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17 horas, 39 minutos

No era una pelea, era más bien la liberación de todas las tensiones, de todas las frustraciones, de toda la impotencia. Taehyung ya no hablaba, tenía miedo de que a Jin le diera un ataque de histeria imparable. Nam era el que intentaba calmarlo, sin mucho éxito.

—¡Por favor, Jin, vas a hacer que todos los vecinos se enteren y te caerá una buena!

—¡Yo no quiero que se pase el resto de la vida así, en una cama! ¡No lo resistiré!

—¡Jin!

—¡Hoy teníamos que ir a ver la última de Brad Pitt! ¡Y está allí! ¡Y a lo peor ya se ha muerto! ¡Y yo no quiero que se muera!

—Dale algo —pidió Tae.

—¡Sí! -protestó Joon—. ¿Qué crees, que yo vivo aquí?

—¡Si me tocan, grito! —anunció Jin.

Taehyung se apartó aún más.

—Si lo sé no vengo —rezongó.

—¡Cobarde! —le insultó Jin—. ¿Vas a pasarte el resto de la vida ignorando esto, fingiendo que no ha pasado nada? ¡Pues ha pasado!

—¡Yo no digo que no haya pasado, solo digo que así no resolvemos nada!

—¡Cállate! —ordenó él.

—Deberíamos llamar al hospital —propuso Nam, asustado por el estado de su novio—. Seguro que ya está bien y nosotros aquí...

—¡Mierda! —llegó al límite Jin—. ¿Por qué lo hicimos? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué...?

Iba a volver a llorar, dejándose arrastrar por los nervios, abandonándose por completo, y en ese momento sonó el teléfono.

El zumbido los alarmó a los tres.

Les paralizó el corazón y la mente.

Se miraron entre sí, asustados, y tras la primera señal, llegó la segunda y la tercera.

—Serán tus padres... —el primero en hablar fue el más alto entre ellos, indicando así que no podía cogerlo él.

—Déjalo —dijo Taehyung—. Como si no hubiera nadie. Tal vez sea un vecino, como ha dicho antes Namjoon.

—Es del hospital —balbuceó Jin.

Sus palabras atenazaron aún más.

El hombre sonó por cuarta vez.

Y por quinta.

Jin se movió hasta el aparato. Vaciló durante el sexto zumbido.

—No —susurró Taehyung.

—Son sus padres, seguro —insistió.

Él atrapó el auricular con la séptima señal.

—¿Si? —musitó débilmente.

—¿Jin? ¡Maldita sea, creí que no estaban!

—¿Jungkook?

Los otros se acercaron.

—Oye, ¿están contigo Nam y V?

—Sí.

—¡Bien! —los tres le oyeron gritar por el pequeño auricular—. Escucha, los necesito, y rápido. ¡Sé dónde encontrar al que les vendió las pastillas! Hay que intentarlo, por Yoonnie. Por pequeña que sea la esperanza de que eso la pueda ayudar... Pero yo no puedo ir solo, tenemos que ir todos.

Jin miró a los otros dos. La histeria desaparecía. Ahora tenían algo que hacer.

Por fin
—¿Dónde estás?

ALERTA ROJADonde viven las historias. Descúbrelo ahora