Prólogo.

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        Kibō limpiaba la brillante hoja de su espada en la sala común que compartía con sus compañeros, Esmeralda transformaba su piel en aquel extraño metal parecido al diamante y dejaba que Pablo disparara choques sobre ella en un entrenamiento algo improvisado. Mark hablaba con su propio doble y jugaban bromas a Camila, quien comenzaba a impacientarse sin usar sus habilidades, que eran siempre un último recurso.

        Flint era el único del equipo que se dedicaba a mirar a la muchacha que limpiaba sus espadas un poco más alejada de él.

        Entonces vio cómo Kibō guardaba su arma en la funda, recogía la otra que descansaba sobre la mesa, sus utensilios y se retiraba de la sala común. La muchacha siguió su camino muy concentrada hasta la puerta de su habitación, en donde tecleó el código de acceso y colocó su mano sobre el lector de huellas digitales. La puerta cedió cuando la empujó, pero al entrar soltó todo lo que llevaba en las manos, con los ojos como platos. Había un corazón pegado a la pared hecho de pequeñas fotos de ella, y sobre la cama descansaba un bentō japonés forrado en papel color rojo. Su nombre descansaba en un papel sobre la pequeña caja de comida escrito en una letra prolija, al tomar el papel notó que era en realidad una nota, firmada solo por una inicial. En el papel pedía amablemente que disfrute su comida.

        Algo consternada debido a aquella situación, arrancó las fotos de la pared y las observó; todas eran suyas claramente, tomadas desde una cierta distancia, aunque la situación de algunas miniaturas, era lo que la llevaron a salir de la habitación hecha una furia luego de dar un portazo. Caminó molesta hasta la sala común y miró a sus compañeros con el ceño fruncido. Arrojó el bentō al tacho más cercano y rompió cada fotografía, para luego tirarlas también.

-No sé quién es el acosador que hizo esto, pero la próxima romperé otra cosa que no sean fotos. – Se giró y se marchó con los puños apretados junto al cuerpo.

        Entró al despacho de Marcos sin siquiera preguntar y cerró la puerta encarando al director, que muy tranquilamente y acostumbrado a los arrebatos de la muchacha, se sacó las gafas de lectura y dejó los papeles que estaba leyendo, sobre la mesa.

-Esto será bueno, estoy seguro. – Dijo el castaño levantándose para servir café en una taza al otro lado de la habitación. Levantó el dedo frenando a la morena cuando iba a comenzar a hablar y le dio un sorbo a su café. – Ahora sí, habla.

-Alguien entró en mi habitación. – La muchacha suspiró. – Otra vez. ¿No habías dicho que las nuevas mejoras de seguridad harían que se detuviera? Pasó de ser notas sobre mi almohada a una pared llena de fotos de acosador.

-Empiezo a suponer que su acosador tiene una buena mano para la tecnología o la habilidad de colarse en lugares en los que no cualquiera puede entrar. – Ahora más serio, Marco se sentó nuevamente y leyó sus expedientes con cuidado, buscando un sospechoso.

         Aunque Esperanza ya tenía la respuesta. Conocía a la persona indicada con la descripción de la persona que la acosaba, comían en la misma mesa desde hacía años, ese mismo día había estado sentado mirándola.

-Flint. – musitó la morena antes de que Marco dijera algo más. – Flint es quien me acosa.

-Lo sacaré del escuadrón si eso deseas, no garantiza que dejará de molestarte, pero lo tendré vigilado. – El castaño vio el desagrado en el rostro de la joven.

-Haz lo que debas para mantener a ese demente lejos de mí.

        Esperanza salió del lugar rápidamente sorprendida por la situación, su propio compañero había estado acosándola todo ese tiempo, y ni siquiera se le había pasado por la cabeza aquella posibilidad. Era tan estúpida. Su Sensei la habría reprendido si hubiese podido. Distraída, chocó con alguien que iba por el pasillo. Sintió como la sostenía del brazo para no dejarla caer al suelo, pero deseó no haber levantado la mirada, quizá así habría reprimido el escalofrío que le subió por la columna vertebral.

         Flint la observaba con una sonrisa vacía, que parecía de manual.

-Tenemos idioma, Esmeralda pregunta por ti. – musitó el chico invitándola a caminar junto a él.

        La morena caminó con él en silencio sin saber qué excusa poner. El inexistente peso de sus espadas en la cadera la hicieron sentirse pequeña y desolada junto a aquel chico que simplemente iba mirando el pasillo frente a él. Cuando la puerta del salón de idioma donde era su próxima asignatura obligatoria apareció en el campo de visión de Esperanza, sintió que el corazón le volvía a latir, aunque rápidamente la sensación desapareció cuando escuchó las palabras del muchacho antes de entrar.

-Supongo que el bentō de pescado no te gusta, y tampoco el gesto romántico de las fotos. Tranquila, preciosa, la próxima tendré eso en cuenta.

        Atónita en su lugar, lo vio ingresar al salón con la misma sonrisa vacía y tomar asiento junto a Pablo, como siempre lo hacía, en el banco detrás de su lugar junto con Mark.

Kibō --> Park Jimin.(En Edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora