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En mi mente empezaron a pasar miles de cosas buscando que pude haber hecho mal esta última semana, no encuentre nada, al contrario, siempre he sido una buena alumna.

La risa un poco descontrolada y fuera de lugar de Luke me sacó de mis pensamientos, yo lo miré sin saber porque su risa. 

No es un momento gracioso, imbécil.

– Debiste ver tu cara. – dice entre risas. Yo lo miré lo que le sigue de mal.

– Que idiota eres. – caminé más rápido dejándolo atrás.

Llegué a la dirección con él pisándome lo talones. Me acompañó hasta dirección, pero respetando que yo ya no quería saber nada de él. 

Lilian, la secretaria del director, una mujer como de treinta y pico años estaba en la computadora, me acerqué a su escritorio. Al sentir mi presencia levantó la vista.

– Hola, ¿En qué puede ayudarte? – sonríe amable mostrando sus perfectos dientes blancos.

– El señor Ackerman me mandó llamar. – sonrío.

– Claro que sí, toma asiento, por favor. – señaló unas sillas pegadas a la pared, justo frente a su escritorio.

Yo asiento y hago lo que me dice, saco mi celular para ver si no tengo ningún mensaje de la enfermera que atiende a mi padre.

Agradezco a que tuvo consideración al acceder a tener este tipo de comunicación. Insistir tanto por mucho tiempo dio frutos.

– Señorita Liceaga, puede pasar a ver al señor Ackerman. – indica Lilian.

Asiento y me levanto de la silla para entrar a la oficina del director. Antes de entrar, toco la puerta. Los modales, ante todo.

– Adelante. – responde el director casi de inmediato.

– Buenos días, señor Ackerman, ¿me mandó llamar? – entré completamente.

– Sí, cierra la puerta y siéntate. – señala una de las dos sillas frente a su escritorio.

Cierro la puerta tras mi paso y hago lo que me indica.

– ¿Sabes por qué estás aquí? – yo niego – Te mandé llamar porque quiero que me hagas un favor, tú y tu grupo van a salir de excursión a Yerba Buena, supongo que eso ya lo sabes. – dice con obviedad y yo asiento – Bien, lo que quiero que hagas es que lleves estos documentos... – me entrega un sobre manila – a alguien muy importante. De ti depende su estadía en el hotel. 

– Claro, señor, ¿quiere que lo haga ahora? – lo miro.

– Sí, es algo urgente, para tener asegurado el lugar en donde se hospeden, no te preocupes por el trasporte, un taxi seguro debe de estar llegando en estos momentos. – mira su reloj.

– ¿Y mis clases? – digo algo preocupada.

– Eso ya está arreglado.

– Esta bien. – acepto.

– A ciencia cierta no sé si vayas a tardar o no, porque no hice previa cita, pero por lo regular si te atienden, más porque eres estudiante. Si sales de ahí antes de la hora de salida, puedes tomarte el resto del día.

– Un trato justo. – bromeo.

Después de escuchar las indicaciones, salí de las instalaciones escoltada por el director y su secretaria. Solo pase a mi casillero por algunas cosas.

Lo que se me hizo bastante extraño fue que el director no me haya dicho a ciencia cierta a que lugar que tenia que ir. 

Efectivamente, un taxi ya estaba esperando afuera de la escuela, subí y el director fue quien le dio indicaciones del lugar a donde tenía que ir.

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