La devastación del mundo que antes conocíamos influyó en que los muertos no fueran lo que más le causara rechazo, sino la maldad que caracteriza al ser humano.
Se había fundado una gran ciudad durante el transcurso de los años. Los científicos habían puesto gran empeño con el fin de averiguar el origen que había causado la existencia de muertos vivientes, pero las cosas solo se habían complicado. Los recursos escaseaban cada vez más y no había modo de hallar una cura para dicho problema. El día a día siempre era lo mismo, batallar con cientos de hordas de caminantes se había vuelto una agonía y era preocupante el percatarse de que el número nada más que iba cada vez en aumento.
Dasha tenía ahora 35 años y pese a que todavía conservaba su juventud intacta, podía afirmar con certeza que tenía una razón por la que seguir adelante con su vida: Gael.
Gael había crecido bajo el desarrollo de un amor incondicional. Todos los allí presentes lo habían instruido de la mejor manera posible de modo que en el futuro no tuviese ningún impedimento a la hora de enfrentarse al mundo real. Su madre se había encargado de transmitirle todo conocimiento adquirido, junto a ello la habilidad en el manejo de las armas a lo que el muchacho había respondido de manera positiva y con gran agilidad. Pese a su corta edad, a casi cuatro meses de cumplir los 12 años, ya se había transformado en un joven astuto que nunca le temía a los desafíos pues a pesar de todo, era con lo que se había criado.
Por otra parte se encontraba Judith. Con el paso del tiempo, aquella encantadora niña de cabello rubio se había vuelto muy hermosa a sus 14 años. Su cabello se había ido oscureciendo pero todavía seguía guardando el encanto de antaño. Al igual que Gael, había crecido bajo una estricta educación basada en la defensa física y en el manejo de armas y ambos habían desarrollado una inteligencia muy elevada al empaparse de todo conocimiento y experiencia de aquellos quienes les rodeaban.
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Ambos se habían hecho grandes amigos estableciendo de esta manera un vínculo muy fuerte. Y teniendo en cuenta lo experimentados que ya estaban siendo aún tan jóvenes, llegó un momento en que había dejado de ser necesaria la compañía de adultos a la hora de aventurarse a asesinar algunos caminantes.
¿Qué había sido de Negan? Negan no había cumplido lo que sus palabras habían prometido. Dasha creyó que lo más posible era que hubiera muerto por lo que decidió dejar de esperarle.
No obstante, estaba equivocada. Negan había envejecido un poco más pero jamás había olvidado a su familia. Durante toda aquella década se había dirigido a Washington D.C en busca de supervivientes y le sorprendió haberse topado con un grupo de científicos que habían mantenido bajo llave un secreto: la fórmula clave para extinguir la presencia de caminantes. Y hoy era uno de esos días en los que por fin, el hombre tras años de exhaustivo estudio y aprendizaje de la mano de aquellos expertos de la ciencia, había decidido regresar en busca de Dasha y Gael para darles una mejor vida, una mejor vida en una ciudad que estaba siendo liberada de todo intruso en estado de inercia.
-He vuelto...-se decía a sí mismo conduciendo rumbo a Hilltop, rogando que las cosas no se hubieran torcido.-...y no vengo solo.-sonreía mientras echaba un vistazo al maletín que se situaba sobre el asiento del copiloto. Dentro del maletín había traído consigo cientos de cápsulas que funcionaban como un arma letal que se propagaba por vía aérea con el propósito de acabar de una vez por todas con todo monstruo viviente en cualquier rincón.
