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19 horas, 10 minutos

La señora Min se levantó como impelida por un resorte. Su marido la vio acercarse a la cama de Yoongi, mirarlo, mover una mano temblorosa hasta su frente, depositarla en ella.

—¿Qué sucede? —preguntó.

—Creía que... se había movido —desgranó la mujer.

No era cierto. Él también lo estaba mirando en esos momentos, bajo la perpetua sombra de aquella incredulidad que sin embargo era más y más certeza a medida que pasaban las horas. Pero no se lo dijo a su mujer.

Acarició la frente de su hijo. En su gesto flotó una desesperanzada esperanza.

—Mañana habrá que llamar a la familia —volvió a hablar en voz muy baja.

La familia.

Abuelos y abuelas que completarían el cuadro de la tragedia.

—Tu madre se morirá —dijo él.

Habían preferido no hacerlo a lo largo del día, esperar, confiar, pero ahora, al acercarse la noche, todo se convertía en amargura y realidad. Incluso ellos tendrían que descansar, por extraño que pareciera.

No hubieran querido dormir, sino estar despiertos, constantemente, para velar el sueño de Yoongi.

Suni se levantó, se había movido todo el di de aquí para allá, como una zombi, respondiendo al teléfono o haciendo cualquier cosa, incapaz de permanecer quieta más allá de un minuto. Cada vez que una emoción le asaltaba, tenía que hacerlo, para no caer en el abismo abierto a su alrededor.

—Voy al baño —dijo por decir algo.

Se quedaron mirándose las dos, fijamente, con el señor min de mudo testigo. Luego la chica se encaminó al lavabo.

ALERTA ROJADonde viven las historias. Descúbrelo ahora