CAPÍTULO 34: Bienvenidos a su tormento

9 4 3
                                        

     Clarissa estaba sentada junto a la camilla de su hija menor, sosteniendo su mano llorando en silencio. Marco estaba en una silla al fondo de la sala del ala médica en las mismas condiciones que la mujer, mientras que Dalmiro miraba por la ventana de pie en toda su estatura. Esperanza había sido sedada en medio de su ataque y había pasado toda la noche de aquella manera, por lo que al despertar, estaba muy desorientada. Se sentó mirando las máquinas de la sala de enfermería, tomando por sorpresa a su madre, que la miró inquieta. La morena miró entonces a Marco, que lucía avergonzado de sí mismo y no era capaz de hacer contacto visual con ella; luego pasó su mirada a la tercera presencia en la habitación: su padre.
     Repentinamente, todos los recuerdos de la noche anterior, la atropellaron, dejando el sentimiento de pesadumbre nuevamente sobre ella, que se hizo pequeña en su lugar cuando Dalmiro dio un paso al frente. Seguía sin saber qué decirle, no encontraba palabras que pudieran ser correctas para ese momento, y la salvó el hecho de sus amigos entrando en patota en su habitación de hospital con un montón de regalos, peluches y globos. Los integrantes del escuadrón Sombra observaron a Dalmiro retirarse con la mirada baja, siendo seguido de Marco, que lucía igual de avergonzado que su padre. Clarissa avisó que iría a descansar un poco, luego de besar la cabeza de su hija y retirarse.
-¿Qué hacía el agente C aquí? - preguntó extrañada Esmeralda.
-Es mi padre. - Kibō dijo aquello mirando en dirección a la puerta con los ojos muy abiertos, sorprendida de haber dicho aquellas tres palabras en voz alta. - Y es también el padre de Marco. - agregó mirando a sus compañeros.
-Bueno, eso si es una noticia matutina. - Mark tomó asiento sorprendido.
-Eso y que somos noticia por lo sucedido en España, es lo más interesante de ésta semana. - Agregó Esmeralda sentándose junto a su amiga en la camilla, acariciando su cabello preocupada.
-¿Qué se supone que le diga ahora? - cuestionó Esperanza llorosa.
-Que lo extrañaste, o podrías darle una bofetada por haber mentido sobre su muerte, en todo caso cualquiera de los dos, son cosas comprensibles. - Rose dejó sus cosas y miró a la morena. - Yo lo sabía todo, por eso Camila y Pablo trataron de venir a éste plano.
     Las palabras de la bruja dejaron a  todos callados.
-¿Por qué no dijiste nada? - preguntó Esperanza muy cansada como para enojarse.
-Marco dijo que quería encontrar un momento adecuado para decirlo él mismo, pero no se cual puede ser el correcto si vas a soltar una bomba como esa. - La castaña se acercó a su amiga arrepentida. - Lo siento.
  La morena se estiró y abrazó a la joven, asegurando que no estaba enojada con ella ni nada parecido. Todos junto decidieron irse de la agencia en cuanto la morena estaba bañada y vestida. Su vida no dejaba de existir por haberse enterado de una verdad tan fuerte, por lo que saludó cuando salía, yendo hacia el trabajo. Su madre estaba completamente dormida, por lo que decidió dejarla descansar y dejar el paseo para otro día. Sus amigos la dejaron en la cafetería de camino a la casa, y decidió concentrarse completamente en ello, dejando que el día pase de una vez por todas.
    Su turno casi llegaba a su fin cuando su teléfono sonó histéricamente en su bolsillo del delantal. Era una llamada de Jae, que sonaba a punto del colapso diciendo que estaba en el hospital con Astrid, que estaba en trabajo de parto. La morena entonces dejó todo una vez avisó a su jefe y salió corriendo del lugar como alma que se lleva el diablo, llegando al hospital rápidamente, entrando medio gritando que era familiar mientras avanzaba por el pasillo hasta las escaleras. Ascendió rápida hasta que se encontró en el ala de espera donde Jae estaba aguardando comiéndose las uñas nerviosa.
     Esperanza divisó a su padre en el fondo de la sala, por lo que tomó asiento junto a Jae luego de dar un asentimiento de cabeza al castaño, que no veía a su hija, sino a la soldado en la que se había convertido. El resto del escuadrón empezó a hacerse presente con regalos para la madre. Marco fue el primero en salir más pálido de lo normal, sacándose las botas de tela que cubrían sus zapatos. Esperanza se puso de pie de inmediato para acercarse a sostenerlo, temiendo que se desmorone mientras lloraba riendo de felicidad.
-Son los bebés más hermosos que vi en mi vida. - aseguró el castaño a su hermana, que lo miró extrañada.
   ‘’¿Bebés?’’ preguntó a coro el resto de presentes, que estaban seguros de que se habían perdido de algo.
-Era una sorpresa, son mellizos. - Marco se sentó en el lugar donde había estado Esperanza con una sonrisa tonta en los labios. - Ángel y Marcus, fue Astrid quien eligió los nombres.
    Los festejos comenzaron a escucharse mientras el recién padre, recibía abrazos de todos a su alrededor.



Kibō --> Park Jimin.(En Edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora