• Treinta - Presente •

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Harry se sentó en el sillón de la sala y comenzó su lectura tratando de calmar el alboroto de su mente, tenía tantas ganas de matar a alguien y, por alguien, se refería a esa perra de...

—Quita esa cara de enojado.

—No tengo ninguna cara —siseó Harry al profesor de Pociones, quien se acababa de sentar en el sillón de al lado.

—Siempre has puesto esa cara cuando algo te molesta —comentó restándole importancia—, aun cuando eras Henry la ponías.

El ojiverde sólo bufó, cerró su libro y miró a su antiguo aprendiz.

—Esa perra de Bellatrix no se separa de mi Tom -siseó apretando con fuerza su libro, Severus pudo ver el toque infantil en la acción—. Tengo tantas ganas de matarla, pero no puedo, debo admitir que es una buena seguidora.

—Tantos años de relación, ¿y tienes celos de Bellatrix?

—Suena estúpido, ¿no? —preguntó, pero ahora con tristeza. Severus recordaba eso, cada vez que Henry se enojaba, momentos después tenía una pequeña depresión por haber pensado tantas cosas malas o algo tan irónico como eso— Pero uno nunca dura tanto tiempo con su pareja sin cuidarla bien... Y, joder —lo siguiente vino con más enojo del necesario-: ¿Qué si pasó algo entre ellos mientras yo estaba muerto o reencarnado en Harry Potter?

—No creo que...

—Se ven tan familiarizados y coordinados, Severus, no me lo niegues —gruñó.

A estas alturas, el libro entre sus manos ya se encontraba doblado por la mitad, casi a punto de romperse.

—Cuando moriste, Bellatrix aprovechaba todo el tiempo para estar al lado de mi Señor —confesó el ojinegro sin prestarle atención al pequeño crack que hizo el libro al romperse—, pero mi Lord nunca le prestó atención. Cada día desaparecía mínimo dos horas, con el tiempo descubrí que iba a visitarlo a su tumba y le dejaba un ramo de flores... Créame, su altar llegó a tener millones de flores en una sola semana.

—Tom, él...

—Su cordura fue desapareciendo —esto lo susurró-. Todos lo notamos, los planes ya no tenían una meta exacta y su único objetivo era hacer sufrir a las personas...

Los pedazos del libro se juntaron con el suelo cuando Harry los había soltado. No sabía qué decir, sólo podía sentir el dolor y el miedo que su chico pudo haber sentido después de su muerte.

»Bellatrix seguía detrás de él, pero hubo una vez que quiso arriesgarse de más —comentó—. Nadie sabe qué pasó después, sólo sabemos que Bellatrix conservaba el espacio entre el Señor y ella.

—Gracias, Sev —susurró Harry sonriendo y levantándose del sillón—. Iré a hablar con Tom.

Y, tras decir eso, echó a correr hacia las habitaciones que compartía con su pareja.

—No hay de qué, Henry.

Severus sólo negó con la cabeza y, lanzando un hechizo, arregló el libro del suelo para dejarlo en la mesa de la sala.

Habían pasado unas semanas desde que las vacaciones habían iniciado, Harry había encontrado una forma de escaparse de sus tíos sin que la Orden sospechara. Severus le informaría de inmediato si había cambios de planes.

Hacía una semana que Harry había llegado a la casa del Lord y causara una conmoción cuando entró a la sala de juntas en medio de una reunión, no por ser Harry Potter el que entrara (aunque eso pensaron los nuevos reclutas antes de que los veteranos les explicaran), sino porque la persona que estaba entrando era una copia exacta a Henry Sant-Sayre, amante difunto del Señor.

Sueños profundos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora