45

717 39 7
                                    

Ruggero esa mañana despertó agitado, su respiración se normalizaba a la vez que se daba cuenta que todo había sido una pesadilla, bueno nunca habían existido pesadillas lindas -Mierda -se dijo a si mismo.

Se levantó de la cama, y pudo notar la presencia de otra persona en su habitación, era Lodo que estaba en un diminuto pijama rosa ¿Que hacía ahí?

¿Sucede algo Lodo? -le preguntó, mirándola con los ojos somnolientos, la rubia lo miró de arriba hacia abajo y se mordió el labio-

<Por que tienes que estar tan bueno primo>, pensó ella. Ruggero se dio cuenta que lo miraba detalladamente, y bajó la mirada sonrojado, ¡Estaba en boxers! y tenía una leve erección matutina. Se sintió bastante avergonzado y se tapó rápidamente aquella zona con una almohada- Lo...lo siento.

Como si no hubiese visto alguna jamás en la vida -rió y se sentó en su cama- Pero bueno no te preocupes.

Repito ¿sucede algo? -la miró-

Si bueno, estabas hablando fuerte, gemías raro y bueno vine a ver que sucedía -se encogió de hombros- ¿Tenías una pesadilla? -preguntó-

Si creo -se encogió de hombros- Pero ya se me ha olvidado -levantó un poco la almohada que sostenía y aún estaba en problemas, pero la erección ya debía bajar, así que no se preocupo. Levantó la mirada y Lodo le sonreía, varios mechones de cabello le caían por el rostro, ya que a penas llevaba una coleta desordenada, en breves segundos la inspecciono entera, llevaba una polera corta de tirantes rosa pálido y un short corto a su juego, su piel era completamente blanca y suave -por lo que podía notar- tenía buenas piernas, largas y sensuales, y un pequeño tatuaje adornaba su pantorilla. ¿Por que Lodo debía estar tan buena?

¿Te gusta mi tatuaje? -levantó la mirada, y se encontró con los ojos de su prima, que lo miraban profundamente- Si lo miras de frente dice fé, pero si lo das vuelta dice confiar -volvió a sonreirle- Es lindo.

Y significativo -se sacó la almohada sin el menor pudor- ¿Que hora es? ¿donde esta mi madre? -avanzó por la habitación buscando su ropa-

Son como las doce del medio día y Karen salió a la florería -le dijo la rubia, mientras lo veía caminar de un lado a otro- Ruggero, ¿vamos a ir a la playa?

Eh si -paró su búsqueda y la miró- Arreglate por mientras, yo te digo cuando nos vamos.

Esta bien -se paró de la cama- Me avisas -dicho esto salió de la habitación y él no pudo evitar mirarle el trasero-

Negó con su cabeza ante los pensamientos pervertidos que pasaban por su mente <es tu prima> y siguió buscando ropa, entre todo el desorden que mantenía en su habitación.

Amaba estar con su ropa, y no usar nunca más la de chica, amaba poder usar pantalones anchos, sus poleras, sus cómodos boxers, amaba la vida de hombre. Una vez vestido, miró a su alrededor y sonrió a la nada, una sonrisa sincera, la habitación no tenía ningún rastro de su ex novia. Había quitado las pocas fotos -que aún quedaban- de las paredes, había guardado sus regalos en una bolsa, junto a muchos recuerdos de aquella relación, y la bolsa había sido quemada en conjunto con la bolsa que había hecho Jorge de los recuerdos de su ex novia, y acompañado de unos malvaviscos y unas cervezas, había pasado una gran velada. -Los malos recuerdos se entierran -le había dicho Jorge, al encender la pequeña fogata en la playa- O se queman.

¿Y los buenos?, ¿que se hacen con los buenos? -le había preguntado Ruggero, frente a él, mientras veía como el fuego se fundía y se agrandaba cada vez más-

Los buenos, se mantienen en la mente -se encogió de hombros y abrió una cerveza- Son buenos, te hacen feliz, no te hacen daño -le sonrió- ¿Estamos haciendo bien? -preguntó-

Enamorate (adaptada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora