CAPÍTULO 37: Sacrificio en Seúl

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    Park JiMin se despertó al día siguiente, con un terrible dolor de cabeza. La taza que descansaba junto a él en la cama, había caído vacía sobre la alfombra;  pero ese ruido no había sido el que lo había despertado, sino que su teléfono sonaba repetidas veces. Seok Jin lo estaba llamando repetidas veces, y al ver la hora, entendió el por qué. Tenían una presentación esa tarde, y debían ensayar en el escenario. Se pasó la mano de la cara luego de colgar a la llamada y contestar por un mensaje, que estaría en camino pronto. Podría lidiar con sus malos modales más tarde. Suspiró poniéndose de pie, meditando cómo había llegado la taza hasta él en la habitación, si no recordaba mucho de la noche anterior.
     Se medio arrastró hasta la sala del departamento y al ver las botellas sobre la mesa, la resaca recobró sentido en su cabeza. Inmediatamente recordó la carta que había querido leer y la razón de su borrachera; YoonGi se la había mandado, alegando que debía leerla, después de todo, ahora sabía toda la verdad. Buscó por toda la sala, la cocina, incluso en el estudio y el baño; se acercó por el pasillo hasta la puerta, y se congeló al reconocer el llavero de Esperanza colgado en la pared. Reconoció el bonito llavero de oso y el de Darth Vader, con rapidez, porque de hecho él la había acompañado a comprarlos durante el mes que la joven había sido relevada de su trabajo por desobedecer a Marco. A su mente entonces asomaron el resto de recuerdos de la noche anterior: Kibō llegando con él cuando el policía le preguntaba dónde era su casa para ayudarlo a llegar, luego ella masajeando su cabello, sus cariñosos dedos dejando una placentera y reconfortante sensación sobre él. El brillo del anillo de parejas en su dedo anular, le oprimió el corazón, junto con su mirada herida cuando se había ido de la habitación y luego de la casa. ¿Qué le había dicho para lastimarla de aquella manera? ¿Siquiera le había dicho alguna palabra?
      Fue a su habitación  y abrió el cajón de su mesa de noche, de donde sacó su anillo, el cual siempre se sacaba para dormir, debido a que tendía a hincharse durante la noche. Lo observó unos momentos mientras volvía a la sala con el llavero en la mano. Se sintió desamparado en el silencio de su casa, por lo que se dejó caer sobre el suelo, apoyando su espalda contra la pared. En el lugar donde estaba, quedaba justo frente al tacho de la basura, que se encontraba junto a la gran de mesada de la cocina, de donde vio asomar el borde del sobre de la carta. Se arrojó sobre el tacho y sacó la carta de dentro, observando el papel pálido firmado con su nombre. Había estado deliberando con ayuda del alcohol, si leerla o no, qué cambio podría llegar a hacer, qué más podría enterarse, qué más lo lastimaría.
     Abrió el sobre con las manos temblorosas,  sacando el papel doblado de dentro, lo observó unos momentos antes de desdoblar la hoja, pasando a leer cada palabra que había escrito Kibō a puño y letra, diciendo cuánto le dolía dejarlo sin decirle la verdad, con un alto riesgo de no poder contárselo cuando volviera. Entonces dentro suyo algo se revolvió, robando un sollozo  de su garganta. Corrió a tomar sus cosas y sus llaves, saliendo hacia su trabajo, sin saber que hacer, sin tener el valor de enfrentar a Esperanza, de decirle que él se sentía insuficiente para ella, no solo porque antes de saber la verdad, era increíblemente maravillosa, sino porque luego, se volvió incluso más increíble, teniendo ese sentido del honor, sabiendo cada persona que había salvado arriesgando su vida sin siquiera dudarlo, todo lo que había tenido que sufrir. Realmente era un idiota, uno que no podía ir con la mujer a la que amaba y decirle todo en la cara, cuánto la quería, cuánto agradece su existencia en su vida, que solo había traído sentimientos increíbles, únicos y sinceros.


     Esperanza estaba en Fénix, entrenando con Clarice, Carlos y sus seis estudiantes, que trataban de derribarla a toda costa sin mucho éxito. La morena parecía todo, menos cansada, mientras se movía ágil por entre las armas de sus estudiantes, su padre la estaba observando desde las gradas, encontrándose con que parecía como una sombra rápida y ágil, que no se dejaba alcanzar por ninguno de los presentes. En cuanto la práctica terminó, la morena recibió las reverencias de todos los estudiantes, que lucía agotados y agitados. Con una pequeña sonrisa, los despidió para que vayan a descansar un poco, quedando ella sola en el lugar, sin notar que su padre aún estaba allí. En cuanto tomó asiento, dejando sus dos espadas sobre el suelo, cruzó las piernas y meditó con calma. Todo podría haber sido común y ordinario, de no ser por que la joven al terminar su oración, cuando se puso de pie, tuvo que usar una de sus espadas para mantenerse de pie. Dalmiro corrió tras ella dejando de lado su libro, y vio sorprendió como de su hija emanaba una nebulosa oscura, sus ojos eran completamente negros y corría sangre desde ellos, cubriendo sus pálidas mejillas.
     El mayor cargó a su hija, con ambas espadas sujetas en una mano, y la llevó hasta la enfermería, donde los médicos informaron a Marco y a Rose, que llegaron poco después medio corriendo. Dalmiro explicó lo sucedido con rapidez, señalando el cuerpo inconsciente de su hija, que yacía en la camilla, siendo atendida por los médicos. Rose se acercó para revisar a su amiga, meditando sobre lo que Cabrera había descrito, pero soltó un grito sonoro cuando la morena dio una fuerte bocanada de aire, tomando asiento en la camilla. Las lágrimas de sangre de sus ojos habían dejado de correr, mientras que de su nariz, corría un hilo de sangre. Dirigió su mirada a Rose, que estaba estática junto a ella, esperando porque dijera algo.
-Ya volví. - fue todo lo que dijo la morena asustada.
    Cuando la castaña iba a preguntar de qué hablaba, la puerta fue abierta de inmediato, dejando ver a Clarice en las mismas condiciones que la morena, que la miró asustada y preocupada. La joven de pelo blanco musitó un ‘’yo también’’, que solo hizo confundir más a los presentes. Cuando por segunda vez, Rose quiso preguntar de qué hablaban, la alarma la interrumpió sus palabras, resonando por toda la base. Aunque Marco quiso frenar a ambas jóvenes, tanto Clarice como Esperanza, insistieron en ir a la misión, ya que era una emergencia. Se cambiaron junto con el resto de los integrantes del escuadrón, incluso los estudiantes de Esperanza, que saldrían en su primera misión oficial como el escuadrón de apoyo. La morena estaba con la mirada algo perdida mientras bebía té de hierbas, sentada en el avión. Compartió mirada con Clarice varias veces, preguntándose qué había sucedido exactamente, pero no tenían tiempo para pensar en ello, ya que estaban llegando al lugar donde habían atacado los hombre de Flint.
     Era un lugar bastante poblado, donde había numerosos apartamentos y edificios de oficinas. Ya había comenzado la evacuación de la gente, aunque no había sido lo suficientemente rápido, debido a que se encontraban siendo amenazados por los hombres de Flint. Rose y Clarice levantaron un escudo entre las personas y los hostiles, dejando a sus amigos el resto del trabajo. La plaza que antes había sido muy bonita, se encontró totalmente destruida cuando una explosión se hizo presente. Kibō cortó las llamas con sus espadas, emergiendo de ellas sin detenerse ni un momento, era la que más había avanzado a pesar de la explosión, y se encontraba ocupada peleando con algunos hostiles cuando las cosas se pusieron pesadas. ¿Qué carajos podrían querer en ese lugar? ¿qué estrategia había en el ataque sistematizado a civiles?
      Entonces Esperanza vio cómo cargaban a personas dentro de una camioneta, y supuso que sería el secuestro de alterados con identidades secretas. Marco confirmó sus sospechas, por lo que la morena arremetió contra los hombres que cargaban a las personas en las camionetas, sin tomarse el tiempo de ser cuidadosa con dónde estaba cortando y donde no, solo dejaba que los cuerpos cayeran uno tras otro, con quejidos a su alrededor. Estaba ocupada en cortar las cadenas del grupo de personas que estaban por subir a la camioneta, pero otra explosión la envió lejos, lo que la hizo chocar contra la camioneta, dejando ir el aire que tenía en los pulmones. Sintió la corriente eléctrica que le recorrió el cuerpo, por lo que se revolvió gritando y quejándose. Eso alertó a la gente, que estaba evacuando por ese extremo, que la miraron asustados al ver a la chica sangrar por cada orificio que podía, revolcándose en el suelo. Cuando la electricidad cesó en su cuerpo, sollozó tratando de ponerse de pie, los que estaba cerca de ella, habían guardado silencio, observando como el hostil enmascarado, la observaba sufrir en el suelo a sus piés. Los integrantes de bangtan, quienes había sido evacuados del canal, estaba allí, observando a la joven sufrir de aquella manera, cuando cada vez que iba a ponerse de pie, recibía otra descarga, que le arrebatada otro sollozo. JiMin estaba perplejo mirando como la chica volvía a intentar ponerse de pie, recibiendo otra descarga, pero ésta no la tiró al suelo, sino que con un esfuerzo sobrehumano, la morena se irguió como pudo, soltando un grito al momento de decapitar al sujeto, que estático por unos momentos, cayó abruptamente sobre el pavimento, sacando un grito a la gente allí presente. Esperanza entonces cayó hacia atrás, golpeándose contra la camioneta, para luego irse hacia adelante, sujetando su peso sobre su espada ensangrentada.
     Aquellos que habían sido aprisionados, pero ahora podían marcharse, deliberaban qué hacer. Una mujer, que llevaba un bebé en brazos, fue la primera en acercarse, luego de darle el pequeño a su hija menor, que estaba junto a ella. La mujer rompió sus cadenas con esfuerzo y se encargó de tomar la espada que Esperanza no había recogido, y entregársela luego de ayudarla a enderezarse. La mujer, tan maternal que la abrumó, se tomó la libertad de abrazarla rápidamente, para luego alejarse a ayudar al resto de alterados, que había comenzado a movilizarse luego de agradecer a la morena, que parecía que iba a explotar de dentro hacia afuera. Sus sentidos se alteraron cuando sintió al algo a gran rapidez se acercaba volando, directo a la mujer que llevaba a su hija y bebé lejos del peligro. Furiosa, estiró el filo de su espada, deteniendo el disco plateado para luego girarse el busca del dueño. Resultó ser que Nash le sonreía cínica algo lejos de ella. Esperanza estaba tan confundida, que meditó si estaba loca de remate; la joven del cabello azúl eléctrico, se encontraba con un recorrido de venas negras azuladas recorriendo cada centímetro de piel visible, al igual que su novio, que emergió no muy lejos, y acababa de quemar a un civil que no habían rescatado. Cabrera estaba tan sorprendida de lo que estaba viendo, que dirigió su mirada al cuerpo del decapitado, el cual yacía totalmente inmóvil. Buscó la cabeza en el suelo bajo la mirada divertida de la pareja problemática, y la preocupada de las personas que aún quedaban allí. Le sacó el casco, y lo que vio, la hizo soltar un grito mientras se hacía hacia atrás sujetándose la cabeza y el rostro aterrorizada.
     Era Pablo quien la había atacado, había sido su amigo, y ella lo había decapitado.
     La voz a su espalda la alertó, por lo que asustada se giró, observando el delgado cuerpo vestido igual que Pablo, con el mismo casco aparatoso, que pronto dejó ver la cara de Camila, que tenía los ojos vacíos y perdidos, las mismas venas negras azuladas recorriendo su hermoso rostro.
-Por favor, déjame volver con él. - pidió en un murmuro la menor, que no parecía tener fuerza para moverse.
- Como quieras, preciosa.
     Nash sonrió al momento de soltar un disco filoso, con tanta fuerza, que atravesó el cuello de Camila, dejando un chorro de sangre emanar de ella, bañando a Esperanza cuando se lanzó a sujetar su cuerpo. Cayó de rodillas sujetando el cuerpo entre sus brazos, enredándose sus dedos entre aquel sedoso cabello que ella había cepillado tantas veces antes. Otra vez los perdía, nuevamente estaba en esa situación, y la desesperación en su corazón, la revolucionó. Flint le quitaba lo que más amaba una y otra vez, sin ningún tipo de descanso.
-Spy insistió en traerlos a ellos también con la magia negra que usó de tus dobles, que desalmado puede resultar alguien con el corazón roto. - Nash se acercó hasta Esperanza, a quien rodeó, tomando la cabeza de Pablo, para luego arrojarla junto a ella. - Te contaré una curiosidad sobre el mundo de los muertos y ésta magia tan oscura y rara. Una persona en este plano puede obligar a un muerto a responder a sus órdenes, pero despoja a los fantasmas de todos sus sentimientos positivos, dejando solo lo que los vuelva dóciles y desganados… De solo pensar lo doloroso que fue para tus amigos pasar por ésto, me dan ganas de reír a carcajadas, y probablemente acostarme con mi novio.
    Esperanza escuchó aquello y no pudo soportarlo más, estando abrazada al cuerpo de Camila, soltó un grito fuerte y sonoro, que llamó la atención de sus compañeros, que estaba peleando sin descanso. La morena soltó el cuerpo sin vida de su menor, que al caer, se despedazó en un montón de tierra. A sus manos, vinieron sus espadas, que se habían movido solas hacia su dueña, que solo deseaba hacer justicia por aquello, porque había asesinado otra vez a sus amigos, indirecta y directamente. Comenzó a pelear con Nash, que reía como una cínica, recibiendo el apoyo de su novio, pero la batalla se vio del lado de la morena, que esquivó los discos que la joven le había lanzado, y éstos se enterraron en Ray, que comenzó a ahogarse en su propia sangre en el suelo.
    Avanzó sin descanso y le cortó la piernas a la sádica joven, justo al nivel de las rodillas, por lo que comenzó a convertirse en tierra justo cuando la morena volvía a seccionar su cuerpo, esta vez en los brazos, para finalmente deshacerse de la cabeza, dejando un montón de tierra junto a ella. Tadashi, como fantasma, estaba observando todo aquello junto a Pablo y a Camila, que lloraban abrazados mirando a su amiga, que estaba inmóvil frente a lo que había hecho. Tadashi solo había escuchado historias de sus antepasados, de aquellos que habían logrado tal vínculo con sus emociones y sus espadas, que podían llamarlas estando lejos. No estaba sorprendido de que Esperanza lo hubiese logrado, puesto que era la más poderosa de todos sus antecesores, y cada maestro samurai que había seguido el linaje de la morena, lo sabía. Cada uno como fantasma, se acercó a la morena e hicieron una reverencia de respeto, para luego desvanecerse.
    Tadashi la observó apretar sus espadas entre sus manos, escuchó el rechinido de dientes por parte de la morena, que se giró a mirar a donde la pelea se desarrollaba, para luego salir corriendo siendo una fiera, letal y magnífica. Peleó junto a Clarice sin ningún tipo de descanso, hasta que sintió como no solo balas la atravesaban, sino también objetos filosos. Estaba más que claro que el enemigo estaba retirándose, recibiendo aquella paliza gigante por parte del escuadrón sombra y sus agentes de apoyo, que no se quedaban atrás. Esperanza estaba causando estragos, y si no la paraban, jamás podrían irse. La joven cayó al suelo luego de dar algunos pasos, pero aunque estaba hecha un desastre, de ella comenzó emanar aquella bruma rojiza que siempre desprendía cuando estaba sanando, lo que solo era malas noticias para los hostiles que estaban algo reacios a darse por vencidos ahora que podían atacar.
    Esperanza podría haber terminado de curarse, de no ser porque vio a Chris herido en el suelo junto a ella. Todo el remolino que había sido hasta entonces, se apaciguó, dejando paso a la auténtica preocupación. La morena entonces buscó entre sus bolsillos, sacando una pequeña botella llena de su brebaje, el cual quería hacer tomar a su amigo, que estaba perdiendo la consciencia. Una bala atravesó el frasco, derramando el líquido lejos de la boca de Chris, que comenzaba colapsar por sus heridas. Mark entonces llegó hasta ella, avisando que la ayuda estaba en camino, mientras que la morena aseguraba que no lo lograrían a tiempo. Cuando colocó sus manos sobre el pecho de Chris, Mark le gritó que se detenga, que si ella transfería todo su don de sanar al castaño, probablemente ella terminaría muriendo. La morena lo ignoró, y por más que Mark quiso detenerla, tenía que repeler a algunos hostiles cerca de ellos. Kibō lloraba mientras transfería toda su sanación a Chris, sintiendo cómo su cuerpo se debilitaba con rapidez. Debía apresurarse antes de entrar en shock, así que intensificó la bruma rojiza, que terminó su pasaje hacia el chico, que despertó justo para sujetar su cuerpo cuando caía inconsciente. Esmeralda apareció junto a ellos levantando un muro de cristal, avisando la retirada, aunque al ver a Esperanza en aquella situación, temió lo peor. La pared comenzaba a debilitarse, por lo que volvió a concentrarse en mantenerla en alto, mientras Clarice se encargaba de repeler a los últimos hostiles junto a su hermana, con quien arrasaron a más de la mitad cuando unieron su magia.
     Aquello dió un giro inesperado a la pelea, lo que llevó al enemigo a replegarse, cruzando un enorme portal, que desapareció detrás de ellos. Ambas hermanas gemelas, aterrizaron cansadas en el suelo, mirando lo que sucedía a su alrededor. Al enfocar sus ojos sobre cómo Mark hablaba a los gritos por el auricular, supieron que algo no iba bien. Fue Valentín quien les informó lo que sucedía, por lo que ambas se acercaron corriendo por su lado, al igual que Carlos y los otros jóvenes estudiantes de Esperanza, todos en un estado bastante crítico. Claramente esa no había sido una pelea fácil ni justa para ellos, pero a duras penas había logrado repeler a los hostiles después de todo. El avión de transporte estaba aterrizando mientras las personas que habían buscado refugio donde podían, salían al polvillo de la calle, observando lo que sucedía.
     Chris, quien lloraba en silencio, cargaba el pequeño cuerpo de Esperanza, el cual volvía a tener el repulsivo aspecto de ser un saco de órganos quemados, con la piel supurada, sangrando en cada herida de bala y objeto punzante que la había atravesado. El resto del escuadrón caminaba detrás con la mirada en el suelo, todos en el mismo estado deplorable de haber sido machacados sin piedad por el enemigo. Lo que sí les sorprendió, fue ver como los civiles hacían reverencias completas todos juntos, mostrando sus respetos por la joven herida a quien cargaban y a ellos también, que había luchado sin detenerse, para salvarlos.

Kibō --> Park Jimin.(En Edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora