CAPÍTULO 2: Pastel de limón y una taza de té.

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        Esperanza cerró la puerta de su pequeño casillero con el libro de inglés en la mano. Por alguna razón que no entendió, no lo había dejado debajo del banco como siempre hacía, así que refunfuñó todo el camino hasta su asiento en donde se dejó caer para observar al profesor que acababa de llegar. Astrid a su lado, estaba con la cabeza baja mirando su teléfono, el pelo le caía como una cortina de rizos rubia sobre los hombros, ocultando su rostro y lo que sea que estuviese viendo tan concentrada.

        Su compañera de banco le golpeó el brazo llamando su atención, por lo que la rubia notó que el profesor ya estaba presente y dejó el teléfono debajo del banco. Jae, en el banco de atrás, estaba hablando de algo con Samanta; Esperanza dejó de prestar atención cuando los nombres de los coreanos empezaron a aparecer entre sus oraciones. No era hater, pero no era tan fan como para querer saber qué hacían de su vida los 365 días del año, cada minuto, cada momento. Aunque le divertía que Jae pusiera videos de risa del grupo; además de que parecía un ritual saber diferenciar a cada uno, en lo que gracias a Dios Esperanza era buena, o sino podría arriesgarse a recibir la reprimenda de su vida. Aunque, al fin y al cabo, la coreana siempre la regañaba por todo.

        Los gritos quejumbrosos de sus compañeros la sacaron de su divague infinito y trató de reproducir en su mente lo que el profesor llevaba diciendo los últimos diez minutos. Al parecer debían hacer una actividad, y quien terminara primero, se llevaría como premio medio punto extra en el próximo examen, por lo que todos comenzaron a protestar. La mayoría no quería hacer nada en las clases de inglés, pero medio punto cambiaba vidas para muchos de ese curso, así que cada fila comenzó con la consigna. Rápidamente, todos creyeron que la fila número tres al otro lado del salón tenía todo ganado, habiendo dicho todos los verbos del texto en el tiempo verbal en el que se había pedido, pero entonces en un momento de lucidez Esperanza levantó la mano llamando la atención del profesor.

- ¿Qué hay de las oraciones del principio? ¿Esos verbos no están también en el texto? – Se levantó con la hoja en la que su fila los había escrito además de las palabras del texto, provocando que la otra asiática del salón, en la tercera fila, la mirara frívolamente.

         Se mordió la lengua cuando estuvo a punto de hacer un comentario sobre la muchacha, simplemente miró a Alex delante de todo al igual que ella, y le dedicó una sonrisa burlona mientras el chico hacía gestos raros. La clase continuó con un ejercicio de a dos, y esa vez, Astrid, quien se había cambiado de lugar, ganó el segundo medio punto junto con Samanta. La fila comenzó a felicitar a la chica mientras golpeaba las mesas. El profesor se rió de su actitud y dio por finalizada la clase.

        Entonces los siete amigos se juntaron de su lado del salón para poder hablar. El timbre sonó y el profesor se retiró no sin antes hacer una broma a la morena sobre los cómics que leía. La muchacha le gritoneó mientras el hombre se retiraba carcajeándose. El que fuera joven lo hacía más allegado a todo el grupo de quinto, era como otro más.

        Las chicas se movieron como cardumen hasta el baño en esa primera planta, mientras Alex corría al piso de abajo a comprar algo al buffet. Esperanza se miró al espejo con el entrecejo junto: parecía una muerta viviente. Rodó los ojos luego de tensar su cabello negro detrás de las orejas y salir del baño detrás de sus amigas.

        En el aula ya se encontraba la profesora de química, con su típico humor de maestra jardinera en acto escolar. Esperanza la saludó con una sonrisa educada y se sentó en su asiento sacando las cosas que necesitaría para esa mañana, aunque la profesora les recordó a todos que debían terminar la película que habían iniciado la clase pasada. El grupo se puso de pie y bajaron hasta la sala de informática, en donde vieron la película en silencio. No quedaba mucho por ver en realidad, por lo que la profesora los dejó solos un rato, siendo que debido a la ausencia de la profesora de filosofía podían quedarse a terminarla de una vez por todas, pero ella debía supervisar otro curso. El grupo de adolescentes, totalmente concentrado en la pantalla frente a ellos, aguardaban por la profesora con tranquilidad.

Kibō --> Park Jimin.(En Edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora