Veo a Diego adentrarse a la cocina con los platos sucios en ambas manos mientras yo estoy en el sofá hablando con Enrique y su mujer. Corro la mirada por el lugar, quedándome fija en la pared para recordar a los segundos que tengo que entregar un trabajo de la universidad y que el plazo acaba en menos de una hora.
Me disculpo y voy hacia mi bolso, rebuscando el pendrive y después me pongo en marcha para hablar con Diego, quien parece que no ha salido aún de la cocina. Abro la puerta y veo su espalda cubierta por aquel jersey negro que se pega tan bien a su cuerpo, y lo que no me pasa de alto es el pequeño culo que marcan sus pantalones.
El mejor amigo de mi madre se gira y nuestras miradas se quedan conectadas, pero después me recorre el cuerpo con sus ojos y me siento, por la manera en la que me mira, como una diosa.
–Dime.
Me rasco la nuca nerviosa y bajo la mirada.
‑¿Podrías dejarme tu ordenador? Es que tengo que enviar un trabajo y me he olvidado, pero el pendrive lo tengo aquí. Solo sería enviarlo, es que el plazo acaba en media hora.
Diego se queda mirándome fijamente mientras yo estoy hablándole a cerca de la universidad y de qué trata el trabajo, maldiciéndome a mí misma por ser tan irresponsable, a lo que Diego me responde con una sonrisa.
‑Claro —acepta, girándose y tomando un pequeño papel—. Ten, está es la contraseña de entrada.
Le sonrío agradecida.
‑Muchas gracias, Diego —me abalanzo sobre él y le abrazo.
Al principio se queda parado, pero rápidamente me acaricia la espalda de aquella manera que me gusta tanto y que solo yo sé que hace que, sin querer, clave mis dedos en su espalda y él me apriete más con su cuerpo.
Nada más haberme ido, enciendo su ordenador al estar en su habitación e introduzco la contraseña, y cuando me sale el escritorio, se salta el chat de Messenger.
Lo que a mí menos me gusta es cotillear las conversaciones que tiene la gente en su privacidad, pero cuando veo sin querer que hay un chat con mi usuario, alzo las cejas y corro rápidamente a ver su usuario.
–No, no, no, no... —niego con la cabeza, notando como el corazón se me para al ver que es T.
Mis ojos se mueven involuntariamente por el chat, viendo como él ha sido el que ha estado hablando conmigo durante todos estos meses.
El pulso se me dispara y lo noto en las manos, que me tiemblan encima del teclado. Envío el trabajo, y después de eso, hago capturas de pantalla de varias conversaciones para imprimirlas mientras siento como el enfado es el que da sustitución a mi estado de shock.
No puedo creerme que en todo este tiempo él haya sido el que me ha estado hablando, sabiendo el riesgo que corría.
Por eso estaba tan contento de verme cada vez y me mira de esa manera que a mí me gusta.
Niego con la cabeza mientras tomo las fotocopias y me dirijo hacia la cocina, viendo a mi madre salir sin ésta darse cuenta. La decepción que tengo en estos momentos mezclada con el enfado es una mala combinación que me hace llorar la impotencia por haber creído que Diego no podría ser.
Me siento mal por haber desconfiado de los otros amigos de mi madre, con los que he sido un poco cortante debido a la desconfianza de no saber quién era T.
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Lo último que recuerdes.
RomanceEsther nunca ha querido u amado a alguna de sus parejas, pero Diego sí. Él ha entregado su corazón ocasionando que se lo rompan, y ella ha roto el de los demás. Pero... ¿Qué pasaría si un día tuvieses sentimientos por el mejor amigo de tu madre? ...