33

405 76 3
                                    


17 horas, 13 minutos

En el silencio de la sala, la voz de Jin sonó como un disparo.

—Nosotros lo hicimos.

Namjoon y Taehyung fueron alcanzados por él.

Se miraron el uno al otro.

—Si muere, lo habremos matado nosotros —continuó Jin.

—No es cierto —artículo Tae.

—Sí lo es —Jin le atravesó con una mirada de hierro.

—Te podía haber pasado a ti —le dijo su novio—, o a mí mismo, o a Taehyung. Le tocó a él por un golpe de mala suerte. Esas cosas pasan.

—¿Qué excusa es esa?

Ninguno de los dos le contestó.

—¿Quieren responderme? —exhaló revestido de una falsa paz.

—¿Qué quieres, que no salgamos de casa por si nos atropella un coche? —manifestó el menor entre los tres.

—Uno hace cosas, y ya está. Se arriesga —dijo Nam—. Siempre nos arriesgamos, con todo. Al respirar, puedes coger algo con la porquería qué hay en el aire, ¿o no?

—A ver si te va a dar ahora la nuera —continuó el menor dirigiéndose directamente hacia su mayor.

—Así que tenemos que olvidarlo y ya está. Como si fuera un accidente.

—Ha sido un accidente —puntualizó el peligris.

—Y todos nos sentimos mal por él —le apoyó Tae—, pero no sirve de nada castigarnos en plan masoca.

—Todos tomamos una.

Jin fulminó a su novio.

—Él no quería tomarla.

—Pero la tomó, y no lo obligamos —insistió.

—¡Prácticamente se la pusimos en la boca!, ¿lo has olvidado? —elevó la voz.

—Se hizo un poco el estrecho, nada más.

—Ya sabes cómo es Yoongi, hyung.

—Le gusta hacerse de rogar.

—Eso.

—Además, el que lo lio todo fue Jackson.

—No, Tae —volvió a hablar Jin después del puñado de frases sueltas de ellos dos—. Fuiste tú.

—¡Sí, claro!

—Tú fuiste en busca de Jackson, para que te pasara algo, y luego Jackson trajo a ese tipo, al camello, y después me decidí yo, lo reconozco, ¡yo!, no voy a escurrir el bulto, pero no vengan ahora con excusas. Todos estábamos allí, y todos somos responsables aunque ninguna justicia nos acuse.

—Vamos, cálmate —le pidió su novio yendo hacia él.

Jin lo rehuyó. Puso las dos manos con las palmas abiertas por delante, a modo de pantalla, pero sin mirarle la cara. Los ojos los tenía fijos en el suelo, en el abismo abierto entre ellos. Toda la tensión que sentía se expandió con ese gesto, abarcando un enorme radio en torno a sí mismo.

—Estoy muy calmado —dijo—. Muy calmado.

Pero los dos sabían que no era así, que las emociones volvían a flotar, a salir por los resquicios y las grietas de su ánimo. Y tanto o más que la verdad de las palabras de Jin, temieron la inminente explosión que iba a llevarles de nuevo a la crispación.

La cuenta atrás fue muy rápida.

ALERTA ROJADonde viven las historias. Descúbrelo ahora