Bostezó mientras acomodaba sus libros en el estante de su habitación. Debía admitir que el plan B no estaba saliendo nada mal... de no ser que éste implicaba ver menos a su querido novio.
Esos últimos años había comenzado a dar clases y, aunque el nuevo director era muy reservado y muy observador, parecía que no desconfiaba mucho en él como debería hacerlo.
Agarró su capa y salió de sus habitaciones para ir al Gran Comedor para la bienvenida a los nuevos alumnos. A Henry le encantaba conocer a esos jóvenes, unos más simpáticos que otros, pero no quitaba el hecho de que fueran buenos reclutas.
Reclutas.
Por eso estaba en Hogwarts, después de unos años -y unos pequeños estragos en la guerra-, Tom había considerado buena idea que Henry aceptara la propuesta hecha hace años por el profesor, aunque fue Albus Dumbledore el que le hizo la entrevista de trabajo a faltas de su antiguo director.
No se quejaba, por más misterioso que era el anciano, Henry sentía que se llevaba muy bien con él. Tal vez era porque estaba acostado a tratar con Roberts.
Se sentó en su lugar en la mesa de los profesores y esperó a que la profesora McGonagall, una antigua compañera de Gryffindor y ahora Jefa de esa casa, entrara al salón seguida de la nueva generación.
No tuvo que hacer gala de su paciencia porque, minutos después de que todos los alumnos se hubieran sentado, la puertas se abrieron para demostrar a dicha profesora.
Sonrió con alegría.
Siempre era bueno conocer personitas nuevas.
♣♣♣♣
—Si cortas así los ingredientes perderás más jugo.
La voz asustó al pequeño Slytherin que se encontraba de contrabando en una de las aulas en desuso. Henry sonrió con tranquilidad mientras salía de su escondite para ver al menor.
—Profesor —saludó con la frialdad de todo Slytherin—, estaba aquí para mejorar un poco en pociones.
Henry asintió ante eso, no parecía ser mentira y tampoco parecía ser algo en contra de las reglas del colegio, así que lo dejó pasar.
—No estoy aquí para regañarlo, joven...
—Snape, Severus Snape —susurró el menor.
—Bien, joven Snape —comentó—. No es la primera vez que lo veo en este salón, a decir verdad. —el chico pareció querer decir una excusa, pero el profesor de Runas lo interrumpió— No está haciendo nada malo, tranquilo. —Henry se colocó a su lado y, con un movimiento de varita, transfiguró uno que otro ingrediente en un caldero— Ha estado practicando lo que viene en su libro, no debo castigarlo por ser aplicado.
El joven asintió con cautela y miró los ojos del profesor como si tratará de leer su mente y, en efecto, pudo notar cómo un joven de primer año quería traspasar sus barreras.
»Espero que no lo haga con otras personas, joven Snape —interrumpió el contacto—. No a muchos les gusta que indaguen en su mente.
El chico simplemente asintió con algo de temor, pero Henry no le dio importancia. No después de ver ese material de mortífagos que tenía frente a él.
—Luego hablaremos de cómo sería más fácil entrar a la mente de alguien, pero, por ahora, estamos frente a una poción —susurró ignorando la sorpresa plantada en los ojos negros de su nuevo discípulo—. Mire, así podría ahorrar más ingredientes y sacar más jugo.
Snape abrió los ojos y empezó a hacer apuntes en su cuaderno, no dudando ni un momento en hacer preguntas y experimentar con lo que le había comentado su profesor y, oh, lo que le encantaba a Henry contestar esas preguntas en vez de los cuestionarios cliché que les hacían sus alumnos en sus clases.
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Sueños profundos.
Hayran KurguDicen que los sueños son momentos que tuvimos en nuestra vida pasada. Harry Potter nunca ha creído lo que dicen las personas, pero -por primera vez- prefiere prevenir antes que lamentar. Los personajes pertenecen a la escritora J.K. Rowling. Temátic...