no quedarme sentada observando. Pasamos toda la mañana y parte de la tarde haciendo comida y platos típicos de la zona, aunque con grandes fracasos culinarios, pero compartiendo grandes momentos que se quedarán grabados a fuego en mi mente.

Ya casi al atardecer, Fran y yo decidimos ir a dar una vuelta por las afueras de la casa mientras conversamos. Me comenta cómo se encuentra su relación con Sofía y qué tiene pensado hacer nada más llegar a España, matizando en que le gustaría cambiar de profesión y empezar a estudiar en la universidad la carrera de historia.

-¿Y tú? —sus ojos se posan sobre mí, esperando mi respuesta— ¿Qué tienes pensado?

Me encojo de hombros.

-No lo sé, Fran —contesto de manera honesta, posando mis ojos sobre el horizonte donde hay una preciosa combinación de diversos colores—. Llevo mucho tiempo planteándome el futuro, sobre todo después de la muerte de papá. Me gustaría irme fuera a trabajar, empezar algún proyecto sola y poder emprenderlo.

Sus ojos me observan sorprendidos ya que jamás habíamos tenido este tipo de conversación.

-¿Y qué te lo impide?

Me paro por un momento y le observo.

-Mamá —suspiro—. No es que me lo impida, sino que no quiero irme y dejarla en España con cáncer.... y tampoco a Diego.

Fran se acerca a mí, mirándome fijamente a los ojos.

-Mamá siempre querrá que persigas tus sueños y no quiere ser un obstáculo en ninguna de nuestras vidas —comenta—. Y, respecto a lo de Diego, si te quiere y quiere verte feliz, comprenderá realmente en qué debe apoyarte y estará a tu lado en todo momento.

Alzo la mirada y poso mis ojos sobre mi hermano, quien está en espera de una respuesta.

-Tienes razón —admito—, pero no me veo capaz de tener una conversación sobre este tema con los dos. Me da mucho miedo el futuro y lo que pueda suceder.

Lo último que recuerdes.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora