• Treinte y dos - Pasado •

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Tom había decidido que el funeral fuera a puerta cerrada, no quería que nadie que no fuera cercano a su niño estuviera ahí de metiche o por pura lástima. Su Henry no merecía eso, él merecía ser tratado con el amor que le repartió a todo el mundo.

Merecía que lo recordaran como alguien que amó sin miedo y dio la cara cuando una injusticia pasaba frente a él, por su amabilidad y valentía, su inteligencia y astucia.

Tom sabía que Henry merecía ser recordado con una sonrisa en los labios.

Suspiró y miró a la persona a su lado. Roberts fue el primero en enterarse de la muerte del último Sant, el ojiazul no le había comentado nada, el mayor simplemente había estado esperándolo en la antigua casa de su chico, donde vivió toda su infancia antes de la desgracia de sus padres.

Lord Voldemort no supo cómo se enteró que iría ahí, tal vez el mayor le conocía tan bien que sabía que visitaría el lugar si algo realmente malo pasaba.

Con una sonrisa comprensiva, Roberts sólo pudo mirar al niño que crió con el amor que un padre le da a su hijo.

En ese momento sintió que algo estaba mal con el mayor, como si éste no pudiera procesar la información, no hasta ahora, cuando Henry se encontraba en un ataúd rodeado de flores.

—Murió —susurró la persona más leal a la familia Sant.

—Lo siento, Roberts —susurró Tom sin saber qué más hacer.

El mayor se acercó al ataúd y abrió la puertecita para ver dentro de éste. Tom no quería admitirlo, pero, después de muchos años conociendo al gran Aedus Roberts, pudo ver lo que realmente sentía... y no le gustó para nada.

—Mi pequeño —susurró con voz rota, acariciando la mejilla fría del menor—, estás bien. Ya nada podrá hacerte daño, ¿entiendes? Mamá y papá se alegrarán mucho de verte. —las lágrimas empezaron a correr por las mejillas del antiguo sirviente sin poder controlarlas— Aquí te vamos a extrañar, pero te recordaremos en cada Samhain y serás el recuerdo que encienda la fogata en Yule.

Tom se acercó al mayor, sin saber realmente qué hacer, sólo sabía que Henry no le perdonaría si no ayudaba a aquel que consideró su padre hasta el final. Dando unas palmadas en la espalda Aedus, miró el rostro pálido de su amante.

»Henry siempre fue muy alegre, ¿sabes? —comentó sonriendo con melancolía— Siempre ha tenido esa facilidad con los sentimientos, ha sabido manejarlos a la perfección y reconocía cuando alguien a su alrededor estaba triste por más oculto que uno lo tuviera. —acarició el cabello azulado del antiguo Slytherin— Era sorprendente verlo triste, sólo me tocó verlo así después de sus típicas pesadillas cuando su tío Areu falleció —sonrió ante el recuerdo—: Con los ojitos hinchados y dando hipidos bajos, pidiendo que durmiera esa noche con él, jurando que sería la última vez cuando los dos sabíamos que no era así.

Tom miró a su niño sin saber qué hacer más que escuchar, no podía ni llorar con el mayor, todas sus lágrimas habían desaparecido después de todo lo sucedido.

»Hey, pequeño, ya podrás ver a tus tíos de nuevo —susurró tratando de darle un poco de alegría al momento—. Estará toda tu familia unida, tus padres, tus tíos y, ahora, tu pequeño hijo. —eso último causó que un sollozo saliera de sus labios y que los ojos de Tom lograran encontrar nuevamente las lágrimas que juraba haber perdido— Tendrás que esperarnos, debemos hacer algunas cosas por acá, principalmente matar al malnacido que te hizo eso, lo entiendes, ¿verdad?

Roberts siguió hablándole a Henry como si realmente estuviera ahí, una vez que el mayor se fue -después de prometer traer la cabeza del engendro que les arrebató a su adoración-, Tom se sentó en el sillón que se encontraba en la habitación, mirando fijamente el ataúd que protegía a aquel que juró estar siempre con él.

Sueños profundos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora