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19 horas, 13 minutos

Jungkook entró en la zona de lavabos. Primero vio un pasillo que conducía a una especie de distribuidor. En él, la puerta de la derecha mostraba acceso para los chicos y la de la izquierda para las chicas. No había nadie en el distribuidor, así que se metió en el lavabo masculino. Abrió todas las puertas de los inodoros, cinco en total.

Salió fuera y entonces, por la puerta frontal, la de las chicas, vio aparecer a dos morenitas muy pintadas, clónicas, piernas desnudas, ombligo desnudo, brazos desnudos.

—¡Dos mil quinientas! ¡Cómo se pasa!, ¿no?

—Serán buenas...

Las vio alejarse por el pasillo.

Y volvió a mirar hacia la puerta del lavabo femenino.

Zona prohibida, a no ser que...
Esperó unos segundos, solo para sentirse más tranquilo. Luego empujó la puerta unos centímetros, dispuesto a hacerse el despistado o el borracho si apareciera alguna chica. Dentro no vio a nadie, por extraño que le pareciera. Siempre había creído que los lavabos femeninos estaban llenos a rebosar, con una abigarrada fila de cuerpos delante de los espejos. Además, ellas iban de dos en dos, algo que tampoco había entendido jamás. Tal vez, pensó todo aquello fuese un mito alimentado por el cine y la tele. El caso es que, por la hora o por lo que fuese, no había nadie a la vista.

Salvo en uno de los retículos privados para hacer necesidades mayores.

Primero fueron sus voces.
Después su realidad.

—Vamos, decídete.

—¡Es todo lo que tengo, y he de volver a casa!

—Pues yo me largo ya. Me buscas mañana.

Jungkook cerró la puerta del lavabo sin entrar. Oyó voces a su espalda, por el pasillo. Se apoyó en la pared fingiendo descansar después de la movida y esperó. Aparecieron dos chicos y una chica. Cada cual se metió en su lugar.

Ni siquiera sabía si aquel camello era el que buscaba, y por lo tanto, si lo que vendía era lo que necesitaba. 

Se sintió nervioso. Si se iba a buscar a los otros, el camello podría escaparse. Si se quedaba, tal vez tardara en irse o en cambiarse de lugar.

El tiempo empezó a transcurrir muy despacio.

La clienta del camello salió al cabo de un minuto. Tenía alrededor de quince años, era sexy y atrevida. Bajo los talones de su novio. La nueva chica que había entrado salió a los tres minutos, aún retocándose el pelo. Los dos chicos aparecieron casi inmediatamente.

Y entonces, de pronto, la puerta del lavabo femenino se abrió y por ella asomó un hombre, treinta años, nariz aguileña.

Sus ojos se encontraron con los de Jeon.

Apenas un segundo.

El aparecido salió del lavabo y echó a andar por el pasillo, en dirección a la discoteca.

ALERTA ROJADonde viven las historias. Descúbrelo ahora