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19 horas, 9 minutos

Jimin sentía el peso de una enorme conmoción sacudiéndolo de arriba abajo.

Creía que ver a Yoongi allí, en aquel estado, sería tanto como renunciar a la salvación final, porque si Yoongi, tan fuerte, tan distinto, ¿qué esperanzas tenía él? Y sin embargo...

La mano de Yoongi entre las suyas, aún caliente. La vida que fluía de ese contacto a pesar de todo. El aliento de una lucha soterrada, silenciosa, como si pese al coma de su amigo le hubiese hablado.

Había creído oír aquella voz, su voz.

Muy dentro de sí mismo.

Un extraño efecto.
Y una consecuencia sorprendente, por su fuerza demoledora. Quería vivir, vivir, vivir...

Como Min.

—¿Echo por el paseo o doy la vuelta?

El taxista no lo arrancó de su abstracción.

—Da lo mismo —dijo.

El hombre se encogió de hombros. Le bastó con volver a mirarlo para que evitara hablarle de lo que iba a hacer y por qué. Su pasajero parecía obnubilado.

Lo estaba.

Jimin pensó en su pequeña victoria de hacía un rato, cuando se venció a sí mismo para no vomitar. Ese había sido realmente el primer paso. Y lo hizo por Yoongi.

Aunque eso fuese ya lo de menos.
Importante es que lo había hecho.

—Yoongi... —musitó.

—¿Decía usted algo, señor?

—No, no, nada.

Se sentía distinto...
Algo tan simple como no vomitar.
Tan y tan distinto.

ALERTA ROJADonde viven las historias. Descúbrelo ahora