Ésa era, por seguro, una de las mejores tardes que Tom hubiera pasado en su vida. Le había comentado a Rose, la única encargada que se levantaba a la misma hora que él, que iba a llegar tarde. La joven le dijo que no había problema, tal vez había pensado que se iba a quedar en la escuela o realmente no le importaba, cosa que no enojaba a Tom.
—¿Entonces...? —volvió a cuestionar Henry desde la cocina.
—Lo que sea, nunca he probado el helado —contestó Tom sin darle importancia.
—¡¿Qué?! —gritó el menor negando con la cabeza— Entonces vas a probar todos los sabores, primero el de vainilla, es el que tiene menor sabor... ¿te parece si luego pruebas el de chocol...? ¡No! ¡El de galleta!
Tom puso los ojos en blanco ante el entusiasmo de Henry. Hace un año que se habían vuelto amigos y algunas veces se le hacía asombroso el tener a un niño tan... Henry a su lado.
—Toma —dijo llevándole varios pequeños botes frente a él y sentándose para mirarlo. Tom frunció el ceño ante eso—. Pruébalo, éste es de vainilla, chocolate, galleta, fresa, malvaviscos, frambuesa, rompope, calabaza... —se cortó sonriendo—: come un poco de cada uno, el que te guste más te lo puedes acabar.
—¿No crees que es mucho?
Henry se quedó mirándolo sin dejar de sonreír, casi forzándole con la mirada a que comiera.
—¿Por qué nunca me dejas consentirte? —se quejó el menor cruzando sus brazos— Sí, es mucho, ¿qué importa?
—Te quedarás sin helado...
—Mis padres me comprarán más cuando vean que no tengo —desechó la idea—, pero yo quiero que tú comas.
—¿Por qué? —cuestionó Tom, no lo hacía por desconfianza ni nada por el estilo, le tenía mucha confianza a Henry como para saber que nunca haría algo contra él, pero, simplemente, siempre le trataba como si fuera especial.
—Lo eres —afirmó el ojiverde interrumpiendo los pensamientos del pelinegro—, y lo sabes muy dentro de ti, Ridls. Eres especial.
—¿Y tus padres? —cambió de tema Tom cuando sintió que su corazón empezaba a ir más fuerte de lo que debería, cosa que siempre pasa cuando su Henry está involucrado— Es la cuarta vez que vengo y no están.
—Trabajando —respondió encogiéndose de hombros—, los únicos días libres que tienen son las vacaciones de verano y algunas navideñas, siempre vamos a visitar a nuestra familia a Estados Unidos y luego vamos a Francia...
—Interesante —susurró Tom con algo de celos.
Henry pareció darse cuenta de eso y sonrió con cariño, dándole una pequeña caricia en la mejilla de su amigo.
—¿Te parece si un día viajamos? —preguntó— Cuando seamos grandes, tú y yo... ¡Podríamos ir a Grecia!
Tom miró al más pequeño y negó con la cabeza, no una negación mala, sino una que decía muchas cosas. De ésas que sólo Henry podía comprender.
El mayor no era de sonreír, nunca lo había hecho enfrente del pelinegro, no porque no quisiera, sino porque no podía. Un día trató de hacerlo, lo único que ganó fue una carcajada por parte de Henry, quien terminó fulminado con la mirada, pero eso no quiere decir que no demuestre sus sentimientos con otras formas, o al menos eso le había dicho Henry, quien en ese momento lo miraba con admiración.
Amaba esa mirada.
Como si Tom fuera todo lo que Henry necesita para seguir sonriendo, como si ese fuera su destino. No de Henry, no de Tom, sino de los dos. Estar juntos.
El reloj sonó momentos después, cuando Tom ya había probado cada uno de los sabores de helado que Henry le había traído, cuando los dos estaban hablando sobre una lección nueva que aprendieron en clase, hablaban de más teorías qué pudieran sustentar esa ley.
—Oh, ya casi es hora —susurró el menor desanimado—... ¡Oh, cierto!
Después de eso desapareció, no literalmente, pero sí salió corriendo escalera arriba, dejando a Tom solo con un bote de helado de almendras con nuez en frente suyo.
No pasó ni unos segundos cuando Henry bajó las escaleras con rapidez y le entregó una caja, decorada como su primer regalo, sólo que el verde era sustituido por un café oscuro.
—Espero que te guste, yo lo hice —comentó sonriendo.
Tom agarró la caja, pero no fue directo a abrirla, sino que la dejó en la mesa, al lado del bote de nieve.
—¿Tom...?
La pregunta fue callada cuando sintió ser jalado a los brazos del nombrado, quien lo sostuvo entre su pecho y sus brazos.
Era la primera vez que se abrazaban, Henry no sabía si correr a llamar a un sanador o corresponder el abrazo. Decidió que la segundo opción era la mejor, ¿cuántas veces tienes la oportunidad de que Tom te abrace?
La probabilidad era nula, un universo vacío de esa probabilidad.
Rodeó la cintura del contrario con sus brazos, recargando su mejilla en el hombro de Tom, acurrucándose en ésta y suspirando.
Le gustaba estar así, Tom era suave, cómodo y cálido.
—Gracias —dijo el mayor sin querer separarse del más bajo—, yo no te puedo regalar cosas y aún así tú...
—Me regalas los mejores momentos de mi vida, Tom —interrumpió Henry sonriendo—, y me encanta verte usar las cosas que te regalo. No me puedes regalar algo mejor que eso, Ridls.
El mayor miró a su amigo y le despeinó el cabello en muestra de afecto.
—¡Eh, sabes lo mucho que me cuesta tenerlo ordenado! —renegó Henry tratando de acomodar de nuevo su cabello.
—Déjalo así —ordenó deteniendo las manos del contrario—, a mí me gusta que lo tengas desordenado.
Las mejillas de Henry se pintaron de un suave rojo y miró a otro lado bajando sus manos mientras hacía un puchero con sus labios.
—Bien —susurró aún sonrojado.
♣ ♣ ♣ ♣
Cuando Tom llegó al orfanato, caminó con rapidez para encerrarse en su habitación y abrir el regalo.
Una hermosa bufanda verde se encontraba ahí, junto un suéter negro, el cual, a su gusto, estaba muy grande.
"Querido Tom:
Mi tía Louise me enseñó a tejer estas vacaciones, dijo que era el niño más hiperactivo que había visto en todo el planeta... No me iba a quejar por aprender algo nuevo, ¿verdad?
El suéter quedó más grande de lo que esperaba, pero creo que así podrás tener algo de mí por mucho tiempo. Le quedó a mamá, así que espero lo cuides bien para cuando crezcas.
Te quiere,
Henry Sant-Sayre."Todos los demás años, Tom usó ese suéter como pijama.
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Sueños profundos.
FanficDicen que los sueños son momentos que tuvimos en nuestra vida pasada. Harry Potter nunca ha creído lo que dicen las personas, pero -por primera vez- prefiere prevenir antes que lamentar. Los personajes pertenecen a la escritora J.K. Rowling. Temátic...