• Treinta y tres - Presente •

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Harry suspiró mientras miraba a su alrededor. Otra vez en Hogwarts. Amaba el lugar, pero no podría querer estar ahí por mucho tiempo.

En su otra vida tuvo a Tom a su lado cuando caminaba por esos pasillos y, cuando era profesor, podía salirse del castillo para encontrarse con su novio. Ahora era un estudiante de nuevo, tenía que adaptarse a no poder ver a su novio por unos largos meses y dejarlo cerca de esa perra de Bellatrix.

Gruñó y se encerró en el libro que tenía entre manos.

Se encontraba en la biblioteca leyendo todo lo posible sobre almas, inmortalidad y otras cosas... claro, no antes de haberles puesto un ligero hechizo para que las personas no supieran lo que estaba leyendo. Gracias a todas las nuevas reglas que tenía Hogwarts, era imposible que otro alumno se sentara cerca de él sin que la profesora Dolores los separara.

Le gustaba que el ministerio se hubiera metido a Hogwarts, eso hizo las cosas muy sencillas y más tranquilas. Si bien la profesora de Defensa parecía odiarlo, Harry no ha hecho nada para que ésta actuara en su contra. Y no pensaba hacerlo.

—Harry, quiero hablar contigo  —la voz de Hermione se escuchaba algo lejana gracias a las reglas que les prohibían estar lo suficientemente cerca para que ellos estuvieran susurrando—: ¿Podríamos ir a la Sala Común?

El ojiverde sólo suspiró y guardó todos los libros en su mochila, ya le había preguntado a la bibliotecaria si podría llevárselos y ésta le hizo perder el tiempo con alguno que otro papel.

Hermione lideraba el camino y Ron se les unió momentos después de salir de la biblioteca. No le sorprendía que el pelirrojo no quisiera entrar a un lugar con libros y poco ruido.

Llegaron a la Sala Común sin contratiempos y, justo cuando se sentaron en los sillones más alejados, la castaña puso un hechizo a su alrededor.

—Seré directa —comenzó la única chica, ya acostumbrada a que Harry se mantuviera callado aún cuando eso significaba que algo malo pasaba en los años pasados—. No podemos seguir con las clases de Defensa, necesitamos alguien que nos enseñe de verdad.

Oh, no.

No, no, no.

Ya tenía muchas cosas a las cuales enfocarse, esperaba que no fuera lo que estaba pensando porque, de ser así, no podría negarse para tener una buena fachada.

—Queremos que nos enseñes Defensa, Harry —esta vez fue Ron quien lo dijo.

Maldijo mentalmente.

—Es imposible juntarnos sin que la profesora Umbridge nos encuentre —se excusó Harry mirando a sus amigos—. A todo esto, ¿sólo serían ustedes o...?

—Ya he hablado de esto con algunos otros estudiantes de confianza —se adelantó Hermione sonriendo, como si ya hubiera pensado en todo.

Cosa que Harry no dudó.

—Hermione también habló con Dobby, —se metió Ron sonriendo con orgullo mientras miraba a la castaña— nos comentó de una habitación...

—La Sala de los Menesteres —informó la nacida de muggles con alegría y, justo cuando le empezó a explicar más del tema, Harry sólo fingió estar escuchando mientras se hundía en sus pensamientos.

Tenía que hablar con Tom sobre esto, ver lo que opina y hacer un plan. Tal vez las cosas se hagan más complicadas, pero no imposibles.

Harry ha tenido muchas tareas, más de las que sería liderar un Club de Defensa, buscar horrocrux perdidos, reclutar aliados y ser disimulado en todo lo que fuera a hacer, afortunadamente Dumbledore parecía querer alejarse de él, cosa que agradecía.

Sueños profundos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora