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No había luz, todo estaba oscuro y las cortinas estaban cerradas -menos mal- pensó. Levantó su cabeza unos centímetros y se fijó en la hora, no era muy temprano, ni muy tarde pero no se preocupo de aquello ya que era domingo, era su único día libre, por fin. Llevaba varias semanas trabajando para la floreria de su madre, se sentía feliz, aunque no era el trabajo soñado, le pagaban y lo mantenía ocupado durante el día y eso era lo que importaba. Quiso volver a quedarse dormido, bajo sus suaves sábanas pero no le resultó mucho, ya que ni un ojo pudo pegar después de varios minutos intentando. 

Se sentó en su cama y revisó su celular, ya que ultimamente las chicas solían perseguirlo mucho y anotaban sus números ahí. A veces quería borrarlos, ocupaban memoria pero luego se arrepentía, quizás algún día, le serviría para llamarlas, cuando estuviera solo y necesitara compañía. Se levantó ya cansado y fue a su baño. Frunció el ceño al ver su cuello...otra vez tenía marcas y esta vez eran muchas, por los dos costados tenía chupetones morados. ¡Diablos!

Al principio no le había tomado atención a las marcas que le dejaban las chicas, luego le habían gustado, ahora lo incomodaban seriamente. Su madre le preguntaba cosas y él no sabía como responderle y más de alguna vez habían tenido una pelea. Karen tenía miedo de que Ruggero se convirtiera en esos chicos los cuales jugaban con las chicas siempre, que no eran para nada serios y se les podía ver con mujeres distintas todos los días, sospechaba tantas salidas, tantas marcas y Valentina la chica que lo había esperado afuera de la casa alguna vez y que había provocado el cierto brillo especial que había visto en sus ojos, ya no venía. ¿Que estaba sucediendo? Le había preguntado varias veces, pero el no respondía nada y a veces dejaba el tema de lado para hablar de la florería u otro cosa.
Ruggero ladeó la cabeza tratando de buscar la manera en que no se le notara nada.¿Debía aplicarse maquillaje?, ¿Usar una bufanda con el calor incipiente que aún había en la zona?
No ninguna de las dos, se quedaría así y trataría de afrontar las preguntas que les hiciera su madre o alguna otra persona. Un mensaje en su celular, lo hizo detenerse en su carrera a vestirse. Abrió el mensaje de un número desconocido.

"Gran noche Ruggero, ojalá se repita. Besos."

Sonrió unos pocos segundos, porque luego se preguntó de quien sería el mensaje. La noche anterior había ido de fiesta otra vez como había estado repitiendo por casi un mes. De fiesta en fiesta ya era casi conocido en todas las discos de la ciudad y del estado obviamente. Recordó que había llegado a la fiesta, había conversado con una chica rubia, había bailado y no había pasado mas allá de unos besos calientes, por lo que la rubia quedaba descartada. Luego había bailado con una chica alta y de cabello castaño, había pasado lo mismo con ella y hasta un poco más....Luego había conocido a una chica de pelo negro y piel extremadamente blanca con una sonrisa encantadora -por lo menos eso recordaba -habían ido al baño de damas y....
Si quizás fuera ella, pero no recordaba su nombre, se encogió de hombros y borró el mensaje.

¡Ruggero! -un gritó de su madre, llegó hasta sus oídos- ¡El almuerzo está listo!

Ya va -murmuró y se dió cuenta de que ya era bastante tarde-

Mientras se vestía se preguntó, si sus amigos andaban con resaca, bueno a excepción de su castaño amigo no había salido con ellos, y extrañamente no salía con ellos desde hace semanas. Lo llamaban constantemente y él sólo decía que estaba ocupado o no podía. Estaba extraño y ya no lo llamaba y lo visitaba. Bueno Ruggero tampoco podía visitarlo, trabajaba todo el día en la florería y los fines de semanas era la única oportunidad donde podía verlo, cosa que hasta ahora no había sucedido.'Se quedó satisfecho con saber que pronto le hablaría o lo llamaría, ¿le habría sucedido algo?

Bajó a almorzar con naturalidad, sin miedo a esconder aquellas marcas, se había puesto una polera simple que apenas le tapaba la base del cuello. Al llegar a la cocina Karen lo había mirado con asombro pero luego se había encogido de hombros y le había servido la comida, sin hacerle alguna pregunta -cosa que agradeció mentalmente. Se había puesto a conversar de temas triviales, y de la florería. Siempre habían almorzado los dos solos, o bueno eso sucedía desde la separación de sus padres. También la ayudaba a recoger los platos, los lavaba y luego su madre los guardaba.

Enamorate (adaptada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora