• Dieciséis - Pasado •

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Los días habían pasado con rapidez, Rose le había explicado a Henry la dinámica del orfanato y, aunque las encargadas quisieron mantener alejados al pequeño ángel del demonio que implicaba Tom Riddle, no pudieron.

Habían puesto a Henry en la habitación más lejana a la de él, junto a un chico de diez años, el cual se llevó de maravilla con el ojiverde, pero Henry no había estado conforme con su separación y comentó que quería cambiarse a su cuarto. No pasó mucho cuando una nueva cama había aparecido al lado de la suya y el baúl del menor se encontraba frente a ésta. Tom sólo pudo reír al ver cómo su amigo tenía comiendo de su mano a las cuidadoras del lugar, no por su carisma, sino también por los beneficios que tenían haciéndolo feliz.

—Henry, —el nombrado miró hacia su izquierda, sonriendo con cariño al ver a su amigo acostado junto a él— ¿cuánto más tendré que esperar para que me digas qué es lo que pasó?

La pregunta dejó un silencio después de su paso, silencio que fue roto sólo por el suspiro del menor, quien sonrió y señaló a El Profeta en el escritorio que los dos compartían.

—Un muggle decidió querer asaltar a mis padres —comentó sonriendo con tristeza—, pero no esperó exactamente a que le dieran las cosas. Les disparó a sus espaldas. —Tom abrió los ojos, alcanzando el periódico y empezando a hojearlo— No tuvieron tiempo ni de voltear... Habían ido a comprar mi regalo de cumpleaños.

—Henry...

—Yo había paseado con ellos dos días antes en ese lugar y les comenté que me había gustado un tocadiscos —susurró. La mirada del pequeño se dirigió hacia el techo, nublada por las lágrimas, pero sin dejar que ninguna escapara de sus párpados—. Yo ni sabía qué era un tocadiscos... supongo que mis padres preguntaron, porque también habían comprado algunos discos de cantantes muggles. —Tom empezó a leer el pequeño artículo en honor al matrimonio Sant, contando con brevedad su causa de muerte y el desconocimiento del paradero de Henry— El muggle sólo pudo llevarse el collar de oro de mi madre, ni siquiera sabía qué eran los galeones que tenían en los bolsillos y los dejó ahí... el tocadiscos se rompió cuando chocó con el suelo.

—¿Todavía no atrapan al muggle?

Henry negó con la cabeza.

—Las autoridades muggles han dejado el caso, juntándolo con los cientos de delitos callejeros —siseó molesto—. Roberts dijo que investigaría, en esos casos la magia es mejor que la investigación de este mundo.

Tom asintió, rodeando al chico en sus brazos para darle su apoyo. El ojiverde se acurrucó en su pecho, dejando que las lágrimas ganaran la batalla y empezaran a derramarse en la camisa del mayor.

—Todo está bien, pequeño —susurró Tom acariciando su cabello—. Estamos juntos.

—Juntos... Tom, eres lo mejor que me ha pasado en la vida, ¿sabes? —Tom apretó más a su chico entre sus brazos.

—Lo mismo pienso, Henry.

El menor sonrió ante la declaración y cerró los ojos disfrutando de las caricias y de la compañía. Sí, Henry había sido lo mejor que le pasó en su vida, un poco más arriba de haber descubierto que tenía magia. Se imaginó una vida donde el azabache no estuviera, donde sus estadías en Houttlov fueran solitarias, como los primeros años desde que entró, o cómo sus compañeros de Slytherin lo hubieran tratado sin un Henry Sant-Sayre a su lado.

Y ahora estaba con él, en el orfanato.

Henry era como una pequeña luz que iba abarcando poco a poco todos los aspectos de su vida, primero la escuela, luego su anormalidad y, ahora, su supuesta casa. No sabía si estar triste porque su chico estuviera sufriendo tanto o agradecerle a sus padres por haber muerto y darle la oportunidad de estar más tiempo con el menor.

Se acomodó con Henry para que los dos quedaran en la única almohada que el orfanato les daba, aunque la del Slytherin menor era más cómoda que la de Tom.

—Tom.

—¿Hmm?

—¿No me querías decir dónde vivías porque era este orfanato?

El mayor simplemente suspiró.

—¿Cómo te iba a decir algo como eso, Henry?

—Con un poco de confianza —reprochó el menor abrazando más fuerte la cintura de Tom—... ¿Hay algo más que agregar?

Verde y azul se encontraron antes de que Tom decidiera acercarse al contrario y darle un pequeño beso en los labios, sonriendo al sentir cómo era correspondido.

—Todavía no sé porqué hablo pársel —admitió juntando sus frentes con cariño.

Henry soltó una pequeña risa y, dando un último beso, miró los ojos de su no-tan-amigo.

—Yo sí —informó con cariño. Para que Tom le dijera eso implicaba que había dejado de lado su orgullo—. Es de la línea del tío de Isolt Sayre, mi tatarabuela. —Tom miró a su compañero con interés, deseoso de saber sobre sus ascendientes y de su padre, quien lo había abandonado sin reparo alguno— Lo busqué por tu segundo nombre, ya que el primero es muggle, resulta que su descendiente es Marvolo Gaunt, quien tuvo dos hijos: Morfin y Merope Gaunt —informó sonriendo—. Realmente no estoy seguro de que sean tus familiares, ya que no pude conseguir un árbol familiar sanguíneo, pero, por el nombre, te lo podría afirmar. Merope ha desaparecido al mundo muggle, así que puede ser esa la razón por la que tu apellido sea "Riddle".

—Tom Riddle —susurró recordando un pequeño detalle—. Las cuidadoras me dijeron que, cuando era pequeño, mi madre me había puesto Tom, como mi padre, y Marvolo, como mi abuelo.

Henry se quedó callado, guardando sus ganas de golpearse la frente con su mano.

—¿Y apenas lo recuerdas? —bromeó riéndose.

—¡Hey! Tenía dos años, agradece que me acuerde —gruñó empezando a hacerle cosquillas en forma de venganza.

Tal vez, el hecho de que Henry estuviera con él en ese estúpido orfanato, no era tan malo como pensó.

♣ ♣ ♣ ♣

Neferet llegó a la ventana, picoteando ésta tantas veces que Tom le aventó su almohada, haciendo que Henry riera por lo bajo mientras dejaba pasar a la pequeña, quien estaba indignada con el amigo de su amo por quererla lastimar.

La lechuza dejó caer el pequeño paquete que tendría entre las patas, el cual contenía una pequeña nota sobre él. Henry agarró la carta y sonrió al reconocer la letra en ésta.

" Estimado Henry:

Ya encontré al desgraciado.

Con cariño:
Aedus Roberts. "

Tom podría jurar que, si no hubiera conocido a Henry durante la mayor parte de su vida, un escalofrío hubiera subido por su espalda al ver la sonrisa sádica que resplandecía en sus labios.

—¿Quién es?

—Roberts —susurró. El mayor pudo notar que su voz se había hecho unas notas más graves—. Tom, ¿qué piensas de la venganza?

El mayor sonrió ante eso.

—Es el mejor néctar que la vida pudo crear.

Henry abrió el paquete, encontrándose una carpeta llena de información y de fotos muggles dentro de ésta.

William Griss, veinticinco años. Curiosamente, vivía a no menos de cuarenta minutos de distancia.

—Espero que seas muy bueno escondiéndote, Tom —comentó el menor sintiendo cómo la barbilla del nombrado se recargaba en su hombro para leer toda la información—. Tenemos algo que hacer.

Tom sonrió al terminar de leer la información básica, agarrando la cintura de su niño y asintiendo. Nunca había pensado que su pequeño iba a ser tan sanguinario y, a la vez, tan jodidamente hermoso.

Sueños profundos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora