• Treinta y nueve - Presente •

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Había vuelto a la mansión, debía hacerlo. Las cosas se lograron alargar más de lo planeado y ya no había tiempo que perder. Miró a los mortífago frente a Lord Voldemort mientras éste daba su discurso, si había algo que a su hombre le saliera bien eran los juegos de palabras.

Un Hitler del mundo mágico, eso era lo que verdaderamente podría definir a su Tom... pero había algo que diferenciaba a esas dos personalidades y era que, en pocos días y a comparación de Hitler, Lord Voldemort se declararía vencedor.

Sonrió. Sí, porque su esposo no merecía menos.

Miró a los jóvenes reclutas, quienes no parecían tener ni una pizca de temor. Los veteranos aparentaban tener la energía renovada, como si todo lo pasado sólo sirviera para ahorrar sus fuerzas.

Habían hecho un gran trabajo con ellos y Harry debía reconocerlo.

—Cuando Severus dé la señal, uno por uno entrará al armario —informó Voldemort resumiendo todo el plan para aquellos despistados que todavía tendrían dudas—. No saldrán de la sala hasta que Henry lo marque. —Algunos mortífagos lo vieron, él simplemente asintió.

—Tendrán un aproximado de una hora. —Fue su turno para hablar, ahora llamando por completo la atención de los presentes— En la hora de la cena no muchos estudiantes van a almorzar, así que deberán mantener la calma y no alzar la voz —comentó sonriendo—. No sabemos lo que pasará, pero recuerden que dependen entre ustedes. Somos un equipo, el uno depende del otro, no lo olviden.

Tom, aunque ahora era más un Lord Voldemort gracias a los hechizos glamour, lo miró y sonrió asintiendo. Harry tomó la señal y, dando media vuelta, ingresó al armario para llegar a Hogwarts, donde se encontraban sus armas secretas.

Salió sin demora y un orgullo floreció de su pecho cuando notó la mirada de dura firmeza que se encontraba en los rostros de Draco, Severus y Hermione.

—Harry, creo que habrá un pequeño cambio de planes —informó Severus—. Dumbledore quiere verte.

—Entonces sólo será un ajuste a nuestro favor —sentenció para luego mirar a su mejor amiga y ponerle una mano en el hombro—... ¿Estás segura de esto?

Hermione asintió e, ignorando la mano, se lanzó a abrazar al azabache.

—Estamos juntos en esto —aseguró la castaña.

Esa frase sólo causó que el orgullo de Harry se expandiera hasta llegar a sus ojos, empañando con lágrimas éstos.

La joven Gryffindor había entendido con una maravillosa comprensión toda la situación, Harry le contó todo a detalle una vez que encontró el momento. Los recuerdos de su otra vida, las posiciones reales de la guerra, los malentendidos y prejuicios que lograban nublar toda razón... y ella lo entendió.

Lo entendió y le dio un gran abrazo, susurrando que era un camino largo y con algunas fallas, pero que aceptaba que ya no había vuelta atrás y ella estaría ahí para apoyarlo. Harry no pudo amenazarla con perder sus recuerdos en caso de que no aceptase, ella simplemente decidió acompañarlo hasta el final.

No habían hablado con Ron y éste comenzó a notar el cambio. Era algo doloroso ver a quien consideró su mejor amigo con esos ojos de resentimiento, pero habían acordado que no lo entendería.

Ron era de comprensión dramática, hasta que no ocurría algo era incapaz de darse cuenta de la profundidad de las cosas. La castaña sería la responsable de decirle y, en caso de que no aceptase, también sería la desafortunada que se debería encargar de eso.

Otra prueba de lealtad que Harry le había encomendado.

—Iré con el director —susurró alejándose de su amiga—. Draco, ve con Fred y George, asegúrate de que no hagan algo estúpido —dijo mirándolo. El rubio asintió—. Hermione, ve con los demás, liderarás la marcha. —La joven asintió y, cuando Harry dirigió su mirada hacia el mayor de los presentes, simplemente sonrió con cariño.

Sueños profundos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora