CAPÍTULO 26: Galleta de chocolate

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Esmeralda salió de su primera clase tarareando. Estaba lista para irse a casa a descansar cuando un mensaje de JungKook le llegó al teléfono. Sonrió leyendo la invitación a la cafetería, y se fue a paso veloz hacia Mr. Beagle. El lugar era como en Buenos Aires, los reservados diseminados casi igual, el menú era casi idéntico, excepto por el hecho de que todo parecía extremadamente adorable. Emer se preguntó cómo se vería Kibō en el uniforme que usaban las chicas que trabajaban allí, que era casi en su totalidad rosado, con dibujos.
Se rió por sus ocurrencias buscando a su novio con la mirada, al cual encontró con el cubrebocas en el mentón mientras ojeaba el menú. La rubia correteó hasta donde estaba su pareja y le dio un susto. Jeon comenzó a reír avergonzado.
-Debo estar más atento, siempre logras tomarme por sorpresa. - El castaño negó con la cabeza varias veces.
-Es un don. - Emer le guiñó un ojo mirando la especialidad del día. - Ya sé que quiero.
Ambos hicieron su orden a una de las jovencitas que trabajaba allí, que se fue de inmediato a comenzar con lo que querían, dejando a ambos conversando sobre lo que habían hecho ese día. La verdad era que tenían por costumbre juntarse en los tiempos libres que podían coordinar, para ese entonces ambos estaban muy enfrascados no solo en sus trabajos, sino que Jeon debía ensayar con sus compañeros para los próximos eventos en los que iban a participar, por no hablar de que se acercaba una gira importante para presentar su nuevo CD en Asia. Emer por otro lado, había empezado con su residencia en medicina además de sus clases en la academia de Artes, y pasaba muchos turnos nocturnos en la guardia si no es que estaba en alguna misión con sus compañeros. Con todo el asunto del ataque a Kibō habían surgido más secuestros, alterados que recibían amenazas todos los días, pero no había forma de dar con la base que controlaba el asunto.
En eso estaba pensando Emer cuando la comida llegó a la mesa. Jeon la observó y luego a lo que tenía en frente, resultando en un café cortado con galletas de chocolate. El muchacho sonrió, pero al ver a su novia con la mirada algo perdida, inmediatamente se estiró sobre la mesa para sostener su mano.
-¿Qué pasa? Hace días que te veo extraña.
Emer miró los cálidos ojos de JungKook y deseó decirle todo, pero pensó cuales eran las probabilidades de que le temiera por lo que podía hacer. Ya suficientemente monstruoso era su rostro como para sumar que por dentro era realmente un monstruo.
-Es tema familiar, se acercan fechas difíciles para nuestra poco convencional familia, así que digamos que estoy buscando como no dejar que la casa se vuelva un loquero.- La rubia medio sonrió entrelazando los dedos con su pareja, que le dio un apretón de apoyo.
-Cualquier cosa puedes hablar conmigo, sabes que estoy para ti aunque no pueda hacer mucho. - Jeon sonrió con tanta dulzura y cariño, que Emer creyó que se le iba a parar el corazón.
Era el muchacho más dulce que jamás había conocido, no podía negarlo. Ambos comieron y se llevaron algunas galletas de chocolate para el camino. Habían decidido caminar el poco rato que les quedaba juntos, así que pasearon de la mano. Emer entonces observó a unos niños jugando en el parque por el que pasaban de camino a la agencia de BitHit, y no pudo evitar pensar en que ella no podía darle eso a JungKook, no si no era sincera con él, además de que ni siquiera sabía si él querría formar una familia en algún momento. Tampoco llevaban tanto tiempo juntos, y estaba un 70% segura de que él se alejaría de ella si le contaba la verdad sobre su otra vida.
Tenía tanto miedo de perderlo, que ni siquiera podía imaginarse qué palabras iba a usar. JungKook era una chico demasiado bueno para ella, de eso era más que consciente, pero no sabía qué hacer, con quien hablar.
-¿Cenamos hoy? - inquirió el muchacho ya en la puerta de la empresa.
-Claro, prepararé algo en casa, ¿te parece?
-Claro que sí. - Jeon abrazó a la chica y dejó un cariñoso beso en los labios de la joven. - Te quiero, Emer.
-También te quiero, Kook.
El castaño saludó desde la puerta con la mano, dejando a la rubia suspirando desanimada. Con tranquilidad, caminó hacia Fenix, lista para entrenar un poco, trabajar no le haría nada mal. En cuanto estuvo allí recibió una foto de JungKook haciendo estupideces con TaeHyung antes del ensayo, por lo que la rubia sonrió mandando miles de emojis riendo. Su novio era experto en ser la luz de su vida, cuando la mayor parte del tiempo quería llorar abrazada a la almohada y pedir perdón por todo lo que había hecho a lo largo de su vida, incluso aunque su disfuncional familia le dijera que no había hecho nada malo.
Una vez estuvo dentro de la base, saludó a algunos de sus compañeros y se fue directo al gimnasio con su pelota de basquet. Encestó algunas veces, picó la pelota algo aburrida y luego se acostó en el piso a ver a través de la claraboya del techo. Por unos momentos se imaginó a sí misma mirando todo desde el público, viendo la vida de todos los demás como los fantasmas que eran parte de su familia; y sintió paz. Que tranquilo debía ser estar varado, sin preocupaciones, sin riesgo.
Resopló sabiendo que tenía obligaciones para con su familiar, no era tan simple como morir, jamás se perdonaría dejar a JungKook, él no tenía la culpa de que sólo quisiera descansar. Se levantó del suelo dejando el balón donde sea, yéndose de la base sin siquiera saludar, demasiado enfrascada en su propia mente, que era experta en traer a flote a la Emer que odiaba, a la que casi la mataba en más de una ocasión. Por un momento pensó que quizá sería bueno hablar con su hermano, pero no quería arruinar su felicidad con Chris y Carlos, sumando sus mínimos problemas a los que ya cargaba.
Una vez en su hogar, si es que realmente podía llamarlo así, se puso la ropa más cómoda que encontró, deseando que nadie la moleste. Se tiró en el sillón a mirar por la ventana, sin saber exactamente cuánto tiempo llevaba en aquella posición. ¿Horas, minutos? ¿Cómo saberlo? Sintió el cálido tacto de Esperanza cuando la saludó al llegar, ni siquiera sabía si había contestado algo, y la realidad era que no le interesaba.
Cuando Jeon se hizo presente en el departamento ya no pudo negar nada, ni el contacto ni las palabras, por lo que fingió su mejor bienestar y se levantó a cortar algunos vegetales para la cena, que estaba casi resuelta con lo que le chico había llevado. Estaba escuchando lo que el chico decía, pero estaba muy ocupada en observar el cuchillo en su mano, analizando que tan filoso sería. Cuando se quiso dar cuenta, Kibō estaba sujetando sus brazos mientras le hablaba. Una parte de ella quería contestar, pero la otra voz en su cabeza sólo le recordaba que era una carga, que seguro Esperanza esperaba controlarla, preguntar por sus medicamentos, si había descansado bien.
"Es una controladora, no le es suficiente con su propia vida. En vez de dejar ir a una carga más, insiste en salvarme."
"Ayúdame, por favor"
"¿Lograrían salvarme?"
"Sálvame."
"Déjame morir."
Mark entonces ya estaba junto con su hermana, al igual que una pequeña píldora y un vaso de agua. Jeon pasaba una mano tranquilizadora sobre la espalda de su novia, escuchando como Esperanza le explicaba sobre su depresión cuando era una adolescente, obviando que la razón de su existencia, era por los experimentos que habían hecho en ambos hermanos, sumado a que habían perdido a sus padres. Cada cierto tiempo, Emer tenía uno de esos episodios, a los que llamaban ausencias, que se basaban en ella encerrada en su propia mente y cansancio.
El castaño condujo a la joven hasta su habitación, donde la ayudó a acostarse, debido a que el medicamento estaba surgiendo efecto. No se movió en ningún momento mientras que Esmeralda sólo veía a un punto cualquiera en la pared de su habitación.
-Siento que hayas tenido que ver ésto. - susurró la rubia con la voz como si hubiera pasado lija sobre sus cuerdas vocales. - No pasaba hace mucho.
-Debes dejar de exigirte tanto, dormir más, y hablar, no importa si crees que nadie va a entender que te sucede, habla. - Jeon se acurrucó abrazando a la rubia, que se había cubierto mientras lloraba.
Realmente tenía el mejor novio, la mejor familia que podía pedir. Recordó por qué no había tomado la decisión antes, y era por ellos, porque no se perdonaría ver a JungKook mal por ella o por cualquier cosa, y no poder abrazarlo. No soportaría ver a quienes consideraba sus parientes, sufrir; no arropar a Kibō cuando tenía oportunidad, no mimar a su sobrino, no cenar con su hermano, no pelear con Chris.
Estar muerta era una pesadilla si perdía todo eso.
-Descansaré más, y hablaré, lo prometo. - aseguró percibiendo la sonrisa de su novio, que la llenó de besos recordándole cuánto la quería.
JungKook sabía que por más que se lo pidan, no iba a dejar a la chica, quería estar con ella, y eso conllevaba acompañarla incluso en un momento así, aunque fuera el peor. De ahí en más, sabía que haría todo lo que estuviese en su mano para mejorar, para ser el mejor futuro para Emer, para que ella estuviese a salvo y feliz.

Kibō --> Park Jimin.(En Edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora