Capítulo 47.

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–¡Te besó, Esther! —sus ojos, ensanchados por el dolor y la rabia, me miran mientras sostiene en una de sus manos mi teléfono— Yo... yo... ¿Por qué no me lo contaste, joder?

Con una toalla envuelta en mi cuerpo y recién salida de la ducha, me encuentro frente a él en el baño mientras me mira de aquella manera a la vez que yo intento buscar las palabras concretas para explicarle lo que sucedió cuando salí de fiesta.

Eric me besó y eso no lo voy a negar, tampoco que no supe cómo reaccionar, pero sí que me aparté al instante porque yo no quería aquello. Lo que realmente no sé cómo explicarle es que no sabía cómo decírselo, cómo explicarle que uno de los chicos con el que me acostaba hasta poco antes de empezar a salir me besó de fiesta y se lo he estado ocultando.

Hace tan solo un día que ha vuelto y nos encontramos en esta situación, la cual no sé cómo enfrontar porque pensaba que surgiría de otra manera, en la que yo se lo contase.

–¿No vas a decir nada? —ha bajado su tono de voz, pero aún así no deja de mirarme de la misma forma mientras yo sigo sin saber qué hacer.

Me quedo contemplando sus ojos de manera pausada, sintiendo mi corazón latir de manera violenta contra mi pecho, sintiéndome mareada ante la situación. Sé que tengo que hacerle frente, asumir que está sucediendo y aceptar todo lo que suceda porque ha sido mi culpa ocultárselo siendo mi pareja y mi gran confidente.

–Lo siento, de verdad, Diego. Quería contártelo.

–¿Cuándo? ¿Un año después? —puedo notar a kilómetros el dolor con el que me habla— Nunca te he obligado a contarme nada porque quería darte tu espacio, que saliese de ti. Jamás me he quejado de nada, aunque me doliese verte junto al chaval aquel en el mismo grupo sabiendo todo lo que pasó entre vosotros, y me lo pagas así. ¿Qué es lo que he hecho mal, Esther?

Bajo la mirada, sintiéndome una mala pareja y completamente estúpida.

–No quería hacerte daño, Diego, de verdad.

–Me lo has hecho más ocultándomelo, Esther —su voz continua igual que antes y yo no puedo mirarle porque duele de verdad y no podría soportarlo—. Comprendo que no me contases lo de tu madre, enserio, ¿pero esto? Joder, Esther, pensaba que había confianza entre nosotros y nos contaríamos las cosas como una pareja.

Alzo la mirada y con lo que me encuentro es su rostro descompuesto por completo, viendo la decepción que siente hacia mí al haberle hecho todo eso. Y, a su vez, tengo bastante miedo de lo que pueda suceder a partir de ahora, si deja de confiar en mí o, simplemente, no podrá aguantar la situación.

–Siento haberte decepcionado, Diego.

Pasa las manos por su rostro, desesperado.

–Vas a coger frío —comenta, mirándome de arriba hacia abajo ya que sigo mojada y con una simple toalla—. Vístete y hablamos luego.

Me tiende el teléfono sin rozar a penas mi mano, y en ese momento realmente añoro su contacto por completo. Se marcha de allí cerrando la puerta y dejándome a solas. Entones, me siento en el retrete y, con el teléfono en la mano, leo el sms que me ha enviado Saray.

¿Le has contado ya que Eric te besó? Deberías.

Dejo el aparato en el lavabo, llevándome las manos al rostro y largando un gran bufido. Con mis éstas, después, apoyando mi cabeza bajo la barbilla, me quedo contemplando un punto exacto durante un largo rato pensando en cómo voy a gestionar toda la situación.

Lo último que recuerdes.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora