Pase lo que pase

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La suerte estaba echada, la promesa y el juramento pactado era lo único que podía unir a dos hombres que en comportamiento y personalidad eran iguales, pero sumamente distintos físicamente. Uno era rubio platinado con ojos grises, piel extremadamente blanca y sofisticado hasta la médula; en cambio el otro era pelinegro, con orbes aguamarina grandes y expresivos, ambos a su manera, amaban a Hermione Granger viendo en ella una luz en la oscuridad que los atormentaba. No estarían dispuestos a perderla por tan solo una competencia absurda sin conocer la respuesta de ella misma.

Pudieron salir con dificultad por uno de los pasadizos secretos que desembocaban al otro extremo del jardín, afortunadamente ningun hibrido, druida, celta u otro espécimen estaba esperándolos para tenderles una emboscada. Sin embargo, debían ser cuidadosos al momento de calcular sus movimientos ya que estaba en jugo la vida de la chica que amaban.

Caminaron con sigilo, Draco con su varita en ristre y Damon de la misma manera uno atrás de otro encontrando algunos abroles que servirían como escondite para vigilar la llegada de enemigos sorpresa.

No veían por ningun lado a Silas o a sus secuaces, tampoco a Hermione atrapada en el cuerpo de Julliete pero pudieron intuír que no salieron totalmente de la finca. Se miraban el uno a otro indicando que debían avanzar haciendo crujir un poco la tierra por donde transitaban; tendrían que hacerlo con sumo cuidado o de lo contrario podrían interceptarlos.

El viento era frio, helado, haciendo un contraste tenebroso con la finca que perteneció alguna vez a los Rossier en sus épocas doradas; Draco pudo experimentar cierta familiaridad con su hogar durante la estancia de Voldemort que lo usaba como cuartel de operaciones, igual de gélido, tétrico, tan solo faltaban los dementores flotando alrededor como si se trataran de angeles oscuros que solo sabían robar lo mas preciado del ser humano. Su alma.

De un lado a otro sus miradas analizaban el panorama y no veían mas que escombros, algunas cortinas esparcidas por el césped seco y las figuras de cantera rotas a causa de las inclemencias del tiempo salpicadas por hojas amarillentas que se partian en mi pedazos al pisarlas. Tan solo se escuchaban sus respiraciones, lentas pero nerviosos ante el desconocimiento de las sorpresas, fue en ese momento que otras pisadas se iban acercando a su dirección, por lo que ambos voltearon con sus varitas en ristre.

Se soprendieron al mirar al hombre que tenían enfrente, quien vestía una túnica de color azul oscuro con motivos dorados en forma de leónes, espigas y cualquier otra cosa que Draco reconoció al instante. La boina hindú no cambiaba en lo absoluto, la mota que colgaba ligeramente era el distintivo especial de aquel mago que el platinado reconoció a la perfección.

-Kinsgley?, ¿Qué estas haciendo aquí?- Draco bajaba la varita y por ende el vampiro pelinegro también lo hacía.

-Me dijeron que necesitaban mi ayuda y vine a verificar lo que están tramando.- Puntualizaba el ahora ministro negando lentamente con la cabeza.

-Necesitamos encontrar a Hermione-

-Si lo se- Respondía el.

-Se encuentra perdida en algun lugar en el tiempo, su cuerpo esta siendo alquilado por una vieja enamorada que salía de un balcón- Sonreía Damon. -O Romeo, ¿Dónde hijo de putas estas que no te veo?- Dramatizaba.

-Tenemos que encontrarla, Silas la tiene en su poder y si no hacemos algo…

-No necesitas explicarte Draco ya me pusieron al tanto de lo sucedido, ahora tengo que sacarlos de aquí, no es prudente que ustedes peleen solos, enviare a un escuadron especial a…

-¡Yo no me muevo de aquí sin encontrar a mi prometida Joder!- El platinado se exasperaba.

-Creo que debemos definir eso de prometida, ¿Recuerdas que tu y yo nos unimos en una promesa?, No me digas que ahora comenzaras a mentir como todos los que he conocido Malfoy- Indicaba el vampiro colocándose a su lado. -Quiero el divorcio.

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