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10 horas, 1 minuto.

Jin miraba las rendijas de la persiana, los segmentos horizontales por los cuales se filtraba la luz del sol. No tenía sueño, ni pizca de sueño, aunque agradecía el hecho de poder estar tumbado, en silencio. Lo único malo del silencio era oír el eco de sus propios pensamientos. Un eco cargado de reverberaciones que lo aturdían.

Y no podía escapar de las mismas. Eran como ondas que se dilataban y se contraían en la superficie quieta de un lago.

Él y YoonGi habían sido más reacios a tomar la pastilla. Una cosa eran las anfetas o alguna bebida fuerte, y otra muy distinta una pastilla de éxtasis. Hoseok, y Taehyung, y también Namjoon en el fondo, incluso la misma amiga de Hoseok, Hye, fueron los motores. Hoseok y Taehyung estaban habituados. En realidad, Hye no formaba parte del grupo, pero la conocían.

Una simple pastilla blanca, redonda, del tamaño de una uña, o tal vez más pequeña.

¿Cómo era posible que...?

—Oye, ¿no dices que quieres probar nuevas experiencias, y que le has dicho a Jungkook que vas a tomártelo con calma? Pues empieza.

—Creo que soy idiota.

—Bueno mañana le llamas para decirle que eres idiota, pero esta noche vamos a disfrutar.

—Pagar dos mil por esto...

—A mí no me irá mal dejar de pensar un rato. Tengo los exámenes hundidos en estrés.

—Voy a vomitar.

—Hazlo, YoonGi, no es pregunta.

Lo obligaron.

Ojalá hubiera vomitado. Cuando lo vio caer al suelo, y se dio cuenta de lo mal que estaba... Y todo lo que ocurrió después, cuando lo sacaron fuera, y empezaron los gritos, y la espera de la ambulancia, y todo lo demás...

Namjoon tal vez tuviera razón: necesitaba un poco de cariño, amor, ternura, tal vez sexo.

Pero no se movió.

Recordaba cuando se conocieron. Hacían fila para comprar dos entradas del concierto de un grupo preferido entre los dos, y de pronto cerraron la taquilla y anunciaron que se habían agotado. Yoongi se echó a llorar, y él empezó a gritar, dispuesto a saltar sobre la taquilla y abrirla a golpes. Sin saber cómo, se vieron junto al otro, llorando desconsolados, y abrazándose. No sabían nada el uno al otro, pero compartían su amor infinito por ellos, los cinco chicos, más guapos de la creación, los que mejor cantaban, los que mejor bailaban.

No pudieron ir a ese concierto, pero desde entonces fueron como hermanos. Luego YoonGi le presentó a JiMin. Eran íntimos, pero a JiMin la música le importaba menos, así que YoonGi y él tenían muchas cosas más en común.

Incluso tenían planes. Se querían ir a vivir juntos. Y solos.
De pronto todo parecía increíble, lejano, y sobre todo, tan absurdo.

Una simple noche, una simple pastilla que se suponía iba a disparar.

Sí, disparar era la palabra exacta.

Como todas las armas, el disparo podía llegar a ser mortal.

ALERTA ROJADonde viven las historias. Descúbrelo ahora