Capítulo II

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Un silencio incómodo reinó la Sala Común, dejando a Draco y a Hermione a unos 30 centímetros de distancia.

—¿Qué? ¿Quieres que te bese? —Draco rió.

—No, yo... —respondió ella mientras lo veía a los ojos.

—Yo... -dijo él perdiéndose en su mirada, seguido a esto observó sus labios, como si no tuviera control sobre su cuerpo y acciones, la tomó por la cintura y se acercó despacio, muy despacio, tal vez quería besarlo o tal vez quería vomitar, un par de centímetros lograban crear un espacio entre sus bocas, solo una verdadera casualidad podría arruinar ese tipo de momento, y con la suerte que corrían ambos, era predecible que pasaría.

La castaña recordó que no tuvo oportunidad de tomar bocado en la hora de desayuno, lo que hizo que su estómago hiciera un ruido discreto, el cual, por la cercanía, Draco escuchó —Creo que deberías ir a desayunar...

—Eh, sí, totalmente de acuerdo  —Hermione tomó ambos brazos del rubio y los devolvió a su lugar, sin embargo, no quitó las manos de ellos, seguía sujetándolos como si de un análisis se tratara.

—Mmmh, creo que puedes... O más bien, deberías...

—Oh, lo siento, soy una idiota —despegó sus manos del cuerpo de Draco y rió por un segundo pero luego dejó la vista fija en sus ojos otra vez, suspiró y habló— . Acaban de atacarme con una maldición imperdonable y la maldita anda por ahí como si no hubiera sucedido nada.

Entre ricos y malos siempre es lo mismo, ¿no? Cubren sus caídas y se protejen entre ellos.

—Escucha, podemos dejar eso de lado, promete que no vas a abrir la boca y no tendremos otro tipo de situación así. Jamás —nuevamente una mueca apareció en el rostro de Hermione, Draco puso su dedo pulgar e índice en la barbilla de Hermione, observó su rostro con una expresión inentendible, también tenía una mueca. Estaba demasiado cerca para poder encontrar sus labios y pegarlos a los suyos—. Que se jodan todos.

Draco plantó un beso en los labios de la castaña. No se esforzó en realizar ningún movimiento, simplemente pegó sus labios y tal pretificus totalus, la nueva pareja se quedo estática. Mientras Hermione seguía sin procesar la situación, pudo percibir el mismo cosquilleo que antes. Espió por debajo de sus párpados y observó una leve ruborización en la piel blanquecina de Draco. ¿Qué se supone que era esa reacción? Claro, podría ser rabia, tal vez asco, un poco de confusión. ¿Ambos estaban sintiendo lo mismo? Probablemente. El verdadero problema era, ¿qué era esto que ambos sentían?

Las sospechas de Hermione parecían cada vez mas cercanas, escuchaba pasos al otro lado de la puerta, pero solo eran momentáneas. Cuando creyó que era el momento de volver a la realidad, encontró el verdadero dilema. Sus brazos volvieron a pertenecerle, al igual que sus piernas y dedos, podía sentir como el movimiento volvía a ser controlado por ella. ¿Quería alejarse o acercarse más? Podía dar un empujón al rubio o mover sus labios al ritmo de los latidos de sus corazones, casi sincronizados. ¿Quién lo diría?

Antes de tomar una decisión, los "guardaespaldas" de Draco se hicieron presentes en la Sala Común. Crabbe y Goyle eran más bien como dos grandes simios infestados de color esmeralda que protegían a su pequeño elfo.

—¡Por Merlín, Draco! —gritaron Crabbe y Goyle al unísono al ver la escena.

—¿Qué diablos quieren ahora? —dijo Draco en un grito ahogado, lo ruborizado de sus mejillas ahora adornó todo su rostro, a eso Hermione le llamó en su mente como un pequeño"berrinche del chimpancé".

—¿Qué diablos haces tu con la sangre sucia? —dijo Goyle sin siquiera voltear a ver a Hermione, quien ahora lanzaba chispas por los ojos.

—Bueno, ¿no puedo besar a una chica?

—Pero tu la odias —Hermione no resistió más. Tenía tres opciones; golpearlo, gritarle por unas 3 horas o mandarle un maleficio, aunque la primera y la última fueran imposibles, no quiso gritarle a un simio y prefirió dar media vuelta para salir de forma sencilla de la sala.

Hermione podía escuchar los gritos de los chicos. El sentimiento de protección y orgullo se hizo presente nuevamente, como cuando de niño te molestaban y tus padres te defendían, pero, todo era mentira, formaba parte del ahora trato creado entre el rubio y la castaña para hacer sentir celos a alguien más. Faltaba aún media hora para que diera inicio su primera clase, tenía tiempo para ir a la Sala Común y hablarle a alguien acerca de lo sucedido. Por supuesto, ahora iba corriendo a contarle a sus mejores amigos sobre como se hizo novia de su peor enemigo en menos de 5 minutos y sobre la fantabulosa experiencia besando a un chimpancé chillón. Solo le quedaba alguien.

—Hagrid —dijo Hermione.

—Hola Hermione, ¿qué te trae por aquí? —dijo el Semi-Gigante.

—Pues... Tú sabes, me perdí. —mintió mientras realizaba una mueca.

—¿Te perdiste en el Castillo? —Hagrid frunció el entrecejo.

—Pensé en muchas cosas mientras caminaba, estaba un poco molesta y también afectada por una calificación, Ronald me ha sacado de mis casillas últimamente, aparte...

—Entiendo —Hagrid interrumpió repentinamente a la adolescente—. Nos vemos luego Hermione, y una cosa más, no me gusta que andes por acá, recuerda como son los de Slytherin.

—Oh, claro —Hermione había empezado a sumergirse nuevamente en sus pensamientos diarios que había dejado por un segundo todo el tema de su prematura y nueva relación—. Hagrid

—¿Para qué soy bueno? —preguntó.

—¿Has visto a Ginny?

—¿Ginny? ¿Qué Ginny?

—Weasley, por supuesto.

—Ahhhh, Ginny —Hagrid sonrió ligeramente—, la última vez que la vi estaba en el Gran Comedor.

—Gracias Hagrid, te veo luego —Hermione sonrió sinceramente.

Caminó rápidamente tratando de que nadie la viera, estaba tan ruborizada por recordar toda la situación que recíen vivía, pero a la vez por el enojo. Cuando entró al Gran Comedor no se le hizo tan difícil encontrar a Ginny, estaba en medio de la mesa de Gryffindor, desde la distancia podía diferenciar su tierno rostro y carisma al tratar con cualquier persona. Era una persona muy linda, por dentro y por fuera, solía estar rodeada de chicos, pero todos sabían que no cualquiera podía robar su corazón.

—Oye... Ginny.

—Ey, hola Hermione, no te vi en la Sala Común, ¿dónde te has metido? Siéntate —dijo la pelirroja haciendo a un lado a Dean Thomas y empujando a Seamus Finnigan que estaba a su lado.

—Bueno, la verdad quería hablarte —Ginny entendió rápidamente.

—Chicos, hablaremos luego ¿sí? Adiós —dijo mientras arrastraba las palabras y empujaba suavemente con la mano a los chicos cercanos—. Dime lo que sea que sientas o haya pasado.

—Bueno, no se si hice la estupidez más grande de la historia o lo mejor de mi vida.

—¿Por qué? ¿Qué hiciste? ¿Le mandaste un maleficio a Snape? —dijo la pelirroja esbozando una sonrisa traviesa.

—No, es sobre...

—¿Sobre?

—Draco —dijo Hermione en un susurro que apenas y ella misma escucho.

—¿Quién? —dijo Ginny levantando la voz, como si la sorda fuera Hermione.

—Hola chicas —dijo Harry sentándose en medio de las dos—. Hola chica —le dijo especialmente a Ginny, dándole un tierno beso en los labios*—Hola Hermi... —pero esta vez fue demasiado tarde, alguien ya estaba sentado al lado delña castaña y ella no le prestaba atención a nadie más salvo a esa persona.




*En mi mundo, Harry y Ginny son novios desde Primer Año, y todo el día se mandaban escusados vía lechuzas. Ah.

A un Paso del Amor -EDITANDO-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora