CAPÍTULO 23: ¿Cuántas veces más

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Esperanza llegó a la sala compartida del escuadrón sombra y se arrojó al suelo dejando ir un suspiro. Los que no estaban muy acostumbrados a aquello la observaron extrañados, pero Emer explicó que era una acción de siempre, que de seguro iba a pasar a quejarse sobre su existencia. Y efectivamente Esperanza sollozó exagerada.
-JiMin no volverá a salir conmigo. - Sentenció la morena recibiendo una chocolatada en caja de parte de Rose, que también tenía una para ella.
-Los chicos no volverán a salir con nosotros, fin de la historia. - Se quejó Mark masajeando sus sienes. - HoSeok iba a enseñarme beat box, me caía bien.
Chris frunció el ceño ante el comentario del muchacho, provocando la risa de Pablo, que estaba molestando a Camila en uno de los sillones. Esperanza escuchó su teléfono sonar y dio un salto de su lugar para contestar en el balcón, ignorando lo que sus amigos gritaban a sus espaldas. Valentín entró el la sala y avisó a Rose que Carlos la esperaba en el tercer piso con los ingredientes que necesitaba para el hechizo, a lo que la joven agradeció. Las caras largas no tardaron en hacerse presentes sabiendo que se acercaba el momento de que todos se vayan.
-Chris, ¿podrías abrir un portal a casa? - pidió Esperanza. - No pasaré las últimas horas con mi familia de ésta manera, iré por mis cosas y haremos una bella reunión en el gimnasio en el tercer piso, podremos hacer tiempo hasta la medianoche.
El castaño abrió un portal y la morena cruzó rápido pasando el equipo de la música de vuelta a la base. Kibō caminó con los demás, quienes llevaban almohadones para sentarse, vasos, bebidas y algo de comer. Una vez dentro del gimnasio, la morena notó que Carlos estaba arrodillado frente a Rose sin hacer nada, sosteniendo con fuerza sus manos sobre su regazo. Entonces la chica le dio un codazo a Mark, que iba viendo no tirar todas las cosas que llevaba y le señaló con la cabeza a su pequeño hijo.
El ruso se acercó luego de dejar todo a un lado, se sentó de cuclillas junto al niño y lo observó sabiendo un poco de que él había iniciado todo, y estaba seguro de que se estaba culpando de todo lo malo que había estado sucediendo. El rubio no dijo nada, sabía que no había mucho que pudiera sacar el peso de los hombros del menor, pero lo que sí podía hacer era consolarlo, por lo que se sentó junto a él, y lo rodeó por completo en un abrazo. Escuchó entonces que su pequeño soltaba un sollozo, a lo que simplemente Mark contestó con un arrullo y un beso en la coronilla de Carlos.
Rose observó la escena y decidió dejarlos unos momentos. Se acercó al gran grupo, que se había sentado en una ronda alrededor de la comida y las bebida, la música había empezado a sonar débilmente.
-Cam, ¿puedo hablar contigo un momento? - preguntó la bruja acariciando el cabello de Emer, que estaba sentada de espaldas a ella peleando con Chris por un paquete de Doritos.
La morena se puso de pie disculpándose con su hermano por interrumpir la charla de comida y correteó hasta la muchacha que la llamaba, que la arrastró de la mano fuera de la vista y el oído de todos.
-¿qué ocurre, Rose? Estaba hablando con Chris.
-¿Quieres saber lo que estamos ocultando? - preguntó seca la castaña, Camila pudo ver el dolor detrás de los ojos de la bruja. - Debes prometerme que una vez que te lo diga te vas a guardar esto y no volverás a hacer una cosa como la de hoy.

Kibō estaba contándole a su Sensei sobre JiMin, quien era, que le gustaba hacer, dónde habían tenido su primera reunión amistosa (a la que la morena se negaba a llamar cita), todo con lujo de detalles, ignorando que el anciano ya sabía lo que había pasado; la mayoría de las veces había estado con ella, otras se las había oído contar a sus amigas por audios interminables en el grupo que compartían en el teléfono. Pero Iwa estaba encantado de escucharla hablar hasta por los codos, haciendo gestos raros, comiendo un paquete que protegía celosamente, cantando de vez en cuando, haciendo algún que otro paso conocido de alguna canción. Su pequeña Kibō de 18 años seguía ahí, dentro de una joven de 23 años.
-¿Hablo mucho? - inquirió la morena sacando al anciano de sus pensamientos. - Los siento, Iwa Sensei.
Esperanza hizo una corta reverencia y se calló mirando su vaso con gaseosa.
Sus amigos creyeron que era extraño, aquella era una faceta de Kibō que ninguno conocía: educada, más tranquila, tan infantil y frágil, que uno deseaba cuidarla de todo mal. Chris no reconoció a la muchacha que tiempo atrás había ido a trabajar luego de arrancar cristales de todo su cuerpo, pero había algo en aquella faceta que le agradó, que le permitió ser incluso más comprensivo con todo lo que pasaba por la mente de su amiga.
Emer había visto un poco de aquello no hacía mucho tiempo atrás, cuando la muchacha la había abrazado antes de dormir, diciéndole que la quería. Valentín estaba haciendo un esfuerzo por asociar que la dulce jovencita frente a él era la misma mujer madura que siempre le aconsejaba sobre su relación con Rose, la misma que podía rebanar a cinco tipos al mismo tiempo mientras se pintaba la uñas.
Carlos corrió hasta su tía Kibō sin darse cuenta que parecía interrumpir. Iwa rio al ver al niño recibiendo mimos y besos de la muchacha frente a él.
-¿Te comiste un chocolate entero tú sola que estás tan cariñosa, tía? - inquirió él riéndose de las cosquillas que recibía.
-Si quieres te puedo colgar del aro de baloncesto, mocoso. - reía Esperanza abrazando al menor.
-Señor Iwa, ¿quiere ver un truco genial? - inquirió Carlos sentándose frente al anciano. Éste asintió sentándose derecho en su lugar listo para lo que sea que el niño fuera a hacer. - La tía me mostró un dibujo de las mariposas que le gustan, señor, así que le daré una que pueda llevarse consigo hoy en la noche, cada vez que quiera hacerle saber a la tía que está para ella, sáquela de su esfera.
Carlos murmuró algunas palabras entre sus palmas juntas y cuando las separó, una bella mariposa en colores pastel voló alzándose sobre sus cabezas. El menor posicionó una mano hacia arriba y sobre ésta materializó una esfera de cristal, a la que entró la mariposa; pasando un dedo sobre el orificio de entrada y salida, la esfera terminó de cerrarse.
-Haga esto cada vez que quiera, la mariposa estará en este plano sin representar ningún problema o dentro de su casita. - Carlos le entregó la esfera al anciano, que la miró pensativo unos minutos.
-¿Cómo la alimento? - inquirió al niño.
-No es necesario, ella tiene todo lo que necesita ahí dentro, me aseguré de eso.
Mark sonrió con ternura a su hijo y lo levantó en brazos dejando solos a Tadashi y a Esperanza, alegando que debía comer algo y dejar a los otros dos pasar tiempo juntos antes de que Iwa tuviera que irse. Chris recibió a Carlos en cuanto estuvo en su campo de visión, abrazando al niño mientras cantaba una canción que se escuchaba de fondo con su mejor voz imitada de mujer, buscando que el pequeño se ría, lo cual no fue tan difícil, ya que enseguida estalló en carcajadas. Pablo estaba charlando entonces con Emer de algo que parecía lo más interesante del universo.
Solía ser así cuando estaban en la Isla, las charlas entre ambos eran interminables, claro cuando no estaban insultandose. Pablo podía ser molesto si así lo quería, ya sea tirando del cabello de la rubia o picando su brazo hasta hartarse, pero la verdad era que ambos eran amigos cercanos, Pablo había consolado a Emer más de una vez cuando ésta había llorado por estar lejos de sus padres. Y Esmeralda había consolado cada corazón roto del muchacho, que no habían sido precisamente pocos. Al parecer, el castaño tenía un radar para mujeres complicadas con ellas mismas que no querían nada realmente serio.
Para cuando Camila y Rose volvieron al gimnasio, se había desarrollado un dígalo con mímica de lo más incoherente entre grupos definidos a cada lado de la montaña de comida. Valentín estaba tirado en el suelo haciendo movimientos extraños, por lo que su novia levantó una ceja pensativa antes de adivinar la película que estaba haciendo, a lo que los presentes se quejaron de que no era justo si no tenía grupo. Las risas estaban coronando la tarde que caía sobre ellos, no podían quejarse: se había reencontrado con sus seres queridos, podían reírse una vez más, podían abrazarse una vez más.
La bruja del grupo había comenzado con el conjuro cuando el reloj dio las once, para las once y media la luna llena entraba por la claraboya en el techo del gimnasio, bañando el pentagrama de nueve puntas en el suelo, con nueve velas en cada punta refulgiendo con fuerza. La voz de Rose mientras recitaba el conjuro se podía oír muy tenuemente mientras todos aguardaban al momento en que tuviesen que dejarse ir nuevamente. Esperanza estaba abrazada a Tadashi pegada a sus amigos, que eran rodeados por los demás; la morena se preguntó si había alguno llorando, alguien rogando porque no se vayan. Tadashi estaba con la mirada ensombrecida puesta sobre el pentagrama, sintiendo como ya no estaba abrazando a su aprendiz, lentamente dejaba de sentir la brisa sobre su piel, podía ver a Esperanza llorando, y solo podía saberlo por cómo se movían sus hombros mientras se cubría el rostro.
Camila dejó un beso sobre la frente de Kibō antes de desvanecerse por completo y Pablo abrazó a la muchacha también, antes de desaparecer para sus ojos terrenales y vivos.
-¿cuántas veces más debo dejarlos ir? - preguntó en un susurro la morena mientras dejaba los brazos caer a un lado del cuerpo y salía del lugar primero caminando, luego corriendo, dejando que la puerta doble se cierre detrás de su espalda.
Cuando dejó de correr, estaba de pie fuera de la base, mirando la noche solitaria de Seúl. Su teléfono sonó en su bolsillo con el sonido personalizado de JiMin. Se preguntó si era un regalo de Dios que la única persona que le daba paz la estuviera llamando en ese mismo instante.
-Hola, Minnie. - saludó ella conteniendo las lágrimas.
-¿Cómo estás? - la voz de muchacho se escuchaba inquieta al otro lado de línea.
-Podría preguntarte lo mismo, te escuchas raro, ¿qué sucede? -inquirió preocupada caminando de un lado a otro por la vereda.
-Es una tontería...
-JiMin, dime.
Hubo silencio en la línea por unos minutos, tanto que Esperanza dudó si se había cortado la comunicación.
-Tuve una pesadilla, te vi llorando, yo... - Park tuvo que callarse un momento porque su voz tembló. - Me desperté por eso, pero no debí llamar, no quiero que te preocupes por los trucos que me juega mi mente.
-De hecho... - Empezó la morena algo extrañada. - Me vendría bien un abrazo. ¿Te molesta una visita de mi bella y tortuosa persona a estas altas horas? - inquirió la muchacha sintiendo como las lágrimas caían por sus mejillas, pero aún así dijo aquellas palabras con un deje divertido.
-Ni siquiera deberías preguntar, Kibō. Te esperaré en la puerta.
Esperanza estuvo poco después en la puerta de la casa del muchacho, con las manos dentro de su buzo. Las zapatillas hicieron poco ruido en cuanto se acercó a JiMin, que la abrazó en cuanto la vio. Kibō podría jurar que había sentido tensión irse del cuerpo del joven, que tenía el rostro oculto en su cuello mientras respiraba con pesadez. La muchacha se pegó a él llorando en silencio, deseando poder gritar, poder decirle por qué estaba tan mal, qué era todo lo que atormentaba su mente, pero las palabras nunca salieron de su boca.
-¿qué te parece una noche maratón de películas de Marvel? - preguntó JiMin separándose un poco de la joven, limpiando sus mejillas, sabiendo que Esperanza hablaría cuando realmente se sienta segura.
-Creo que es la mejor idea desde el invento de los platos hondos. - La morena sonrió débilmente.
Park dejó un beso en la frente de la muchacha y entró con ella abrazada de él. Dentro de la casa, los demás integrantes de la banda dormían como troncos, por lo que nadie les cuestionó por qué se llevaban tanta comida de la cocina. Los dos se encerraron en la habitación de JiMin, apagaron las luces, encendieron la laptop y miraron películas por un rato, medio abrazados sobre las almohadas de la cama.
Esperanza luego de un rato había iniciado una charla, en la que ambos había dejado la máquina a un lado luego de poner un poco de música en volumen casi inaudible. La verdad era que no estaban hablando de cosas tristes, ni de por qué lloraba la joven en cuanto llegó, o cómo era que JiMin había sabido que ella estaba mal si ni siquiera habían hablado, simplemente estaban divagando, hablando de sueños, fantasías algunos de ellos, pero no había otra preocupación que no fuera mirarse a los ojos en todo momento disfrutando de la presencia del otro.
JiMin había terminado abrazado a la cintura de la muchacha, recostado sobre su pecho escuchando una anécdota de su juventud:
<<Tenía unos diecisiete años, acababa de cumplirlos estando en cuarto año, ya terminaba el año. Teníamos que ir a un viaje con el colegio, eran tres días a un complejo de hoteles en la costa, y recuerdo que estaba muy entusiasmada. Iba a viajar con un compañero que me encantaba, incluso hasta estuvo conmigo la primer noche, hablando de que quería estar conmigo y no sé qué otras pavadas. - La muchacha rió. - Al día siguiente en la fiesta de despedida, sus amigos encerraron a mi mejor amigo en la habitación para que el pudiera hablar con mi compañera que era quien realmente le gustaba; te puedes imaginar mis ganas de tirarle una chancla por la cabeza. Pero el año entrante, el último de secundaria, cuando creí que no iba a verlo, volvió, y había una estúpida página en twitter que contaba chimentos del colegio, claramente estaban hablando de que yo estaría enojada. - Esperanza suspiró. - Estuve toda la noche diciendo que no me molestaría en lo más mínimo, y que si me lo cruzaba no ocurriría nada, pero terminé empujando a una chica en la entrada del baño para ocultarme de él, me quedé encerrada en un cubículo mirando videos de gente cortando jabones, creo que nunca pasé tanta vergüenza en mi vida.>>
La risa de JiMin retumbó por toda la habitación mientras éste rodaba sobre las colchas imaginando una Esperanza de dieciocho años empujando a otra alumna para no ver al chico que le gustaba. La morena había empezado a recriminarle el que se esté burlando de ella al contarle algo tan vergonzoso, pero el muchacho no podía parar de reírse. Kibō le pellizcó la barriga en un intento de callarlo mientras se reían ambos.
-Si Seok Jin se despierta, nos va a matar, cállate. - repetía la muchacha mientras jugaban de mano a ver quien se hacía cosquillas primero o quien se caía antes de arriba de la cama.
JiMin estaba entonces sobre la chica quejándose de que su brazo había quedado en una posición que le hacía doler todo mientras se reía, a lo que Esperanza no podía aguantarse las carcajadas mientras se cubría el rostro con una almohada.
-Si me rompo algo, te hago responsable, delincuente de jabones. - sentenció JiMin, y era muy tarde para callarse porque la chica ya estaba carcajeandose a más no poder.
Rápido el moreno se estiró hasta llegar a los labios de la muchacha y la calló de un beso. Kibō tomó las mejillas del mayor sonriendo entre beso y beso que le daba, sintiéndose en paz. Park entonces tomó la cámara de arriba de la mesa de luz y pegó mejilla con mejilla con la joven, tomando dos fotos de ambos sonriendo y abrazándose. Se sentó con torpeza sacudiendo ambas fotos bajo la atenta mirada de la muchacha, luego le extendió una apoyándose en su brazo libre, rodeando el cuerpo de Esperanza que sonrió todavía más al ver la foto de ambos. Se sentó y dejó su foto apoyada contra la luz de noche sobre la mesa de luz y abrazó al joven algo adormilada.
-¿Tienes sueño? - inquirió el muchacho acariciando el rostro de la joven con tranquilidad. Ella asintió con los ojos cerrados. - Te traeré un pijama para que puedas cambiarte mientras voy a tirar todo el desastre de papeles que dejamos aquí, ¿está bien?
Esperanza volvió a asentir, esta vez haciendo puchero cuando el muchacho se levantó de la cama a buscar la ropa para dormir; cuando volvió junto a la morena dejó un beso corto en sus labios y juntó todo lo que debía tirar y guardar, retirándose de la habitación para dejarla cambiarse. En cuanto estuvo en el pasillo, sintió el frío de la noche, y correteó hasta la cocina; en ésta estaba YoonGi bebiendo agua todo despeinado.
-¿Pueden tu novia y tu, dejar de reírse como focas? - inquirió el peliblanco lavando su vaso.
-Lamento eso, ya nos vamos a dormir, lo prometo. - JiMin sonrió mientras guardaba todo lo que no había comido y tiraba las envolturas a la basura.
-¿Qué pasó que vino tan tarde? ¿Todo bien?
-Sí, eso creo... En realidad no lo sé, no quiero obligarla a hablar de algo que la lastima, hablará cuando se sienta lista para hacerlo. - El moreno se había apoyado en la mesada con los brazos cruzados y miraba en dirección al pasillo que daba a las habitaciones.
-Esperanza es una chica muy reservada, pero confía en tí, quizá más que en todos, no creo que hubiese ido a la casa de cualquiera en plena noche.
- ¿Crees que debería contarle que soñé con ella antes de conocerla? - aventuró JiMin distraído.
- No lo sé, hazlo si quieres, imagino que si lo que dices es verdad, hay algo muy fuerte entre ustedes. - YoonGi parecía muy reflexivo mientras se encaminaba a su habitación.
-Buenas noches, hyung. - saludó JiMin en cuanto Min se perdió de su vista.
Caminó apagando la luz de la cocina y la del pasillo, tocando la puerta de su habitación antes de entrar, escuchando el ''pasa'' de Esperanza al otro lado. Se la encontró de pie frente a la ventana con el teléfono en la oreja, hablando en un español complicado de entender para él, que se cambió el pantalón por uno de pijama detrás de la puerta del armario. Se tiró a la cama, peleando con las mantas para poder cubrirse, mientras asomaba los ojos por el borde, observando a la muchacha con su ropa, que le quedaba más grande de lo que él esperaba. Sonrió cuando Esperanza dejó el teléfono y se metió en la cama, mirándolo de frente con una sonrisa cariñosa en un rostro agotado. Extendió los brazos como toda invitación a la muchacha, que se acurrucó sin pensarlo, respirando con tranquilidad.
-Kibō, quisiera contarte algo. - habló en voz baja. La muchacha se removió un poco para mirarlo mientras hablaba. - ¿Recuerdas el ángel del que te hablé en la playa la noche de la fogata?
A la mente de la morena vino aquel recuerdo de JiMin hablando sobre soñar con un ángel que sufría, el cual ella había creído era simplemente un sueño. Asintió ante el muchacho.
-Empezó estando en el servicio, cada noche soñaba con una muchacha que bailaba en un escenario, usaba un bello vestido blanco y gris, tenía el cabello negro y el rostro más hermoso que hubiera visto. - El muchacho se removió un poco, sonrojado. - Primero solo bailaba, no podía hablarle ni ella a mí, pero era tan pacífico, que lo único que esperaba con ansia era dormir, deseando volver a verla bailar. Un día comencé a despertarme en medio de la noche, asustado, preocupado porque esa muchacha que para mí era un ángel, ya no bailaba, no me daba paz, sólo podía desesperarme por verla que lloraba en el suelo tan desgarradoramente, que no podía volver a dormir.
<<Cuando volvimos al mundo, los sueños no se detuvieron. Entonces empecé a preguntarme si aquella chica era real, si estaba en algún lugar sufriendo y estaba sola. - JiMin sentía las lágrimas en sus ojos. - Poco después llegamos a Argentina por el concurso, y no te reconocí en la cafetería, pero algo me decía que te había visto en algún lugar, y supe dónde en el momento que te vi sobre el escenario en la competición, usando el mismo vestido, y entonces oí la canción que acompañaba tan apasionados movimientos; parecía tan irreal, por un momento creí estar soñando, pero no, ahí estabas, tan real y nítida como lo estás ahora.
Esperanza escuchaba todo lo que el muchacho le decía sorprendida, muda.
-He tenido sueños contigo después de conocerte, te vi llorar tanto, Esperanza, cada vez que te veo así, me duele el pecho y me siento desesperado, deseando correr hasta donde sea que estés. Hoy estabas mal cuando te llame luego de soñar contigo, y me duele pensar que también fue así antes, ¿qué es lo que tanto te hace sufrir, Kibō?
La morena sentía cómo las lágrimas caían por sus mejillas al escuchar las palabras del muchacho, que sonaban cargadas de tristeza. Esperanza sintió que si hablaba su voz iba a temblar, por lo que simplemente se acercó hasta el joven junto a ella y lo besó, tan tiernamente como si fuera a romperse justo en ese instante.
-Han pasado muchas cosas en los últimos años, cosas que quiero olvidar desesperadamente. - Kibō estaba innegablemente rota en llanto mientras hablaba, pero aún así miró a los ojos al muchacho. - Perdí a gente que quiero mucho, amigos, a mi Sensei que fue el padre que no pude tener, y lo que me hace sufrir es pensar en todo lo que puedo perder en un abrir y cerrar de ojos. Lo siento...
La morena se alejó del muchacho, sentándose en la cama, tratando de aguantar las lágrimas que no sabía que aún tenía por llorar. Sintió los brazos de JiMin alrededor de su cuerpo en cuanto éste la abrazó, dejando un beso sobre su cabeza, meciendo el cuerpo de la muchacha, tratando de consolar su dolido corazón.
-No perderás nada más, Esperanza. Puede venir el mismísimo diablo para alejarme de tí, que no me iré a ningún lado, tus amigos te quieren y te cuidarán incluso aunque les digas que no. - Park la giró para que pudiera verlo a los ojos. - Nosotros somos quienes tenemos miedo de perderte, y no iremos a ningún lado.
El moreno la abrazó llenando su cara de besos, logrando la risa de la chica.
-¿Así que te parezco un ángel? No catalogaría mi belleza como celestial...
-Oh, que vergüenza, no te burles. Cuando te enamoras, aunque tu pareja sea un orco de las nieves, lo ves como el más hermoso querubín.
Ese comentario provocó la risa de Esperanza, que se abrazó al muchacho intentando ocultar que se había puesto roja como un tomate ante su comentario. Escuchar de la boca de JiMin todo lo que sentía y pensaba sobre ella, la ponía nerviosa, la incomodaba de una manera agradable, le daba dolor en la barriga y se sentía una adolescente tonta.
El moreno la obligó a meterse en la cama nuevamente, alegando que debía dormir aunque sea unas horas, la abrazó y aguardó hasta que estuvo profundamente dormida, entonces se sintió en tranquilidad de dormir, sabiendo que ella estaba con él, y que no dejaría que nadie la lastime ni se le acerque, pase lo que pase.

Kibō --&gt; Park Jimin.(En Edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora