En el agua

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  —No tengas miedo Alex—el hombre se acercó con su macabra sonrisa, haciendo que yo retrocediera. Pero uno de los otros hombres me bloqueó el paso—solo necesito un favor, trae a Atlas a mí y no te haré daño... o mejor aún, a Kalas—negué con la cabeza, asustada. 

Un golpe seco en mi cabeza me hizo caer inconsciente.

Al despertar me encontraba en el suelo, atada a un tubo con una soga y mis pies con cadenas. Mi vestimenta ya no era de una estudiante o una sirena o lo que busqué para ponerme cuando corrí hacia aquí, era más bien unos trapos sucios y desgastados. Las fuertes limitaciones a mi movilidad lastimaban mis tobillos y mis muñecas, y el pañuelo con un asqueroso sabor evitaba que pudiera hablar con claridad.

  —Lamento la violencia... pero era la única manera—pero su "disculpa" sonaba más irónica que mi persona. 

Me comencé a mover desesperada cuando Samuel se dio la vuelta, necesitaba salir de allí, tenía miedo, frío.  

  —Ni lo intentes guapa—dijo uno de los tipos mientras exhalaba el humo de su cigarrillo—esas cadenas son exclusivas para gente como tú. ¿Crees que eres  la única Gruty en el mundo? Déjame decirte, que antes de que tú nacieras nosotros los asesinamos a todos, si no nos das lo que queremos tu destino será el mismo—una navaja salió disparada para clavarse al lado de mi oreja, haciendo que esta comenzara a sangrar.

Todos comenzaron a reír, no podía creer que me sucediera esto. ¿Era una lección de la vida para no volver a confiar en nadie? ¿a tal límite debía llegar?

El tiempo pasaba, y cada vez que me negaba a responder una pregunta que Samuel realizaba, golpes o cortaduras eran trazadas en mi piel. Mi vista era borrosa, mi labio sangraba y mi cuerpo estaba adolorido. 

—Me gusta tu collar querida—lo miré furiosa—cuando te noqueamos intenté sacarlo de tu cuello, pero me he quemado la mano a causa de eso, veo que está hechizado para que no se separe de ti a menos que tú lo permitas.—dejé de prestarle atención y observé el lugar, todo estaba lleno de tuberías, incluso había agua en ciertas partes. Achicando los ojos pude ver como una larga escalera subía hacia la salida. Una sola ventana en todo el lugar, pero estaba cerca de la salida y sería imposible llegar allí—te contaré un poco sobre tu raza, despreciable y repugnante—miré nuevamente a Samuel que pasaba una de sus manos por su cabello rojo.—una amenaza al mundo, pero era quienes mantenían el orden entre los seres místicos y los humanos. Hasta que una rata de esas creó una guerra y mutiló a millones de humanos, ¿por qué crees que se hicieron las academias y se separaron de nosotros? ¡Porque era imposible mantenerlos controlados! Pero miren las cosas ahora... eres una perra entre perros. La única manera de matar a un Gruty es quitando todo su poder, ¿por qué? Tanto como hombres lobo, vampiros, sirenas, gigantes, gnomos o magos, son inmortales hasta cierto punto. Cuesta medio mundo matarlos si no tienes una raza diferente a la de un maldito ser humano. ¿Qué crees que sucede cuando nace una rata como tú? ¡todos los poderes juntos hacen del Gruty inmortal! Pero no vulnerable y seguirá siendo un humano, por esta razón hemos creado unas cadenas que encarcelan los poderes y te debilitan. En fin, no quiero morir contigo—Samuel se levantó y escaló la larga escalera, saliendo por la única salida del lugar, que literalmente quedaba en el alto tejado. 

Miré a todas partes, me encontraba sola, completamente sola. 

Chillé asustada al ver las ratas salir huyendo, las tuberías sonaban desesperadas por el pasar del agua. Cuando por las goteras comenzó a salir aquel líquido. 

El agua comenzó a avanzar, inundando todo a su alcance. Con mucho esfuerzo logré ponerme de pie, el agua cubría apenas mis dedos, pero pronto subiría si las tuberías seguían explotando entre sí. Podía escalar por el tubo en el que estaba atada. 

Doblé un poco mis rodillas y alcancé a rozar el manojo de la navaja. No aguantaba el dolor de los golpes en mi cuerpo y el agua subía, rozando las heridas abiertas por los cuchillos. 

Corté a como pude la soga, liberando mis manos del tubo, aprovechando para cortar el pañuelo en mi boca, pero no podía hacer nada respecto a las cadenas en mis tobillos. 

Mientras lograba liberarme, el agua creció, se encontraba rozando mis rodillas, era fría. Como si de hielo se tratase. Era la primera vez en meses que sentía el agua como una humana y no me transformaba en sirena. Pero yo como humana era inútil. No servía para nada. 

Tomé la soga y la até, lo suficiente como para ser de apoyo a subir por el grueso tubo. Necesitaba llegar a lo más alto, tal vez el agua no llegaría hasta la puerta, pues había una ventana cerca del techo. Si pudiese llegar a tiempo ahí antes de perder la respiración... 

Apoyé mis pies en la tubería, pero ésta no aguantó y se rompió, dejando salir aún más agua, volví a intentarlo, esta vez saltando para comenzar a subir, pero la soga estaba rota, no aguantaría mucho tiempo. 

Con las pocas fuerzas comencé a escalar, mis pies se rompían por las piedras incrustadas y la tubería herrumbrada. 

No podía decir durante cuánto tiempo escalé, pero ya no se veía el suelo, solamente un montón de agua subiendo a toda prisa, me alcanzaría en pocos minutos si no apresuraba mi paso. Pero la soga estaba al límite de romperse. Levantando la cabeza, pude ver que no quedaba mucho más del tubo y aún faltaba bastante para llegar a la ventana, además de que se encontraba al otro lado de la habitación. 

El agua comenzó a rozar mis pies y volví a marchar arriba, esta vez, con mis manos en vez de la soga, pues en cualquier momento reventaría y me podría servir para más adelante. 

Una vez en la cima del tubo, vi como el agua arrasaba con todo en su camino, piezas de metal debajo del agua sonaban al golpearse. La base de la tubería tambaleó por la gran fuerza del agua y casi caigo. No podía perder tiempo nadando sin respirar, debía llegar lo más rápido posible hacia esa ventana. Salté hacia otra tubería un poco más larga y me arrastré por la pared, apoyando mi cuerpo entre tubos. Subí lo que mi cuerpo golpeado me permitió, cuando el agua me abrazó. Faltaba unos centímetros para llegar al techo, pero ya no era tanta la distancia entre la ventana y yo. Podría lograr llegar hasta ella e intentar romperla. 

Seguí subiendo hasta que mis manos golpearon el frío tejado, el agua me llegaba por el pecho, aproveché para nadar hacia la ventana. Pero seguía subiendo y lo que podía hacer era juntar mis labios y pegarlos al techo para recibir aire. Me sumergí y nadé con esfuerzo hacia la ventana, con mucha fuerza intenté golpear el vidrio, pero era inútil, no lograba mucho. 

Subí por más aire y tomando otra bocanada bajé a patear la ventana con más fuerza. Con la navaja, logré soltar un poco el marco del vidrio, pateando la navaja para que clavara más. Pero mi aire se fue. Volví por más hacia la superficie, pero esta sería mi última bocanada de aire. 

Me volví a sumergir para seguir destrozando la ventana, me entraba la desesperación de no poder respirar, si bajaba más por tubos e intentarlo podría llegar más rápido a la meta. 

Bajé por el tubo más grueso, pero no servían, así que intenté romper la tubería con mis piernas. Me quedaban dos minutos o moriría. 

Subí hacia la ventana y golpeé el vidrio con el tubo de acero, la navaja comenzaba a ceder. ¡Una grieta! ¡Logré hacer una grieta a la ventana!

Seguí golpeando con esfuerzo y logré romperla, saqué la mitad de mi cuerpo por aire, y lo conseguí, pero el agua de adentro salió sobre mí, evitando que siguiera respirando.

Salí con el agua, cortando más mi cuerpo por los vidrios rotos. Caí a un río. Pero era más sencillo salir de ahí. Solo necesitaba... 

Intenté sacar más fuerzas y me sujeté a una piedra, subiendo en ella y arrastrándome hacia la orilla para dejarme caer en el suave césped. ¿Qué hora era?

Magic NatureDonde viven las historias. Descúbrelo ahora