17 horas, 15 minutosLe puso una mano en el hombro a Jackson, y le pareció tocar un arco voltaico rebosante de electricidad.
El muchacho se volvió, quedó frente a él, pero sin dejar de moverse, siguiendo el ritmo.
Lo reconoció.
—¡Jungkook!
Y se le echó encima, abrazándolo. Jungkook no pudo hacer nada para evitarlo, ni para apartarlo. Jackson tenía los ojos muy abiertos, el rostro congestionado, la huella de las hormigas mordiéndole el trasero, la energía de cuanto llevara en el cuerpo disparando todas sus reservas.
Lo aprovechó para intentar sacarlo de allí.
—¡Eh, eh! ¿Qué haces aquí? ¿Están todos? ¿Yoongi? ¿Taetae?
Estaba muy pasado, muchísimo. Probablemente habría empezado con alcohol el viernes por la noche, para darle a las pastillas de éxtasis de madrugada, tal vez un poco de coca aquella misma mañana y ahora, quizás, acabara de pegarse un poperazo, por lo de reírse y no parar de moverse, que eran sus efectos. Aquella noche podía seguir con speed, y vuelta a las pastillas de nuevo de madrugada, solo que entonces comidas, inhaladas en polvo o disueltas en alcohol, para aguantar definitivamente la subida final del domingo.
Wang se gastaba de veinticinco a treinta mil pesetas cada fin de semana en toda esa porquería.
No sabía de dónde las sacaba, porque, desde luego, no trabajaba.
Continuó llevándose de allí, hasta que él se dio cuenta de ello.
—¿Qué haces? ¿Adónde...?
No pudo evitarlo. Se movía sin parar, pero sus fuerzas estaban encaminadas a esa acción, no a intentar detener a Jungkook y menos a resistirse a su furia.
—Vamos fuera.
—Pero...
—¡Fuera!
Continuó riéndose y bailando, aunque ahora, sujeto por Kook, más bien parecía un muñeco articulado, una marioneta. Su rostro se convirtió en una mueca, pero ya no se resistió. Atravesaron la marea de cuerpos sudorosos bajo la cortina sónica y llegaron a la puerta. Alguien les puso un sello invisible, para poder volver a entrar. Luego salieron fuera.
Jungkook no se detuvo hasta haber andado unos veinte metros, a la derecha de la nave, en una zona en la que no había nadie cerca.
Entonces empujó a Jackson contra la pared.
—¡Me has hecho daño! —protestó el chico aún riendo.
—¿Tienes una pastilla como las que tomaron anoche?
—¿Para eso me sacas fuera?
—¿La tienes? —gritó Kook.
—¡No! —por primera vez Jackson dejó de reír, aunque los ojos siguieron desorbitados y se le quedó un tic en el labio inferior—. ¿Qué pasa contigo?
—Yoongi está en un hospital, en coma.
—¿Qué?
Lo había oído, pero en su estado las cosas difícilmente le entraban a la primera.
—¡Yoongi está en coma, por la mierda que se tomaron anoche!
—Va... vaya, Kook —parpadeó.
No, ya no reía.
—Jackson, esto es serio —dijo—. Necesito una de esas pastillas. Tal vez ayude a Yoongi.
—¿Ayudarlo? ¿Cómo?
—¡No lo sé! —se sintió desfallecido—. ¡Los médicos no saben de qué estaba hecha! A lo mejor...
Comprendió que estaba dando palos de ciego, empeñado en una búsqueda extraña, probablemente inútil, aunque en parte había seguido haciendo aquello por la misma razón del comienzo: no quedarse quieto, moverse, hacer algo, escapar.
¿Lo mismo que Jackson?
No, era distinto.
—¡Dios mío, Yoongi! —gimió Jackson resbalando hacia el suelo de espaldas a la pared.
Jungkook apartó sus ojos de él. Había deseado pegarle, descargar su ira, toda su frustración.
Ahora ya no sentía ganas de hacerlo.
No sentía nada.
La misma voz del caído se le antojó muy lejana cuando dijo:
—Oye... sé dónde va el tipo ese, el camello. Él sí tiene pastillas de esas. Todas las que quieras.
Jungkook volvió a mirarle.
ESTÁS LEYENDO
ALERTA ROJA
FanfictionTras una larga noche de diversión, Min YoonGi cae en el clínico, quedando en un coma gracias a la famosa droga, éxtasis. JungKook hace lo posible para encontrar al camello para poder salvar la vida de quien está completamente enamorado. Adaptación...