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Valentina miró a su madre y le sonrió agradecida. No había nadie más en el salón y sabía que aquello pondría en problemas a su madre si alguien las veía. Lucila le mostraba a su hija todas sus calificaciones, además de las que aún no sabía y eso estaba estrictamente prohibido en el instituto. Nadie ninguna alumna podía ver el libro con las calificaciones, nada pero ahí estaba su madre ayudándola un poco.
Sonrió orgullosa al ver sus nuevas calificaciones, que eran muy buenas por cierto, se había esforzado muchisimo, demasiado. De no leer ni si quiera revistas había pasado a estar todo el día metida en una biblioteca. Ya se sentía como las chicas nerd's del instituto. Y eso ciertamente la había ayudado a olvidar -o por lo menos tratar de hacerlo- a Ruggero aunque no le resultará mucho, porque cuando se esta enamorada...

Piensas todo el día en él -susurró, para que sólo oyera su mente-

Aunque hubieran pasado varias semanas, seguía recordando las palabras de su padre aquel día. Valentina había entrado corriendo a su casa, las palabras de Ruggero la habían herido profundamente, ¿Él prefería tener mil chicas, en vez de ella? Si claramente sí, ella había entendido perfectamente el mensaje que quería darle Ruggero. Era como un 'no me basta contigo' o 'no quiero una relacion seria contigo' o aún peor '¿Podríamos tener sexo siempre, pero seguir siendo amigos?' Y aunque ella había querido demostrar que tampoco estaba interesada en una relación, la verdad era que aquello era lo que más quería, tener a Nathan a su lado para siempre.
Le había costado tener el semblante serio mientras conversaban, porque claramente lágrimas querían caer por sus mejillas, y no fue hasta que entró a su casa que recien pudo hacerlo....explotar en llanto.
Buscó a su padre con la mirada y supuso que estaría en su habitación. Con un sollozo reprimido subió las escaleras, ignorando el hecho de que su madre que estaba en la sala la miraba desconcertada. Abrió la puerta de su habitación y ahí estaba, sentado leyendo lo que parecía ser un libro. Valentina sabía que él podía ayudarla. Ahora que habían limado todas las perezas sabía que podía confiar en él y eso era lo que más necesitaba ahora, confiar en alguien y que ese alguien la ayudara y la consolara.

Papá -lo llamó en un murmuro, él levantó la mirada y al notar los ojos llorosos de su hija, dejó de lado su libro y centró toda su atención en ella- Papito -susurró ella y corrió a sus brazos. Él la atrapó entre sus brazos, y la apretó contra sí con una sensación extraña y confundida, además de la preocupación que sentía, ¿Por que su hija lloraba tan desconsoladamente? Nunca la había visto así, aunque se hubiera perdido cuatro años de su vida, la amaba y mataría por quien la hiciera sufrir de tal manera-

¿Qué sucede cariño? -preguntó unos minutos después de haberla abrazado y abrazado hasta que la sintió dejar de sollozar- ¿Te ha pasado algo malo?

No -se separó de él un poco y se secó el resto de lágrimas que habían quedado en sus pestañas- Es que me siento muy mal.

¿Te duele algo? -preguntó preocupado.

Me duele mucho el corazón -murmuró y nuevamente más lágrimas se asomaron por sus ojos
A tal punto se quedaría seca, y tendría que hidratarse. ¿Por qué tenía que dolerle tanto las palabras de Ruggero?

Ella nunca había llorado por un hombre, sin contar el tema de su padre, pero eso era otro asunto. Se sentía tan tonta, ella sabía que los chicos no querían a las chicas para siempre, por lo menos no los que había conocido durante los dos últimos años, todos querían encuentros pasajeros y si te he visto no me acuerdo. Ella había estado de acuerdo en eso, y es más le encantaba pero había tenido que llegar aquel castaño vestido de mujer, con esa dulzura de un chico que creía estar enamorado y con esa ternura que le había demostrado al cuidarla y al hacerle el amor. Creía que Ruggero la hubiera llegado a quererla aunque sea un poquito de lo que ella lo quería a él, pero claramente eso no sucedía, porque o si no, no le hubiera pedido que se dejasen de ver. Ahora más que nunca odiaba a Michelle, muchísimo más que antes, por culpa de ella Ruggero había dejado de confiar en si mismo'y había dejado de lado el tema del amor o de tener una relación. Ruggero estaba cerrado de mente, y comprendía que no quisiera tener una relación seria ahora, pero ni si quiera le había dado la oportunidad a un futuro entre ellos dos. Podían haber salido unos meses más, podían haber estado juntos todas las noches, divertirse juntos y quizás cuando se sintiera preparado recién tener una relación seria, pero no él había optado por lo que creía sano y había terminado con todo lazo que los unía y de paso había roto el corazón de Valentina.

¿Quieres hablar? -preguntó su padre un momento después, ella asintió.-

¿Que se siente estar enamorada? -le respondió con una pregunta. Su padre que la acunaba aún en sus brazos, se quedó unos segundos pensativos y sonrió acordándose de la historia que le contaba cuando pequeña-

Sientes -suspiró- Sientes mariposas en tu estómago -Valentina abrazó más a su padre al oírlo- Mariposas que te revolotean ahí cuando piensas en la persona que mas quieres, y que es la correcta -sonrió nuevamente- Yo las sentí por tu madre, mejor me retracto -rió al ver a Lucila parada en la puerta de la habitación, Valentina que estaba de espaldas, no la veía- Las sigo sintiendo, ¿Por que preguntas?

Por que a mis mariposas, acaban de matarlas -susurró y lo miró a los ojos- Acaban de matarlas y me quiero morir con ellas.

Oh mi pequeña -Acarició su cabello- Las mariposas no se mueren -apartó un mechón de sus ojos- A veces se enferman, pero debes entender que siempre habrá una cura que llegará tarde o temprano, es tú decisión si quieres tomarla o no -la abrazó por última vez- No llores por un hombre tonto corazón.

Aquella noche, vio una película con sus padres, y luego fue a dejar a ella y Lucila al instituto, en donde por lo menos quería olvidar más a Ruggero. Durante la semana siguiente a aquello, le había costado un poco tomar atención en clases, pero al recordar que debía seguir manteniendo sus notas, se había propuesto quitar a Ruggero de su mente, y ciertamente a veces lo lograba y a veces no. Saber que por primera vez se había enamorado la había puesto como loca y había querido mantenerlo lo más reservado posible. Mucha veces se preguntaba en momentos donde no tenía nada que hacer, que estaría haciendo Ruggero, si estaría revolcándose con alguna chica, si estaría coqueteandole a otra, si estaría borracho por ahí, si estaría bien, si se habría enfermado...si estaría pensando en ella. También se sentía tan tonta, a veces andaba en las nubes y a veces caía de fondo a la tierra, a veces estaba riendo y a veces, estando sola lloraba desconsoladamente en su habitación.  

Enamorate (adaptada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora