Capítulo 30

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Aparco lentamente su flamante Volvo a las afueras del edificio en el que había estado ayer. Ahora que conocía el camino no le había costado gran trabajo dar con el lugar y por lo mismo, al ver la hora en su teléfono, se sorprendió de que recién fueran las 7:45.

- ¿Por qué vine tan temprano? –le pregunto Félix a la nada en la soledad de su auto.

No quería admitir que entrada la hora de arreglarse para su cita comenzó a ponerse algo nervioso, y ahora, estando tan cerca, las ansias se revolcaban en su interior como si estuviera embarazado de perritos hiperactivos.

- Rayos. Ya basta, estas comportándote como un estúpido –se regañó apretando fuerte el volante— eres Félix Agreste. No le temes a nada. Ni menos aun a las mujeres.

Comenzó a recordar todo lo que sabía sobre el sexo femenino y no le alentó mucho descubrir que su experiencia gozaba de una vasta laguna de incertidumbre que se extendía desde el instituto, pues muy a su pesar debía admitir que no fue la clase de chicos al que le llovieran las citas ni los compromisos románticos.

Es más, ahí sentado recordó que era un completo nerd y no fue hasta la universidad que recién tuvo algunas novias. Dos para ser exacto, y honestamente con ninguna tuvo un cariño especial que le hiciera sentirse perdidamente enamorado.

Eso era. Feliz Agreste jamás se había enamorado y según él (insistiendo en su patética experiencia) esa clase de cosas no existían siquiera.

- Por favor –reclamo— ¿Quién podría volverse loco por una chica? Solo es atracción y ya, no es tan complicado.

¿Entonces porque estaba tan nervioso? Se volvió a preguntar, irritándose a sí mismo. Estaba pasando por esos estadios de la vida en los que ni tú mismo te caes bien, al punto en que te vas a dormir para dejar de amenazarte de muerte.

- Esto es estúpido –farfullo frotándose las sienes— solo es una chica. ¡¿Porque la invite a cenar?! Ni siquiera es muy agradable.

Su conclusión: se estaba comportando como un tarado.

Solo cenaría con ella, aguantaría su aburrida charla y luego le diría adiós. Jamás volvería a ese lugar y desde ese día comenzaría a acudir a un quiropráctico cuando la noche de sofá le desencajara la espalda. Punto.

- Un gran e inteligente plan –se felicitó en voz alta— soy todo un hombre, no tengo porque estar nervioso ante nadie... ni menos ante una chica.

Iba a bajarse del auto sin importar que aún no fuera la hora acordada cuando un pensamiento fugaz lo detuvo y derribo su recién infundada seguridad.

- ¿debería comprarle flores?

Definitivamente no sabía nada de mujeres, citas o normas sociales establecidas para este tipo de situaciones por lo que tomo el teléfono dispuesto a perder su dignidad en una llamada. Y para ello tenía dos opciones.

Si llamaba a Adrien se reiría de él por el resto de la eternidad y hasta el fin de los tiempos. Luego moriría y ese asno inmoral seguiría riéndose sobre su tumba aun cuando estuviera anciano y viejo. Era un riesgo que no estaba dispuesto a correr.

La otra opción era llamar a su madre, lo cual lo dejaba en una posición muy patética pero aparentemente necesaria, por lo que demorándose un resto, comenzó a marcar.

Con cada tono se estaba sintiendo más estúpido por lo que luego de tres pitidos estaba a punto de cortar, hasta que al otro lado de la línea de escucho la voz de Isabelle.

¿Por qué no puedo dejarte ir? MLB 2° temporada COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora