CAPÍTULO 15: Rose.

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 Rose siempre había sido el tipo de hija que cualquiera podría desear, aplicada, talentosa, sincera, un ejemplo de persona. Su madre la amaba con todo su corazón y le dolía ser la portadora de malas noticias para su joven hija, que no le había hecho nada malo al mundo para tener tal mala suerte. La castaña, al igual que los demás mujeres de su familia, estaban malditas por el resto de la eternidad. Ninguna podría formar una pareja, condenando a quien amen, a morir de una forma dolorosa y no habría forma de salvarlos.

 Rose escuchaba como su madre rompía su corazón en mil pedazos muy lentamente. No podía creer lo que le estaban contando en ese mismo momento sobre su destino, el único futuro que la esperaba, no solo a ella, sino a su pareja y a su descendencia.

-Pero hay una forma hija, quizá puedas cambiar tu destino. - Lorey miraba a su única luz, apagarse lentamente mientras se sentaba en el suelo de la cocina, dejando los platos a medio lavar mientras lloraba.

-Como toda magia, hay una fisura en la maldición. - su abuela, Elid,  estaba sentada en el sillón tomando té. - A través de las generaciones, un nacido bajo la luna sangrienta, crecía para convertirse en un domador de demonios y amo de los muertos.

<<Al principio, nosotros lo creímos como algo de mal augurio, luego, como algo sagrado y más tarde, cuando logramos comprender más nuestra maldición, descubrimos que había una serie de eventos que rodeaban la vida del hechicero en cuestión, indicios de que si cometía ciertos actos, la maldición se podía romper. Un acto impuro, un pecado, es lo que se necesita para romper la maldición.

-Un asesinato. - Rose murmuró aquello y las velas encendidas en la casa se apagaron. - Debo matar a alguien, ¿no es así?

-Al primero en la línea de amoríos de quien ames y el deberá hacer lo mismo. - Lorey se retorcía en lo más adentro de sus entrañas por poner a su hija en aquella situación.

-Pero yo no amo a nadie, así que no puedo romper la maldición. - La castaña miró el suelo confundida.

-Eso no es cierto, mi joven niña. - Elid se puso de pie, caminando hasta su nieta a paso lento. - Ya has encontrado el amor, y tu destino ya se puso en marcha, pero puedes decidir si alejarte de él, o matar por él y él por tí.

-El muchacho de rosa, es un gran chico, Rose, decide con sabiduría, porque no es el único en peligro. Muchas en nuestro clan deben morir solas o condenar a la persona que amen, pero tu puedes terminar con esto.

  La castaña se puso de pie en un revoleo de faldas, totalmente furiosa con su madre y abuela.

-¿Se lo habrías pedido a ella? - Espetó a su madre. - Dime, ¿Se lo habrías pedido a Clarice? ¿Le habrías pedido que cargue no solo una, sino dos muertes, sobre sus hombros?

-Hija…

-Largo de mi casa. Las dos.

 Así, con un movimiento brusco de manos, ambas brujas se fueron, temiendo su muerte si no dejaban a la joven hechicera en paz. Llorando desconsolada, la castaña cayó nuevamente el suelo, sin importarle haberse golpeado con fuerza las rodillas contra la madera del suelo, o que su vestido de cena estuviera arrugado, solo podía pensar en los celestes ojos de Valentín, en su sonrisa inocente, en el sonido de sus carcajadas cuando Emer contaba un mal chiste o si Esperanza golpeaba a alguno de los chicos cuando hacían algo incorrecto. Pensó en lo buena persona que era, no quería detener aquello, no quería ser quien arruine su vida, quien lo obligue a asesinar a una persona.

 Deseó mil veces haber muerto en lugar de su hermana, para que ella tuviese que dar tal paso, porque estaba segura, de que su hermana sería el demonio encarnado de haber nacido, la había visto crecer junto a ella como fantasma, y era lo suficientemente malvada como para revolverle el estómago. Allí estaba ella, todo lo contrario, rubia y de ojos verde claro, vestida como debió haberse vestido un ángel, pero por dentro, tan repugnante como el gusano en el corazón de una manzana.

Kibō --&gt; Park Jimin.(En Edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora