CAPÍTULO 27: Promise

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Esperanza suspiró terminando con su turno en el trabajo. Tomó sus cosas y se retiró a su encuentro con JiMin, que quería mostrarle su primer sencillo como solista. Estaba nerviosa y emocionada de ser honrada de esa manera, por lo que esperó inquieta fuera de la empresa a que su novio hiciera acto de presencia.
En cuanto lo vio, sonrió de sobre manera. El moreno la paseó de la mano por el lugar hasta la sala de grabaciones. La joven se sentó curiosa escuchando todo lo que el operador de la consola estaba diciendo, mientras que Park se preparaba para grabar. En cuanto fue el momento, al escuchar la voz del coreano, tan pacífica y dulce, sintió que eso debería ser estar en el cielo.
Aunque para JiMin el primer intento fue un horror y recibió las correcciones de los demás, al ver la sonrisa y ojos brillosos de la morena sentada no muy lejos de él, se preguntó cómo lo escucharía Esperanza. Supuso por su cara que le parecía bueno, pocas veces había visto tal emoción en la joven. El segundo intento fue incluso mejor, riendo un poco de las reacciones de su novia totalmente colapsada en un sillón.
La última revisión fue críticamente analizada por Park y los demás, mientras que Esperanza no paraba de hacer caras feliz. En cuanto la joven pudo, estaba comentando todo, detallando que era lo que más le había gustado, si la letra esto, si la música lo otro. JiMin se sintió algo avergonzado de tantos halagos, lo que la joven notó.
-No me cansaré de decirte que tu voz es como estar en el cielo, así que no me mires así.
-Creo que exageras. - Park recibió entonces los pellizcos en las mejillas por parte de su novia, que lo miraba ceñuda.
-Si sólo pudiera dejarte verte como yo te veo... - aventuró la morena.
-Luego soy yo quien te pone nerviosa. - replicó el moreno riendo. - Vamos, te acompañaré a casa antes de ensayar.
-Tengo que ir a ver a Marco al trabajo.- Kibō ya estaba negando con la cabeza.
-No es nada, enserio,vamos.
Esperanza no dijo más nada, sabiendo que seguir negando sería extraño. Después de todo, de las puertas para afuera, Fénix era otra empresa de seguridad. Lo que claramente no quitó que la joven se mordiera hasta los dedos por los nervios. JiMin por otro lado, era el mismo sol de siempre, animado, conversando sobre su emoción al soltar su primer sencillo como solista, sobre sus nervios. Esperanza estaba tan feliz de escucharlo animado pero asustada de encontrarse con una situación extraña al llegar.
Los cadetes más jóvenes la vieron entrar media hora después al gimnasio, claramente vestida con su uniforme de entrenamiento y el cabello muy tenso en una cola de caballo. La morena lucía algo inquieta, y los cadetes lo notaron. Curiosos en su segunda década de vida, no pudieron evitar husmear en la conversación que la morena tenía con Marco, que simplemente leía unos papeles.
-Al parecer la acompañó alguien. - Dijo Tomas mirando al dúo concentrado. - Su novio. ¿la agente K tiene pareja?
-Claro que sí, sale con un chico famoso que conoció en Argentina.- Aclaró una chica de cabello rosado llamada Citara.
-¿tú no te enteras de nada? - inquirió Antonella, una chica del mismo pueblo que Valentín, solo que su piel, era de un verde claro que resaltaba con su cabello negro.
-Él solo se entera de lo que tiene que ver con videojuegos. - Hoon Im cerró su libro y lo dejó a un lado en la grada donde estaban todos sentados.
-Silencio, dejen que escuche más. - Pidió Franco al mismo tiempo que su hermano gemelo, Romeo.
-Al parecer el novio de la agente K no sabe nada sobre lo que hacemos aquí y por eso está tan nerviosa. - Tomas se sacó el cabello del rostro. - Terrible drama.
Los seis comenzaron a reír un poco, pero se callaron cuando Esperanza y Marco se acercaron. La morena estaba seria, casi como una hoja en blanco, por lo que los seis jóvenes se encogieron en su lugar, incluso estando de pie totalmente erguidos.
-Me alegro de informarles, jóvenes, que la agente Kibō se encargará de entrenarlos como los nuevos cadetes del escuadrón Sombra de apoyo. Cuando terminen su entrenamiento, se les dará la oportunidad de nombrar su propio escuadrón. Den su mejor esfuerzo.
Dicho eso, Marco se retiró del lugar seguido de algunas personas que hablaban con el fervientemente. Esperanza entonces se aclaró la garganta y vió que sus alumnos daban un respingo en el lugar; aguantando la risa simplemente dio algunos pasos hacia la línea de salida de la pista de correr. Los seis cadetes fueron presurosos detrás de ella, esperando por instrucciones.
-Quiero que estiren por al menos diez minutos, luego, todos juntos se posicionarán en la línea de salida y van a trotar en los espacios cortos, pero deberán correr en los tramos largos. - La morena se posicionó para hacer lo que debían sus alumnos suspirando. - Haremos veinte vueltas en total, diez, una de caminata, y otras diez, ¿quedó claro?
Los seis estudiantes gritaron una afirmativa al momento que comenzaban con lo que se les había indicado. Algo sorprendidos vieron a su designada profesora, totalmente concentrada en estirar cada músculo muy bien. Ninguno estaba acostumbrado a que sus entrenadores hicieran los ejercicios con ellos, pero para Esperanza la única manera correcta de enseñar, era dando el ejemplo, o al menos eso había aprendido de Tadashi. Pasaban los minutos y en cuanto estuvieron listos, estaban los siete listos para el trote.
Esperanza iba a la delantera de sus alumnos, que pasadas algunas vueltas se veían bastante cansados. Muchos agradecieron la vuelta de caminata mientras resoplaban agotados. Kibō les recordó tomar abundante agua cuando volvió a repetir las diez vueltas fresca como una lechuga. Los estudiantes la siguieron cansado mientras repartían miradas entre todos.
Cabrera ya había finalizado y se encontraba estirando un poco mientras esperaba a que los más jóvenes terminen. Franco terminó primero que sus compañeros, arrojándose al suelo totalmente exhausto; después de él cayeron Antonella y Romeo bebiendo todo lo que quedaba de sus botellas de agua. Esperanza parecía poco sorprendida de su cansancio y simplemente aguardó de pie por el resto de los estudiantes, que cayeron también medio sin aire. La morena entonces se acercó al otro extremo de la habitación llamando a sus cadetes con un solo grito, por lo que los seis la siguieron medio atontados.
-El entrenamiento en Fenix consiste en la capacidad de poder utilizar sus habilidades humanas y las que no lo son, habrá situaciones en las que no podrán depender solo de su rendimiento físico, por eso deben aprender a ser inteligentes también. Para un agente que no tiene ningún tipo de habilidad especial más allá de su rendimiento e inteligencia le es el doble o el triple de difícil sobrevivir en una de nuestras misiones, por eso ustedes deberán poner a prueba sus conocimientos sin sus habilidades en un principio, luego aprenderán a controlar sus poderes y a adaptarlos a sus necesidades básicas de supervivencia.
Mientras la morena hablaba con total tranquilidad a sus aprendices, frente a los siete presentes, el piso y las paredes cambiaron de sobre manera al crear la conocida por todos, pista de ejercicios y obstáculos de Fénix. Todos los soldados de la agencia habían pasado por ese mismo tipo de ejercicio, llevando su rendimiento al límite antes de sus primeras misiones. El propio escuadrón Sombra había pasado por ello, y como muchos antes, solo al pasarlo con éxito había podido tallar sus nombres sobre el metal que construía aquello que muchos consideraban una monstruosidad. Del escuadrón, a quien más le había costado pasar por todas las pruebas, había sido Camila, al ser la más joven y pequeña a comparación de sus compañeros, por eso en un inicio se creía que no saldría en su primera misión oficial, pero ninguno se dio por vencido con la joven e hicieron todo lo posible por ayudarla. Habían estado día y noche intentando una y otra vez todo, hasta que la joven pudo hacerlo, no sin romperse algunos huesos, lastimarse, incluso casi desangrarse.
Las pruebas no eran una broma para nada, eran muy difíciles de pasar, podría costarte la vida si no fuera porque había médicos disponibles todo el tiempo. Esperanza al acercarse al tramo que más le había costado pasar y donde había tallado su nombre, acarició la pintura desgastada y luego una de las peores cicatrices que le había dejado aquella cosa monstruosa.
-No les voy a mentir, chicos, les va a ser difícil, por eso mismo pedí que pusieran hierbas curativas en las botellas que iban a traer para ustedes. - Los jóvenes miraron sus botellas unos momentos. - El tónico que yo misma uso para sanar más rápido de lo que ya lo hago, ahora corre por sus venas. Cada profesor usa sus propios métodos para que sus estudiantes no sufran heridas importantes, el mío es éste. Por favor, cuiden de ustedes. - No había sido palabras alentadoras, y la morena no había mostrado preocupación alguna cuando había hablado, haciéndose simplemente a un lado cuando tuvo la oportunidad.
Los estudiantes se miraron nerviosos al momento que Esperanza preguntó en un grito, quién quería ser el primero en intentarlo. El voluntario debía dar un paso adelante, pero por el contrario de lo que había esperado, cinco de sus estudiantes se hicieron hacia atrás, dejando a Citara delante, quien se había quedado mirando las pruebas con el ceño fruncido en preocupación. Esperanza miró a la muchacha con expresión indescifrable y a sus compañeros detrás de igual manera. Tragando saliva, se acercó a la niña de cabello rosado y le señaló la línea de salida.
Citara, ni siquiera les dijo nada a sus compañeros cuando se dio cuenta de que la habían dejado delante para ser la primera, simplemente siguió la seña de su profesora y se puso de pie en la línea de salida temblando un poco. Kibō se alejó de la pelirrosa y cruzó las manos detrás de su espalda dando señal de que la joven podía comenzar.
-La primera puede que sea la más simple para muchos, pero no para todos. - Habló la morena con voz autoritaria.- Deben traer la bandera del final de todas las pruebas, pero solo podrás abrir la caja que las contiene si activas las terminales de cada prueba, falla una, y no abrir la caja podría ser tu menor problema.
Al escuchar aquellas palabras, Citara tragó pesado antes de poner el primer pie sobre la arena de las pruebas. Decidió tranquilizarse y ser inteligente, el miedo no la ayudaría a pasar la prueba. Miró a su alrededor, estudiando cada aspecto de lo que había a su alrededor y avanzó con cautela. Su pie izquierdo activó un mecanismo que provocó que el suele cediera bajo sus pies, por lo que tuvo que saltar para poder sujetarse de una barra sobre su cabeza. Recordando brevemente sus clases de gimnasta, se subió sobre la barra para poder observar nuevamente el panorama. El suelo había pasado a ser un mecanismo de picos punteagudos con una serie de plataformas que aparecían y desaparecían momentaneamente, sumados a las cuchillas que iban de un lado a otro sobre las mismas, todo generando un camino hasta el mecanismo que debía activar para la puerta de la bandera.
Respiró hondo nuevamente antes de bajar con cuidado de la barra y balancearse hasta la primer plataforma libre que encontró. Kibō sonrió a medias cuando vio a la chica colgarse de una de las cuchillas, en el pequeño espacio que no era filoso, y así ir pasando de cuchilla en cuchilla hasta la última plataforma, de la que casi cae tratando de mantener el equilibrio. Luego la chica saltó hasta el mecanismo y lo miró con curiosidad; parecía demasiado simple, así que aguardó unos momentos. Buscó en su bolsillo una moneda y la arrojó contra el mecanismo, encontrándose con que estaba electrificado. Entonces se paseó alrededor del aparato evaluando que hacer, hasta que encontró un único panel plástico que tenía un lector de manos digital. Algo desconfiada apoyó su mano y el lector desactivó la electricidad alrededor del mecanismo, el cual accionó luego con un giro de muñeca asustado.
Citara se giró sorprendida cuando el piso volvió a la normalidad y las cuchillas dejaron de moverse sobre el lugar, permitiendo que Esperanza pueda caminar por allí con una tranquilidad que la abrumó. La pelirrosa pasó a la siguiente línea de salida lista para la segunda prueba, la cual se activó, terminando por ser una piscina llena de agua cristalina. La jovencita miró a su alrededor confundida, encontrándose un reloj contra una de las paredes, al notar que iba hacia atrás aguardó unos momentos para ver qué sucedía. Efectivamente, significaba algo, y era que el agua descendía hasta el fondo de la profunda piscina sin dejar escapatoria, activando un mecanismo de flechas en el interior de las paredes, que se clavaban en lo primero que tocaban.
Citara tragó pesado recordando que era una pésima nadadora. Miró hacia el agua que volvía a ascender y saltó hacia aquel agujero de la perdición, buceando con todas sus fuerzas mientras contaba los segundos en su cabeza. Cuando levantó la cabeza al sentir el final de la piscina y trató de subir, el reloj llegó a cero. Se sujetó con todas sus fuerzas del borde y trepó sintiendo el roce de la primera flecha cuando se disparó. Su grito alteró a sus compañeros, pero la pelirrosa igualmente siguió adelante llegando hasta el siguiente panel, el cual activó luego de hacer la misma prueba de la moneda, solo por si acaso. La diferencia era que la palanca del mecanismo estaba rodeada de alacranes, lo bueno era que ella no les temía y sabía que no era criaturas amenazantes si no se las molestaba. Esperanza avanzó cuando la piscina fue cubierta aún con la expresión totalmente gélida. Los estudiantes estaban detrás de ella cuchicheando sobre si su compañera iba a perder la siguiente prueba, que consistía en evadir obstáculos, escalar y trepar de cabeza hasta el mecanismo que estaba ahora en el techo.
Citara se acercó al cuenco con harina a un costado y preparó sus manos evaluando lo que debía hacer en la tercera, más larga y anteúltima prueba. Respiró hondo varias veces antes de comenzar, yendo con tranquilidad, sin agotarse, hasta que los peldaños donde estaba escalando comenzaron a esconderse y salir de manera aleatoria, así que con rapidez dio un salto hasta el peldaño por donde debía ir de cabeza hasta el mecanismo. Quedando sujeta solo con una mano, se esforzó por no usar sus habilidades, sintiendo que las lágrimas caían por sus mejillas por el esfuerzo de que sus dedos no la traicionen. Logró sujetarse, y justo cuando creyó que podría avanzar sin problemas, el peldaño se soltó de un extremo, logrando que un grito se le escape de la garganta por la sorpresa. Continuó escalando con rapidez y miedo hasta el mecanismo y lo accionó preocupada. Volvió a gritar cuando el peldaño regresó a su lugar al igual que lo demás, y el piso, que era un montón de ondas que giraban y dolían más de lo que se podía imaginar, se cubría por madera sólida.
La pelirrosa se dejó caer con todo el cuidado que pudo, pero aún así le dolió el tobillo al momento de tocar el suelo. Intentó que en su cara no se note el dolor, y supuso que lo logró, porque Esperanza simplemente avanzó sobre el piso hasta la siguiente línea de salida seguida de los estudiantes. Citara sabía que había algunas lágrimas corriendo por su rostro, pero aún así avanzó con firmeza.
Lo que se mostraba a su alrededor era entonces un lugar espacioso y abierto con un androide en el centro con un arma en la mano. Era una simple lanza doble, pero el filo relucía como recién afilado, por lo que los estudiantes ya estaban dando por sentado que su compañera, que era la más débil de los seis, iba a quedar seriamente herida durante esa prueba. Citara a pesar de estar escuchando lo que decían avanzó contra la criatura de metal y aguardó a que hiciera algún movimiento.
-Es el famoso Adivino. Se rumorea que conoce el método de pelea de cada uno de los agentes de Fénix. - Hoon Im dio un paso adelante impresionado.
La pelirrosa escuchó las palabras de su emocionado amigo al momento que recibía el primer ataque. La joven se movió ágilmente alrededor del aparato esquivando su arma filosa, pero se vio obligada a retroceder hasta una pared, en la cual se clavó la lanza, rozando su cintura, de donde salió algo de sangre ensuciando su ropa de entrenamiento. No podía esquivar tan bien con su pie derecho torcido y se llevaba otra herida por parte de las pruebas.
-Puedo parar las pruebas ahora si crees que no podrás seguir, Citara. - Kibō había dado algunos pasos al frente hasta incluso entrando en la cuarta y última prueba, pero la pelirrosa levantó la mano frenando el andar de su profesora.
-En una misión no puedo reiniciar todo cada vez que me lastimo.
-Entonces, adelante. - La morena entonces volvió a su posición anterior sin despegar los ojos de su aprendiz y el androide, que ya estaba arremetiendo contra la jovencita.
Citara soltó la lanza de la pared usando la fuerza del propio androide cuando la atacó y se alejó con el arma en la espalda, aguardando el siguiente ataque. Si Adivino podía predecir movimientos debía inventar su propio estilo de pelea para ganar, lo cual no era nada simple. Casi siempre repetía cosas de memoria cuando estaba entrenando, casi como si lo tuviera grabado en sus huesos, músculos y articulaciones, pero no era el momento de hacer eso.
La pelirrosa atacó entonces poniendo todo de sí en no hacer nada que exigiera mucho de su pie derecho. Adivino logró quitarle la lanza de la mano a la joven, sujetando con fuerza su cuello, levantando su pequeño cuerpo. Aunque el resto de sus compañeros quisieron ayudar a la chica, Esperanza los frenó con una sola mirada, dejando a la joven continuar con su prueba sola. La pelirrosa podría haber enredado sus piernas alrededor del androide y haberlo hecho que la suelte, pero era demasiado obvio, así que intentó que toda su fuerza le sirva cuando golpeó con sus pies el pecho de la criatura, que se tambaleó hacia atrás, ahora esperando otro ataque igual, por lo que Citara ahora si se enredó, empujando la cabeza de la máquina con un pie, buscando que la suelte de una vez, lo cual sucedió, terminando con ella en el suelo con una sonoro golpe.
Adivino necesitó segundos para reponerse, por lo que la chica asustada, reaccionó como lo primero que se le vino a la cabeza. Sintiendo la lanza debajo de su mano cuando retrocedió, la empuño contra el cuerpo que la atacaba, logrando que un sonido metálico espantoso se escuche por toda la sala cuando se enterró en la coraza brillante. El robot entonces retrocedió y con una voz extraña comunicó que Citara había ganado la pelea y que su tipo de combate no había podido ser analizado del todo.
Frente a esto, la pelirrosa corrió a todo pulmón hasta el mecanismo y lo activó, viendo como en la pared del fondo se encontraba la bandera libre de la caja que la contenía. La tomó medio renga y dolorida, el sudor hacía que la ropa se le pegue al cuerpo. Cansada se acercó hasta Esperanza, quien la miraba ahora con una sonrisa de oreja a oreja, y le entregó la bandera de color rojo fuego.
-Felicitaciones, Citara, pasaste las cuatro pruebas. - La morena ya no podía ocultar su preocupación por su estudiante y la ayudó a salir de la pista de ejercicios.- Espero que ésto les haya servido de lección para todos, de que no dependes solo de tus aptitudes físicas, sino de las mentales también; y como dijo su compañera, en una misión no pueden reiniciar todo, el enemigo no les va a dar la oportunidad de descansar.
En cuanto todos volvieron a la recta de inicio, Tomás dio un paso adelante con bastante confianza en sí mismo, al menos hasta que su profesora le avisó que la máquina cambiaba según la persona y que ahora que sabía cómo podían pasarse esas pruebas, iba a cambiar las cosas para el próximo.
-Creo que ahora se lo pensarán dos veces antes de elegir quien va a ir primero. - La sonrisa de Esperanza hacia sus alumnos fue de lo más divertida.
La morena acompañó a su estudiante ya herida, y la ayudó a sentarse cerca del sector de curaciones. Esperanza usó sus habilidades para hacer que la hierbas curativas surgieran efecto más rápido, empezando por el tobillo derecho de Citara, que se encontraba hinchado y rojizo. Colocó sus manos alrededor de la herida y aguardó unos instantes mientras el brillo rojo usual, se desprendía de la piel de la joven. Citara movió su pie sorprendida y contenta.
-¿Cuál es tu habilidad? - inquirió Kibō curiosa mientras revisaba la otra herida.
-Puedo utilizar espíritus animales para pelear y defenderme a mí y a otros. - Citara observó lo que la morena hacía al pasar sus dedos sobre la herida, que pasó de sangrar y arder, a ser una simple cicatriz indolora.
-Lamento que mi tónico curativo no tenga la capacidad de evitar las cicatrices. - Dijo Cabrera al ver la mirada decepcionada de la joven al ver su costado.
-Está bien, de todas formas odio los trajes de baño de dos piezas. - Bromeó la chica bebiendo agua tranquila. - Creí que usted era una persona a la que había que temer, como esos profesores malvados.
-No soy muy buena en ésto de no ser un tanto fría con los demás, supongo que así como yo les voy a enseñar a ser agentes capaces, ustedes podrían enseñarme cómo dejar de dar miedo. ¿Qué te parece eso?
-Un trato justo.
Mientras Citara se ponía de pie sonriendo, sus compañeros aguardaban a que la profesora estuviese nuevamente en su lugar. La morena dio señal al siguiente que podían comenzar al momento que por la puerta entraba Jae con su mochila de la universidad dando saltos. Venía seguida de Yoon Gi, que simplemente caminaba con tranquilidad llevando dos almuerzos en cada mano.
-¿Por qué no me contaste, niña tonta? - inquirió Jae pellizcando la mejilla de su mejor amiga, que simplemente la miró sin comprender. - No sabía que tu nuevo escuadrón de apoyo tendría su primera misión tan pronto, debes ser una increíble sensei.
-¿De qué estás hablando? - Esperanza la miró aún más confundida.
Los seis cadetes dijeron '' misión'' al unísono incluso más confundidos que su instructora, que inmediatamente escuchó el grito de Tomás cuando falló en su primera prueba y caía sobre el primer pilar. Las afiladas cuchillas iban contra él, por lo que la morena corrió dando un salto, sacando sus espadas de sus tatuajes, al momento que caía frente al chico, frenando la cuchilla con facilidad. Los otros cinco estudiantes corrieron a socorrer a su amigo con permiso de la morena y el entrenamiento se detuvo.
-Por esto no se admite a nadie durante las prácticas, Jae, te dije que no debíamos venir. - Yoon Gi miraba la máquina frente a el más pálido que de costumbre.
-Lo siento mucho. - La coreana miró al joven que se recuperaba del susto en el suelo.
-Termina el chisme que empezaste, ya mismo. - ordenó Cabrera con el ceño fruncido.
-Es una misión clase A hacia la base en el sur de Argentina, sin misión de rescate asegurada. - Escupió Jae temerosa.
Esperanza miró entonces a los cadetes palidecer notoriamente, mirándola con súplica de que no los deje ir en aquella misión suicida. La morena soltó una palabrota al momento que salía de la sala de prácticas siendo seguida por los presentes. El escuadrón de apoyo la seguía corriendo preocupados detrás de su seguro paso por los pasillos de la base, hasta que estuvo frente a Marco, que revisaba unos papeles en la sala principal. Rose miró a Jae mordiendo su labio preocupada detrás de su amiga, que estaba más que furiosa mirando a su jefe. La castaña ya sabía que se le había salido la información que le había contado y se ocultó detrás de su monitor en su escritorio.
-Dime que no te volviste la persona más idiota e insensible de este planeta, y no vas a enviar a esas criaturas a su muerte.
Los presentes miraron poco sorprendidos a la morena tener un arrebato contra a su jefe, excepto Yoon Gi, que se encontraba conociendo esa faceta de su amiga.
-¿Y ahora que te pasa?
-Deja de hacerte el idiota, sabes de que estoy hablando. - Esperanza miró a su compañera de escuadrón antes de continuar. - Cambia los nombres en esa misión, pon el mio.
-No puedes decidir eso, Esperanza. - Marco dejó lo que hacía para pararse en toda su estatura.
-No dejaré que envíes a unos niños a una misión suicida, cambia mi nombre en esa planilla ahora mismo.
-Yo dirijo esta organización, y decido a cual de mis agentes enviar a una misión, no es al revés.
-Cambia mi nombre, Rose. - pidió nuevamente la morena a su amiga, que tecleó rápidamente y le mostró la pantalla a su amiga al terminar.
-Agente Luz, corrija eso con los nombres que yo le asigne. - Torres estaba rojo de furia.
-No lo hará, porque el único nombre asignado a esa misión es el mío. ¿Cómo puedes continuar con éste acto desalmado sin importarte las vidas de éstos niños? ¿Debo recordarte que peleamos por tí las batallas que no puedes ganar?
Los presentes, que ahora eran el resto del escuadrón sombra y más agentes que se había acercado al escuchar el alboroto, miraron el suelo o susurraron ante las palabras de la joven, que ahora se giraba volviendo hacia sus alumnos, que la miraban entre felices y temerosos porque arriesgaría su vida sin apoyo en una misión suicida.
-Una vez finalices ésta misión, si regresas, tendrás todo un mes de relevo sin paga por tu insubordinación. - Marco miró a la joven con seriedad y Rose, que era la más cerca a su posición, vió como temblaban sus manos.
-Que así sea. - Sentenció Esperanza sin voltearse, regresando a lo que estaba haciendo.
Sus alumnos la siguieron en silencio con la mirada baja nuevamente hasta el gimnasio, donde los almuerzos ya los esperaban. Esperanza les dio permiso de comer si así lo querían, mientras que ella solo se alejó un poco a ver la nada pensativa. Sus ojos se posaron en las cuatro pruebas por unos minutos, cuestionando tanto entrenamiento para simplemente enviar a unos niños a una misión tan difícil.
-No debería haber arriesgado tanto por nosotros, agente K. - Franco tragó profundo con su comida abierta en su regazo. - Aun así, gracias por su sacrificio.
-El cual no debería hacer. - Citara miró a su profesora con el ceño fruncido en preocupación.
-Jamás permitiré tales injusticias en el mundo, es mi deber evitarlas, por eso existo. -Kibō se sentó junto a sus estudiantes suspirando un poco. - Les prometo que no dejaré que envíen a cadetes como ustedes a ninguna misión así, se merecen más tiempo sobre esta tierra.

Kibō --> Park Jimin.(En Edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora