Esperanza dio un salto en la cama debido al grito que Esmeralda acababa de proferir al llamarla. Se quejó mientras salía de su habitación con pesadez, a gritar de igual manera asomada por la baranda.
-¿VENDES ALGO QUE GRITAS ASÍ? - inquirió molesta a la rubia, que estaba con la cabeza cubierta por ruleros color rosa pastel.
Con su mejor cara seria se sirvió del café y la crema que la mayor había preparado para ella como desayuno, mientras ésta dejaba un cariñoso beso sobre su mejilla. La morena la miró mal mientras subía a su habitación nuevamente a prepararse para empezar con ese día tan denso, aunque se encontró con un vergonzoso y preocupado Carlos en la puerta de su habitación, aguardando por ella.
-¿todo en orden, buen hombre? - inquirió Kibō cruzando la puerta despreocupada.
-Escuché un grito fuerte y pensé que había pasado algo.
-Lo único que pasó fue tu tía despertando mi bella persona, de una manera muy poco amable. Nada del otro mundo, anda a vestirte así vamos a la agencia a ver a los demás.
Con aquellas palabras, un animado Carlos salió corriendo hacia su habitación para vestirse. Esperanza suspiró mientras buscaba la ropa que usaría esa noche para subirla a la camioneta; el vestido color azul y violeta en degradé le dio una sensación extraña en el pecho. Por alguna razón que no comprendía estaba animada a pesar del día, y se encontró cantando mientras paseaba por la habitación y la casa preparando todo para irse de una vez. Esmeralda la observó extrañada mientras se lavaba los dientes, pero no dijo nada, quizá por miedo a que esa buena energía se esfume de un momento para otro.
Carlos corrió alrededor de la morena con su mochila ya puesta mientras que esta reía viendo que tuviese todo dentro del bolso y la caja que llevaba. El niño correteó hasta el ascensor seguido de la mayor, que llamó al aparato riéndose de lo que le contaba su pequeño compañero de día. Luego de discutir si era bueno que vaya en el asiento delantero junto a ella, ambos emprendieron su camino hasta la agencia, cantando durante todo el camino.
Cuando estacionó la camioneta y entró en el edificio de Fénix, Marco la recibió con una sonrisa, contento de verla de tan buen humor a pesar de las circunstancias. Estaba por ponerse a charlar con el mayor hasta que escuchó el sonoro ''Papá'' por parte de Carlos en cuanto Mark estuvo a la vista. El rubio corrió a abrazar al menor llenándolo de besos y cariños, escuchando lo que su hijo le contaba sobre el tiempo que no lo había visto.
-...Y la comida que llevó Seok Jin hyung estaba deliciosa, te lo perdiste. - comentaba el niño de lo más animado, aunque le duró poco al no encontrar con la vista a Chris. - ¿Dónde está este hombre? - preguntó Carlos provocando las risas a su alrededor.
El nombrado venía en la dirección contraria en la que había llegado Ritoski, se estaba secando las manos mientras silbaba, pero dejó lo que hacía en cuanto el menor apareció en su campo de visión. El muchacho abrió los brazos recibiendo a Carlos cuando éste corrió hasta él.
Esperanza decidió que no tenía mucho más que hacer ahí, así que con su caja debajo del brazo, caminó por los pasillos de la agencia hasta la sala privada que tenían para el escuadrón, en donde se encontró con Yiu jugando con un juguete que hacía un ruido insoportable. La morena levantó al animal en brazos contenta de verla por fin. Estaba muy ocupada en llenarla de besos y hablándole con una voz que avergonzaría a muchos, cuando Marco entró en la habitación con dos cafés en las manos.
-Llegó hoy, me alegro de que ya están juntas. - dijo el castaño ofreciendo uno de los vasos a Kibō que lo aceptó con una reverencia pequeña luego de dejar a la gata seguir con su juego.
-Esta obesa, debes darle menos comida.
-¿Menos comida? pero si está famélica.
La realidad era que Yiu era una pelota de baloncesto peluda, pero Marco era un debilucho que adoraba consentir al animal, y Esperanza lo sabía, por lo que no dijo nada ante el comentario, simplemente rodó los ojos.
-Ayer me llegó el reporte de dos ladrones callejeros que se entregaron a la policía afirmando que una samurai loca los había amenazado en la calle, ¿no te parece muy curioso? - aventuró el castaño mientras con una mano acariciaba al animal y con la otra se llevaba el vaso de café hasta los labios.
-Curioso se queda corto, ¿qué cosas consumen en estos días los chicos?
-Kibō...
-En mi defensa estaba brindando un servicio público. - alegó la morena, que se había sentado en uno de los sillones individuales, girando su asiento mientras bebía café.
-Eres imposible. - Marco rodó los ojos. - La próxima vez quiero que seas tu quien me diga este tipo de cosas, ¿está claro?
-Sí, molesto, te lo diré. - Esperanza suspiró.
Satisfecho con la respuesta, Marco sonrió. Sin necesidad de mediación de palabras entre los dos, ambos estaban por comenzar a entrenar; Esperanza era la única que podía tener ese tipo de entrenamientos con Marco, debido a que usaría su habilidad, de la que pocos sabían, o entendían de qué se trataba. El joven frente a la morena estaba repentinamente sin chaqueta, pantalones cortos y descalzo sobre el piso de colchoneta. Kibō se tronó los dedos antes de ponerse las vendas sobre los nudillos mientras tarareaba la canción que sonaba en el equipo de música; pronto, con el cabello atado, Cabrera estaba lista frente al castaño a la espera de un ataque, el cual llegó al momento que Lie sonaba por toda la habitación.
Marco podía confundir la mente de cualquiera que se le cruzara por enfrente, si así se lo proponía, de allí que solo pudiese entrenar con Esperanza, que decidió correr el riesgo en el camino por entender completamente los poderes de su amigo. Entonces empezó: Kibō estaba golpeando al castaño y éste respondía aún sin hacer uso de sus habilidades, hasta que el rostro que veía Esperanza no era el de Marco, sino el de JiMin, con los puños arriba, peleando contra ella.
Marco era experto en jugar sucio, la morena era más que consciente, y como no cesó en sus ataques, su compañero optó por algo más. Cabrera soltó un grito de molestia al ver a los insectos que había comenzado a correr por su cuerpo, y sabía que no podía ser real, pero los sentía y le costaba concentrarse en lo que hacía, por lo que recibió un duro golpe en la mejilla, que casi la hizo caer.
-Maldito tramposo, de ésta no te salvas. - Esperanza tenía su mejor sonrisa competitiva mientras atacaba con todo lo que tenía al otro.
La joven a pesar de ser pequeña en comparación a Marco, era mucho más fuerte, aunque no abusaba de aquello con ninguno de sus compañeros. Obviamente su jefe no iba a ser la excepción, pero decidió que un poco de dificultad para el otro no sería nada muy malvado o potencialmente dañino, o fue así al menos hasta que Rose tuvo que ir hasta la sala con el botiquín de primeros auxilios. Ambas jóvenes estaban tratando de aguantar la risa mientras el castaño se quejaba por el alcohol sobre su rostro, aunque ya no pudieron contra ello al ver como dejaba de gritar en cuanto su pareja entraba en la sala con el almuerzo en la mano.
-Cariño, ¿otra vez molestaste de más a Kibō? - inquirió Astrid confundida viendo como Marco estaba aguantando el dolor.
Las otras dos figuras femeninas en la habitación estaban totalmente divirtiéndose a costa del mayor, que las miró con seriedad. Esperanza entonces comenzó a hacer bromas mientras se acercaba al saco de box para poder golpearlo un poco.
Realmente se estaba riendo para no pensar mucho en nada; estaba de humor, sí, pero de todas maneras ver a JiMin en su cabeza, le recordó lo sucedido la noche anterior: su rostro afligido por lo que había dicho aunque no había sido su intención, su voz fría y grave al salir del departamento. Sintió como un escalofrío le subía por la columna vertebral en cuanto sintió una presencia detrás de sí, pero estaba sola, ella lo sabía, sus amigos se habían ido para dejarla entrenar tranquila.
Cuando giró sobre sus talones temerosa, allí estaba, la misma sonrisa que había adorado en un inicio, que después se volvió fría y sin sentimientos algunos. Flint tenía un ojo de distinto color, el cabello en el lado que ella había estrellado el pedazo de concreto, no estaba, había sido reemplazado por piel cicatrizada, lo que solo hizo que tuviera un aspecto aún más siniestro. Kibō observó la ropa que llevaba: un traje color verde militar, ceñido al cuerpo y su arma en la muslera de su pierna derecha, justo como había estado siempre que salían de misión. En el bolsillo de su chaqueta estaba el bordado que Camila había hecho para él, con su nombre de campo; el ''spy'' le quedaba mucho mejor de lo que Esperanza podría haber admitido en otro momento de su vida, lo que sólo le produjo otro escalofrío.
-¿Qué ocurre, dulce Kibō? ¿por qué estás tan preocupada? - inquirió el alterado con las manos sujetas en su espalda.
-Lo que me pasa no es de tu incumbencia. - Esperanza dio un paso atrás cuando la extraña visión avanzó en su dirección. - Largo de aquí, desaparece. No quiero verte.
-Yo no estaría tan seguro, amor, sino no estaría aquí.
Molesta, Cabrera corrió en dirección a la aparición con su puño listo, incluso anticipando lo que realmente ocurriría: su golpe jamás llegó al muchacho, que se rio frente a ella sin ningún tipo de remordimiento, al ver su débil intento por herirlo. Kibō, que ahogó un quejido al sentir el calambre que subió por su mano al golpear el mueble detrás, se giró lentamente mirando molesta. En otro momento de su vida, mucho antes de saber quien era Flint en realidad, verlo era como una cura para cualquier mal, pero para entonces, solo le causaba un nauseabundo sentimiento de remordimiento y dolor.
-¡¿Por qué no puedes dejarme en paz?! - preguntó en un grito la chica, que aún sostenía su mano momentáneamente herida.
Flint simplemente se burló nuevamente de pie al otro lado de la sala y se desvaneció en una nube de humo verdoso y gris. Cabrera soltó un quejido mientras se acercaba a su bolso, de donde sacó las hierbas medicinales que siempre guardaba para emergencias. Colocó un poco dentro de un vaso que llenó con agua tibia, y lo dejó reposar mientras tomaba su teléfono con la mano que no le dolía. llamó a JiMin, si de algo le servían sus ataques de pánico, eran para decidirse a la hora de hacer algo, por más loco que pudiese llegar a sonar. El buzón de voz la recibió, llenando su pecho de pesadez, tirando el aparato lo más lejos de su vista mientras se llevaba el vaso de té a los labios, bebiéndose su contenido de un trago.
Rose entró a la sala con una bolsa con comida rápida para su amiga, pero se vio totalmente descolocada al encontrar el mueble con la puerta abollada y medio caído. Siguió con la mirada, toda la extensión de la habitación, dando con la muchacha sentada en el balcón medio encorvada, en silencio. Preocupada, la castaña se acercó rápido hasta Cabrera, que la miró algo perdida, como si hubiese interrumpido una importante reflexión.
-Yo... yo vi a Flint recién. - comunicó la morena mirando hacia la habitación algo extrañada.
Rose casi entró en pánico al escuchar aquello salir de los labios de su amiga.
-Flint está muerto, Kibō. - aseguró preocupada.
-¿Tu viste su fantasma?
-No siempre veo los fantasmas de la gente que muere, pero te aseguro que está bien muerto, Esperanza, yo misma vi cómo le hacían la autopsia.
-No es la primera vez que me pasa. Desde que volvimos de la Isla e tenido ciertos episodios debido al estrés postraumático, cada uno se siente más real que el anterior y tengo tanto miedo de que esté vivo, de que no esté pagando en el infierno por todo lo que hizo... - la morena parecía tan perdida en sus propios pensamientos que no notó la preocupación en el rostro de su amiga.
-¿Por eso golpeaste el mueble?
-Intenté golpearlo... Pero no le puedes pegar a algo que está en tu propia mente. - Kibō sentía como de a poco el té le hacía efecto. - Esa madera es más resistente de lo que parece.
Ese comentario hizo sonreír a la bruja, que se relajó en el lugar donde había tomado asiento. Ambas hicieron silencio, lo que solo hizo que Rose se percate de la mirada de reproche que Camila le estaba dando mientras tenía una mano sobre el cabello de Esperanza, que había cerrado los ojos. Pablo estaba acariciando la mano de su amiga, pensativo.
-¿Están aquí? - la pregunta salió a media voz por entre los labios de una cansada Kibō. - Pablo y Camila, ¿están aquí?
-Sí. - musitó Rose.
-Leí que uno puede sentir la presencia de seres celestiales, y como ellos dos son ángeles, les atribuyo mi repentina tranquilidad. - El comentario de Esperanza hizo sonreír a ambos fantasmas y hechicera. La morena podía ser muy dulce e inocente sin siquiera proponérselo, y en ese momento no fue la excepción, con los ojos cerrados, la cabeza hacia atrás y una pequeña sonrisa.
-No sé si éste es el momento, pero hay algo que quiero contarte. - Rose volvió a sentir la mirada de reproche por parte de Camila inmediatamente; su amiga, curiosa de lo que tenía que decir, también la miró. - ¿Te peleaste con tu padre antes de su muerte?
La pregunta dejó a Esperanza algo confundida en un principio, aunque luego asintió levemente.
-Creo que la razón de la que no pueda ver su fantasma, es debido a que su desapego antes de morir debido a la pelea, no lo ató y encontró la paz respecto a tí. - La castaña sonrió un poco a su amiga. - Está bien donde sea que esté, y estoy segura de que sabe que lo quieres... Lo siento, se que quizá querías escuchar otra cosa.
-Me da tranquilidad que no lo até a éste mundo por más tiempo. - Esperanza abrió los brazos, recibiendo a su amiga entre ellos; algo en sus ojos le dijo que realmente había buscado una respuesta para ella y no había sido simple, supuso que por eso había lágrimas en sus bonitos ojos.
Pero no era así. Era la mirada reprobatoria por parte de Camila, que estaba aún junto a Esperanza. La española sabía que la hechicera no estaba siendo sincera con su amiga, y encontraría la manera de averiguar qué ocultaba con tanta vergüenza de sí misma.
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Kibō --> Park Jimin.(En Edición)
خيال علميSinopsis: - ¿Confías en mí? -Con mi vida. Jimin observó a la joven frente a él y se preguntó qué más había detrás de esa sonrisa y ojos cargados de culpabilidad. Esperanza, una chica que vive una adolescencia común y corriente, se encuentra repe...