¿Qué pueden tener en común una actriz de Los Ángeles y un mecánico de un pequeño pueblo de Atlanta?
¿Podría ser ella la luz que necesita para ver su vida desde una nueva perspectiva?
¿Él estaría dispuesto a enfrentar cualquier peligro por mantener...
Doy un respiro antes de entrar en la tienda de Kate la veo recogiendo su material y no puede estar más hermosa, con el largo pelo recogido en un moño del que escapan algunos mechones, una camiseta negra de tirantes ancha que deja ver su sujetador de encaje.
-Vaya, pensé que no vendrías- dice en apariencia indiferente, pero bajo esa superficie percibo con claridad su enfado.
-Lo siento, estos días he estado liado- me excuso encogiendo de hombros.
-¿Crees que me importa?- dice mirándome mal.
-No, pero puedo compensarte- propongo, deseando que me lo permita.
-Eso será si yo quiero yogurín- dice altiva.
-¿Y quieres?- pregunto conteniendo el aliento.
-Eso depende de lo convincente que sea tu lengua- dice desabrochándose los vaqueros, de una patada los lanza debajo de una mesa, le sigue el tanga, la veo hipnotizado apagar las luces y poner el cartel de cerrado.
Me mira sabiendo de sobra que me tiene a sus pies, si me pide que salte desde un puente lo haré, si me pide que la bese ahora mismo, podría morir en sus labios.
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Se tumba en una camilla y expone su sexo, me inclino hacia ella, acariciando sus muslos, con la respiración agitada, lamo su ingle acercándome cada vez más a su monte de venus, noto como contiene el aire antes de soltar un suave gemido de súplica.
Decidido a complacerla mi lengua juega con su clítoris mientras uno de mis dedos se introduce en ella, jugando, penetrándola en suaves movimientos, al notar el estremecimiento de su cadera acelero e introduzco un segundo dedo, abriéndolos en tijera para darle mayor placer.
Cuando lleva sus manos desesperada a mi pelo quito mis dedos y beso su coño penetrándola con mi lengua mientras mi pulgar tortura su punto más sensible, todo lo que puedo escuchar es a ella jadeando en busca de aire mientras sus muslos aprietan mi cara con fuerza.
Entonces se deja ir gritando, soltando mi pelo, y quedando laxa sobre la camilla.
Pasando por alto el dolor de mi miembro que pide un poco de atención me tumbo sobre ella aun vestido, y la beso con toda la pasión que me está quemando por dentro, dejando que pruebe su propio sabor.
-De acuerdo- dice tras el beso, -has sido convincente, muy convincente, quítate esos jodidos pantalones antes de que yo te los arranque- me ordena.
-Lo que tú me pidas Kate, lo que tú me pidas- le aseguro quitándome por fin los pantalones y poniéndome el condón, listo para venerarla.
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-Oye, vosotros dos- nos llama Merle desde el cuarto de estar -¿Sabéis donde se ha metido Ale?- Daryl se encoge de hombros.