Drogo se drogó con drogas que drogan

143 15 17
                                    

Al día siguiente me levanté y me duché, por fin podía ducharme y no vivir en el agua. Pero no pasó ni diez segundos cuando mi cuerpo terminó en el suelo con una larga y pesada cola. 

  —¿Pero qué...?—cerré la llave del agua y me arrastré hacia la zona seca, cuando llamaron a la puerta.

—¿Alex?—era una voz diferente, una que nunca antes había escuchado. Tomé la toalla rápidamente y me comencé a secar, necesitaba tener piernas rápido. 

La persona volvió a llamar, y justo cuando entró a la habitación salí con una toalla envuelta en mi cuerpo y otra en mi cabello para disimular un poco más. Un pálido chico me miró de pies a cabeza, su nerviosismo lo abrazó y se acomodó los lentes. Era más bajo que yo, con el cabello rubio y ojos avellana. 

—¡Hola! ¿Cómo estás?—pregunté algo incómoda. 

—¿Y ese imbécil dónde se metió?—una voz furiosa se acercaba desde el pasillo

—¡Ayúdame por favor!—el joven muchacho corrió y se ocultó detrás de mí con miedo

—¿Pero qué sucede?—pregunté intentando hacerlo salir a la luz

—¡Drogo se drogó con drogas que drogan!—chilló asustado—y le he descubierto haciéndolo, ¡pero ahora dice que me matará!—no dijo nada más, cuando un alto chico entró a la habitación. Llevaba la camiseta blanca con las mangas enrolladas hasta los codos y los tres primeros botones abiertos, dejando ver su pecho, una corbata negra mal atada y un pantalón negro, sus ojos estaban rojos escarlata y su cabello negro desordenado.

—¿Y tú quien eres?—escupió, viendo si el chico estaba por ahí

—¡Te pregunto lo mismo! ¡aléjate de mí pervertido!—dicho esto lo comencé a empujar, pero él no se movió ni un milímetro. No obstante, me corrió y se fue hacia el chico que se encontraba muy asustado

—¡Ya te dije que no me estaba drogando idiota! ¡si abres la boca respecto a tu estúpido rumor tendrás que pagármelas—amenazó, me asomé por la puerta, las cabezas curiosas de las chicas se asomaban por sus habitaciones.

  —¡Alto ustedes dos!—chillé poniéndome en medio—mira tú, si no te drogabas entonces no tienes nada de qué temer y tú, si tanto miedo te da que te mate deja que él viva su vida como le de la maldita gana, ¡ahora largo de mi habitación! Quiero vestirme—crucé mis brazos sobre mi pecho arqueando una ceja.

El joven salió corriendo y el otro se mantuvo observándome. 

—¿Y tú quién eres?—preguntó con frialdad—tal vez no me sepa los nombres de las personas pero sé que tú nunca habías estado aquí—se cruzó de brazos dejando ver sus músculos

—Me llamo Alex, soy nueva—dije con la misma frialdad que él, el pelinegro arqueó sus labios en una sonrisa arrogante y pícara

—Drogo, hablaré con mi hermano, no queremos una infiltrada y por alguna extraña razón, no te creo—suspiré al escucharle decir eso

—¿Y por qué me daría miedo tu estúpido hermano?—pregunté algo irritada

El pelinegro se acercó peligrosamente y colocó su mano en mi cintura, para susurrar en mi oído

—Porque emanas su olor y... te daría miedo por ser el director de la academia guapa—sentí la toalla caer por su mano tirar de ésta y la vergüenza subir en mí, ¿el hermano de Atlas es este tipo? ¡no se parecen en nada! Eliminando su inquietante actitud. 

Drogo caminó con una sonrisa fuera de la habitación, dejándome con las ganas de gritarle y matarlo. Cerré la puerta furiosa y le puse el seguro para vestirme con el uniforme de la academia. No me agradaba mucho la idea de usar algo tan ajustado o corto, pero era lo que había. 

Tomé el libro que Sed me otorgó y abrí el objeto circular que Elenek me regaló, parecía un espejo personal común y corriente, no obstante, después de unos segundos, comenzó a distorsionarse para mostrar el rostro adormecido del peliblanco. 

—¿Quién... es?—miré al espejo incrédula —¡Alex! —sus ojos se abrieron como platos, se alejó rápidamente de su cama cuando una voz chillona sonó de fondo adormecida, Elenek se tensó y un leve sonrojo cubrió sus orejas

  —¿Mal momento para hablar?—dudando de responderme, asintió finalmente

—¡Luego te tiro la llamada guapa!—dicho esto, el espejo volvió a la normalidad, reflejando mi rostro. Estaba pálida y mis ojos tenían un brillo extraño, mis colmillos se hacían puntiagudos para cuando los sacara se hicieran como agujas.

Terminé de alistarme y tomé el resto de las cosas para salir hacia la academia, donde Atlas hablaba con una joven rubia de ojos azules, se le parecía muy contenta de recibir la atención de él. Pero me miró mal cuando el director me regaló una sonrisa

—Hola princesa, ¿lista para el reto?—lo fulminé con la mirada por su voz arrogante y juguetona

—Hola Atlas, ¿listo para que te parta la cara? ¡No me llames así!—apresuré el paso, realmente no me agradaba este tipo, era distinto a Kalas, Argos o Sed, con ellos me llevaba realmente bien y no me importaba sus apodos demasiado confiados. Pero Atlas me daba mala espina y no podía dejar que se acercara tanto. 

—¿Entonces quieres que te llame "cosita"—me detuve en seco, girando sobre mis talones para ir hacia él y con mi dedo tocar su pecho acusadora

—¡No soy una cosa, ni un juguete ni una presa! ¡mantente en tu postura de director y no me hables como si de mi amigo se tratase!—me di vuelta pero me acordé de Drogo—¡y dile a tu hermano que me la suda, que tampoco se acerque a mí!—miré de reojo a la chica que chillaba por la atención que el director me daba.

—¡No le hables así perra inmunda!—tirando de mi cabello, le incrusté mi rodilla en sus costillas, haciendo que cayera sin aire, golpeando con el borde de mi mano en su cuello para que ella cayera noqueada. Defensa propia aprendida con los lobos. Aunque eran criaturas que peleaban más como perros. 

Salí de allí corriendo, pero Atlas me hizo parar en seco, ¿cómo se trasladaba así de rápido?

—¿Tienes hambre?—miré sus ojos que se tornaban escarlata, negué para ignorarlo, pero no se movió, todo lo contrario, solo me extendió su brazo, levantando la manga y dejando su pálida piel. No iba a beber más sangre—tu malhumor se debe al hambre querida, buen provecho—tomé el brazo del director que me miraba con un brillo malicioso y acerqué mi boca, pero no aproveché para morderle, intenté con todas mis fuerzas girar su cuerpo para que cayera. Pero Atlas esquivó mi intención y terminé debajo de él, boca abajo con mi brazo en una llave. Sus piernas a cada lado de mis caderas, sentado sobre mi espalda y con una increíble fuerza retorcía mi brazo—tal vez no tenga pinta de director querida, pero por algo lo soy, no juegues de intrépida que saldrás lastimada—quedó en silencio unos segundos y su brazo con un mordisco terminó frente mi rostro, cerca de mi boca—te digo que lo hagas, no quiero accidentes 

Sentí un calor recorrer mi cuerpo y acepté a incrustar mis dientes en su mordida para beber de su sangre y llenar mi hambre. 

Odiaba esta academia, no quería estar aquí, me daba miedo el director, su hermano que es un completo patán y la comida que es sangre no me daban placer de estar aquí. Me llevaba mejor con las sirenas o los lobos. Pues con las sirenas nadaba y hablaba con los chicos y con los lobos tenía la compañía de Dimitri y Argos. Pero aquí me sentía un objeto, un juego para los hermanos, un postre para el director, un reto para el pelinegro y un punto de problemas para las vampiresas.

Todo esto me daba mala espina. 

Magic NatureDonde viven las historias. Descúbrelo ahora