Aviso.
Cualquier mensaje machista, misógino o denigrante (a cualquier sexo) será borrado.
Octubre 2010.
-¡Ya he llegado a casa! - dejo las llaves en su sitio y tiro mi bolso sobre el sofá.
Nadie responde, así que doy por hecho que mi madre está trabajando y Fran se ha ido a la biblioteca. Camino hacia la cocina y abro la nevera, metiendo la nariz ahí para mirar qué hay.
-Esto está vacío.
Y no es verdad, tan solo había un par de gelatinas, trozos de carne proveniente de los pobres animales asesinados y verduras. Así que me dirijo al armario y cojo un bote de pepinillos.
Corro hacia mi habitación, reemplazo la ropa que llevo puesta por mi cómodo pijama y, cuando me quito el sujetador, gimo de placer.
-Ni follar ni hostias. Esto sí que es placer del bueno.
Al acabar, me tumbo de espaldas a la cama con el portátil sobre mi barriga y el bote de pepinillos a mi lado para ver alguna película; pero, cuando enciendo el ordenador, me sale que he recibido un mensaje de un chat.
Messenger.
T: Hey, ¿estás?
Me lo había enviado a la una y treinta y cinco. Descanso mis dedos sobre el teclado mientras pienso la respuesta.
E: sí, x?
Y me respondes a los segundos, a pesar de haberle contestado tres horas después.
T: quiero hablar contigo.
Me quedo leyendo el mensaje durante un buen rato y no sé qué decir realmente.
Hace casi dos semanas que empezamos a hablar, y realmente aún no sé el motivo. Recibí su petición de amistad y lo acepté porque Saray lo conoce, o eso me ha dicho.
E: pues habla entonces.
Salgo del chat y me pongo a ver los mensajes que ha publicado la gente mientras escucho música. En un momento dado, tocan la puerta de mi casa, así que ignoro el mensaje que me ha enviado ese tal T y me arreglo un poco para ir a abrir la puerta.
Al final no me pongo el sujetador, estoy en mi casa.
Veo a través de la mirilla a Diego, uno de los mejores amigos de mi madre. Entre abro la puerta y él se sorprende al verme, pero me regala una sonrisa al instante.
-¿Estás sola?
Ladeo la cabeza mientras entre cierro los ojos en su dirección.
-¿Y eso lo preguntas porque...?
-Tu madre me tiene que dar algo para que lleve al ayuntamiento - me mira por unos segundos para después fijarse en que no llevo sujetador.
Me río y Diego me mira, dejando de lado el simple hecho de mis pechos sueltos. Me hago a un lado y él pasa.
-¿Sabes qué papel era o algo? Puedo ir a buscarlo - sugiero, acercándome al despacho de mi madre.
Los ojos marrones del hombre se centran en mi bolso tirado en medio del salón. Sonríe.
-Nunca cambias, ¿verdad?
Ruedo los ojos y me apoyo contra la pared, cruzándome de brazos. Al hacer la última acción, mis pechos se elevan y él me mira de nuevo el escote, abriendo levemente su boca.
Diego tiene la misma edad que mi madre, cerca de los cuarenta años de edad, pero a pesar de eso, no es un hombre que los aparente, si no que parece dos o tres años menor. Mi madre le ha ayudado esta vez a conseguir trabajo, ya que lo han mandando al paro después de quince años trabajando en el mismo sitio.
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Lo último que recuerdes.
RomanceEsther nunca ha querido u amado a alguna de sus parejas, pero Diego sí. Él ha entregado su corazón ocasionando que se lo rompan, y ella ha roto el de los demás. Pero... ¿Qué pasaría si un día tuvieses sentimientos por el mejor amigo de tu madre? ...