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10 horas, 23 minutos

Jungkook tuvo suerte. No se vio obligado a llamar desde el interfono. Un hombre, llevando de la mano a un niño, salía del portal, y él se coló dentro sin necesidad de llamar. Ni siquiera esperó el ascensor. Total, solo eran tres pisos. Los subió dando zancadas que devoraron los peldaños de dos en dos y se detuvo ante la puerta el tiempo justo para coger aire. Luego llamó.

Le abrió la puerta Yugyeom. Lo conocía. Era una preciosidad de diecisiete años, que daría mucho que hablar cuando cumpliera más, si es que ya no lo hacía ahora.

—Vaya —le sonrió—. Es toda una sorpresa. ¿Cómo estás?

—Bien —mintió—. ¿Está Jackson?

Su amigo pareció sorprenderse por la pregunta.

—¿Es un chiste? —sonrió—. Pasa.

—No, tengo prisa.

Él no ocultó su disgusto.

—¿No conoces a Jackson? El fin de semana no aparece por casa. ¿Por qué iba a estar aquí un sábado por la mañana habiendo after hours?

—¿Sabes dónde podría encontrarlo?

—No es de los que dicen dónde va, ni tampoco de los que hacen planes previos. Si tú no lo sabes, menos yo lo sé. ¿Por qué lo buscas?

—Necesito una información urgente.

—Pues hasta el lunes...

Se dio cuenta de que él aun pensaba que era una excusa, así que se rindió definitivamente.

—Vale, gracias.

Yugyeom se encogió de hombros.

—Estoy solo —le dijo—. Y aburrido.

—Y yo de exámenes.

Ya estaba en la escalera

Yugyeom cerró la puerta sin darle tiempo a despedirse.

ALERTA ROJADonde viven las historias. Descúbrelo ahora